Me he pasado el Mario 3 sin trucos
¿Ah sí? Pues yo me acabé hace tiempo el Megaman con todas las vidas
Pues yo me terminé el Broken Sword sin buscar ninguna guía
¿Qué bien sonaba esto en los años mozos de los más veteranos eh? Ese aliciente de, no sólo haberte terminado un juego difícil, sino de haberlo hecho con alguna característica especial. Esa sensación hacía las delicias del patio de recreo. Liquidar un juego en poco tiempo y con toda la vida disponible era un honor que, en muchas ocasiones, resultaba digno de un relato mitológico. No por lo prodigioso de la hazaña sino porque, al igual que las andanzas de Hércules, nuestras proezas también solían ser ficticias.
Ahora uno ve todo aquello con una sonrisa en la boca, pero a veces pienso en lo bien que hubiésemos hecho todos callándonos un poco y dejando las cosas estar. Una de las consecuencias de aquellas gestas dignas de los mejores juglares fue la incorporación de los actuales logros. Entiéndaseme bien. Muchos de los logros que nos proponen los programadores son un aliciente para el juego y nos proporcionan un reto mayor, pero yo me refiero a los requisitos tipo derrota a más de diez enemigos sin recibir ni un sólo golpe o recorre un kilómetro a más de 200km/h.
Considerar que cosas así puedan suponer puntos en tu perfil de jugador me desquician como aficionado. Algunos de estos logros absurdos han aparecido de repente en mi pantalla tras pasar un buen rato perdido. Te aburres y empiezas a correr sin sentido y masacrar enemigos por un escenario. Esto coincide en ocasiones con uno de esos logros, y en pleno ataque de ira aparece el cartel informándote de que, por lo visto, has hecho algo que se esperaba de ti. ¿Cómo pueden premiarse veinte minutos de aburrimiento con un 20G Asesino definitivo? ¡Si voy como un pollo sin cabeza por la Villa Oculta de la Hoja buscando alguna misión no me estoy sintiendo realizado con la experiencia que me ofrece el Naruto: Rise of a Ninja por ejemplo. Por otra parte, si voy hasta el fondo de un pasillo en un Tales Of no es para encontrar un baúl con un ítem que me acerque a los 100 que hay que conseguir para un determinado personaje, ¡sino porque estoy perdido!
Seguro que cualquier persona que lea esto puede hacer un poco de memoria y pensar en todas las acciones recompensadas en pleno momento de desidia. Aquellos miembros de La Orden (Silent Hill) no tenían por qué morir. Su único crimen fue cruzarse en mi camino en plena fase de aburrimiento, y ahora tengo un emblema por ello.
Esto en parte no es sólo consecuencia de nuestro gusto por buscar méritos extra al enfrentarnos a un videojuego, sino también de nuestra complicidad al aceptar que se aumente el número de trofeos en nuestro perfil de la plataforma correspondiente, sin importar la procedencia de esos puntos. ¿Es inmoral? Ni mucho menos. No está el mundo hoy en día como para que nos llevemos las manos a la cabeza porque alguien presuma de tener miles de iconos de copas en su perfil por haber recorrido X distancia de árbol en árbol sin tocar el suelo. ¿Es perjudicial? Para la persona que pierde una tarde intentando poseer todas las armas de un Final Fantasy quizá, pero el término que utilizo más a la hora de hablar de este tipo de cosas es “absurdo”. No es que nos vaya la vida en ello, pero no parece que se trabaje mucho para evitar esto.
Lo más gracioso es ya cuando, además, hay quien queda con amigos para conseguir logros que sólo se pueden obtener en modo cooperativo. Que sí, que de todo hay, y algunos merecen la pena, pero no me negarán, queridos lectores, que en ocasiones resulta un hyper-combo de horas muertas que podrían haber sido mejor aprovechadas en la terraza de una cafetería. La lástima es que esa repetitiva tanda de disparos resulta imprescindible para conseguir otro estandarte.
El conseguir “todos los logros” de un juego es una obsesión para algunos, y cuando nos lo refleja en tanto por ciento ya nos ponemos muy tensos. Terminar algunos juegos sin pararnos a dar un pequeño rodeo para una misión extra puede suponer no superar el 60% del total posible, y ver eso nos quema. Es por ello que buscaremos misiones escondidas y retos ocultos hasta en el hack and slash más evidente. No basta con divertirse un rato recorriendo el Santuario de Atenea apretando botones frenéticamente y revivir una vez más la historia de Saint Seiya. Si hay que buscar otra vuelta de tuerca se busca. Uno nunca sabe qué pueden haber considerado los desarrolladores del juego que resultaba digno de ser premiado.
Mención especial en este sentido merecen honrosas excepciones como la saga Metal Gear. Si bien no puedo afirmar rotundamente que en ninguno de sus juegos (la saga ya lleva unos cuantos títulos a sus espaldas) se premie la práctica de acribillar a tiros a cualquier cosa que se mueva. Es bien sabido que una de sus señas de identidad es precisamente motivar al jugador para que cause el mínimo posible de bajas manteniendo siempre la tensión.
Es conveniente también decir que esto no implica que un juego en sí sea malo o no pueda gustar. Todos los títulos mencionados hasta el momento en este artículo son algunos de los que más he disfrutado hasta ahora como consumidor de ocio electrónico. Precisamente he elegido estos ejemplos para distinguir un aspecto negativo en un buen juego de un total despropósito.
No soy muy aficionado a los consejos, pero sí que les voy a decir qué pienso hacer a partir de ahora con respecto a este tema, por si alguien quiere seguirme. Desde este momento pienso olvidarme de logros, DLCs, trofeos y todo aquello que me impida sentarme a divertirme un rato jugando a la consola. Desesperarme en mi tiempo libre es demasiado absurdo hasta para mí.
Nos vemos en Twitter: @SantiRobles
Este texto refleja únicamente la opinión del autor, y no necesariamente la de Ramen Para Dos, o de sus integrantes.
Facebook
Twitter
Pinterest
Instagram
YouTube
RSS