No sé por dónde empezar, y no es precisamente por la disyuntiva de elegir un tema ante la variedad de opciones que ofrece el Salón, sino por todo lo contrario; no sé por dónde empezar porque no hay «literalmente» por dónde.
Tras un tiempo al barbecho sin asistir al que otrora fue «el Salón más divertido de Andalucía», llega el 2024 y, henchido de ilusión y motivación, vuelvo al Salón Manga y me encuentro con que no hay manga. Y cuando digo que no hay manga es que no he encontrado en todo el Salón un solo tomo, nada; y claro está, de anime menos. Eso sí, lo que abundan son grandes espacios vacíos y desolados. Zonas donde en su día apenas te podías mover, se han convertido en explanadas para la charla y el «turroneo».
Pero no todo es motivo de escarnio. Este Salón ha sido tomado por pequeños artesanos que venden sus productos a precios populares, chiquillos y chiquillas (y un poco más maduritos) que quieren sacarse unas pelillas con sus llaveros de Guardianes de la noche y sus manualidades de series clásicas que no pasan de moda. También encontramos artistas humildes que venden sus creaciones y dibujos haciendo verdadero alarde de inventiva en sus stands.
Una férrea seguridad (que en verdad es de agradecer), limpieza y una zona para «matar el gusanillo» muy amplia son puntos a valorar positivamente y que demuestran que aún no está todo perdido.
De la mala organización prefiero no hablar. Habría que preguntar a la madre que se ha ido con su hija llorando porque en el castillo hinchable (muy de manga esto) estaban cuatro bigardos haciendo el mono, por lo que un pie fue a parar a la cara de la niña, y mientras tanto una colaboradora vigilante del entuerto no sabía dónde meterse. Por otro lado, un reportero gráfico con un despliegue técnico a lo concierto de AC/DC contaba hasta con un dron, que dará buen resumen audiovisual de todo lo acontecido en el Salón, al menos de lo poco que había. Esperemos que la organización se haya asegurado de que cumplía con la normativa vigente para utilizar dicha tecnología en un recinto cerrado con menores.
Cosplay, ¡ay nuestro amigo el cosplay! Un concurso con mucho amor y donde la calidad estaba sentada en sillas, porque sí, había grandes trabajos que ni si quiera han participado en el concurso.
Al menos he disfrutado de la charla que han dado Jon Samaniego y Sergio Liébana, Luffy y Zoro respectivamente en el live action de One Piece de Netflix. Verlos contando entresijos del doblaje o cómo Tarek Yassin Skylar, el actor que interpreta a Sanji, tuvo que hacer el doblaje desde Brasil a matacaballo mola y mucho, ha sido un golpe de aire fresco. Algo por lo que, para mí, sí merece la pena pagar la entrada. Pero solamente por esto.
Y ojo, que no quiero criticar al voluntariado, a los seis stands comerciales (sí, habéis leído bien, seis), a todos lo que han pagado una entrada por esto con toda su ilusión, a los chavales que quieren ir a su Salón porque aún no están en disposición de ir a un evento serio… A quien quiero dar un toque de atención es a aquellos que lo han organizado, aquellos que sin conocer este mundillo piden 15 euros por el abono de dos días, a esos son a los que pido que hagan las cosas bien, que no es tan difícil.
Mi última reflexión va hacia los baños, que estaban muy limpios pero sin jabón y sin papel. ¡Ojo! A las 11:00 de la mañana, tan solo una hora después de la apertura de puertas del evento.
En fin, creo que esto es la crónica de una muerte anunciada.
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