Uno de los grandes atractivos del Festival Internacional del Cómic de Angoulême eran sus exposiciones, en especial aquellas que son inmersivas. Este año el Espacio Franquin se vistió con ropa tradicional japonesa para recibir hasta 100 páginas e ilustraciones originales de La espada del inmortal, aprovechando la visita al evento de su autor, Hiroaki Samura. La obra se publicó entre 1993 y 2012, quedando recopilada en un total de 30 volúmenes. A España ha llegado de la mano de Planeta Cómic en una edición kanzenban que reduce los tomos a la mitad.
Hiroaki Samura mantiene una relación un tanto extraña con su manga. Cuando su editor le pidió que escribiera y dibujara un jidai-geki, historias ambientadas en el periodo Edo (1603-1868), que tanto gustan al público japonés, el mangaka de 23 años aceptó el proyecto un poco a regañadientes. Según él, los samurái y la ambientación de época no eran lo suyo, ni tampoco los estrictos códigos que rigen el género: buenos con ojos ahumados, malos con mal corte de pelo, lenguaje anticuado, batallas orquestadas… Sin embargo, La espada del inmortal terminó convirtiéndose en una obra de culto, esencial para muchos mangakas como Masashi Kishimoto (Naruto). Galardonada con el Premio Eisner en 2000 y adaptada en dos ocasiones a anime, la obra también cuenta con una película de imagen real estrenada en 2017 y que está disponible en España a través de Netflix.
Volviendo a la exposición, esta abarcó todo el manga, trasladando a los visitantes a la época del Japón feudal. La historia de La espada del inmortal sigue a Manji, un samurái sin amo, prácticamente inmortal, que recorre los caminos del Japón medieval. Para expiar sus crímenes y recuperar su mortalidad, debe matar a 1.000 villanos. Pero, en contra de lo que pueda parecer, no se trata solo de un manga de espadas y peleas sangrientas, sino de un título lleno de poesía, trajes de época e increíbles escenas de batalla, todo ello servido por un dibujo que es todo eclosión y movimiento, pero también en ocasiones muy calmado, casi contemplativo.
Espadas, duelos y asesinatos, composiciones a veces mínimas y otras exuberantes… El gran número de láminas e ilustraciones de Hiroaki Samura que se presentaron en la exposición eran un espectáculo para la vista tanto para los fans como para los no fans. El autor es un virtuoso: su nivel de matiz y detalle utilizando solo un lápiz es impresionante, y sus ilustraciones en tinta son un deleite para la vista que merece la pena contemplar de cerca.
La exposición permitió ver cómo evolucionaron el dibujo y las técnicas del mangaka durante el paso del tiempo, así como sus obsesiones y temas gráficos, en particular el cuerpo, que ocupó un lugar destacado en la muestra, titulada de hecho “Corps et armes” (en español “Cuerpo y armas”). A la entrada, una advertencia explicaba la presencia del manji en el kimono del protagonista, un símbolo que no está vinculado al nazismo, y que es importante explicar para evitar polémicas e indignación por parte del público del festival menos familiarizado con la cultura japonesa.
La primera sala de la exposición, «Sinrazón y sentimiento», se centraba principalmente en la dimensión poética de la obra de Samura. Presentaba ilustraciones más contemplativas, burbujas de calma antes y después de la tormenta, como paisajes o momentos de silencio entre los personajes. A continuación, en «Manji: La cruz y su estandarte», los dibujos se centraban en Manji, un personaje que encarna el tropo del espadachín taciturno y cuyo nombre evoca al símbolo budista del equilibrio de los opuestos.
La siguiente sala, «El pabellón escarlata», era la más impresionante, pues reunía una serie de dibujos coloreados al óleo. Es una técnica que, según el texto que acompañaba a la exposición, no gusta al mangaka, pero que produce un resultado precioso. El rojo también ocupa aquí un lugar importante, tanto en los tonos empleados en las ilustraciones como en la pintura que cubre las paredes, haciendo que el espacio fuera casi agresivo visualmente en comparación con las otras salas, en las que predominaban los negros y grises. La última sección de la exposición, titulada «La cinética de los cuerpos», evoca la obsesión del mangaka por “la carne”. Gráficamente, Hiroaki Samura consigue que los cuerpos sean casi palpables y trata de comunicar el sufrimiento padecido por sus personajes.
En definitiva, la exposición no solo resultó interesante por su espectacularidad, sino porque también permitió conocer a un mangaka que ha influido mucho a otras obras que vinieron después. Hiroaki Samura es, sin ninguna duda, un gran artista, un perfeccionista que sabe utilizar el lápiz con precisión y elegancia.
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