Si bien en los últimos años cada vez más gente se anima a darle una oportunidad a historias enmarcadas dentro de la demografía shôjo, todavía existen ciertos prejuicios asociados a estas obras porque (aparentemente) responden al gusto de las chicas jóvenes. Esto hace que muchas personas se pierdan obras maravillosas simplemente por tener asignadas esta etiqueta como, por ejemplo, las de Yoko Kamio, una de las autoras más prolíficas y con más éxito de los últimos años.
Y es que el nivel de producción de obras y su calidad demuestran que su éxito no es una mera casualidad. De todas ellas, Kamio ha logrado sacar dos grandes títulos que quedarán, por qué no decirlo, para la historia del manga. Por un lado, la mundialmente conocida Hana yori dango (No me lo digas con flores en español) y, por otro, Cat Street. Dos series diferentes, pero ambas completamente agradables y con las que quizás la mangaka no sea revolucionaria en el shôjo, pero que demuestran que no hay nadie que cree comedias románticas llenas de líos y situaciones rocambolescas como ella.
En términos generales, a Yoko Kamio le gusta jugar con los triángulos amorosos y darle un giro de 180º a los romances. Sus historias son variadas y todas con algo que aportar, a pesar de contar con los clichés propios de la comedia romántica. Sin embargo, la mangaka también sabe abordar, resolver y amenizar muchos de estos tópicos al redirigir la trama por senderos inusuales y poco explorados en la mayoría de mangas del género.
Por motivos como estos, Yoko Kamio es para mí una de las autoras de manga más importantes, no solo de la demografía shôjo, sino de la industria actual. Este mes de junio, Kamio cumple 55 años y desde Ramen para Dos queremos rendir homenaje, a través de nuestra iniciativa 12 meses 12 autoras, a una autora que ha influido en el público lector de manga como pocos lo han hecho.
El éxito del trabajo duro
Nacida el 29 de junio de 1966, Yoko Kamio inició su andadura directamente como mangaka, sin haber sido previamente ayudante de otros autores, en 1986 en la revista Margaret, de la editorial Shueisha, con la publicación de un one-shot. En 1989 publicó en el mismo magazine tres más: Sayonara wo arigato, Ano hi ni aitai y Suki Suki Daisuki (este último publicado en 1990). Sin embargo, Kamio ha admitido en más de una ocasión que al principio no tenía intención de convertirse en mangaka profesional, especialmente porque su madre se oponía a ello al tratarse de un trabajo muy inestable. Pero finalmente su amor por dibujar fue más fuerte.
En 1991 inició Mary-san no Hitsuji, su primera serialización. Un año más tarde, en 1992, llegó Hana yori dango, con la que alcanzó el éxito internacional y que finalizó en 2008, siendo recopilada en un total de 37 volúmenes tankoubon y posteriormente en una edición kanzenban de 20 tomos. Su éxito le llevó a tener múltiples adaptaciones a lo largo de los años, como una serie de animación de 51 episodios, una película animada, varias adaptaciones a serie de imagen real en distintos países (curiosamente, la japonesa supuso el salto a la fama del popular actor Shun Oguri, quien interpretó a Rui Hanazawa), una película live-action e, incluso, un juego para Game Boy.
Muy poco después de finalizar Hana yori dango inició la publicación de Cat Street, una serie más madura y con un toque personal que contó con 8 volúmenes. Ésta fue adaptada también a serie de imagen real para televisión y terminó el mismo año en el que empezó a publicar Matsuri Special. Con esta última debutó en la demografía shônen, al publicarse en la revista Jump Square. Esta obra tiene como protagonista a Matsuri, una joven que compagina las clases en el instituto con la lucha libre, deporte que Kamio introdujo al ser aficionada desde pequeña, pues solía ver los combates con su padre.
Entre 2009 y 2010 Kamio se tomó un breve descanso para volver con Tora to ôkami (Tiger and wolf), que terminó en 2012. A finales de ese mismo año ofreció a sus lectores el one-shot titulado Ringo banana gyunyu, creado especialmente para el número de diciembre de la revista Margaret. En 2013 empezó la publicación de una serie corta, Ibara no kanmuri, que debutó en la revista Betsuma, también de Shueisha, y que finalizó en 2014.
Su último trabajo conocido es Hana nochi hare, la secuela de Hana yori dango. Inició su publicación en 2015 en el sitio web Shônen Jump+, siendo su primera y única serialización que se ha publicado de forma simultánea en Japón y Estados Unidos. La historia, ambientada también en la Academia Eitoku, pero con otra generación de protagonistas, fue adaptada a serie de imagen real en 2018. En 2019 Kamio le puso punto y final al manga, quedando recopilado en un total de 15 volúmenes.
Dado este extraordinario nivel de producción de obras, no es de extrañar que muchas hayan llegado a España, todas de la mano de Planeta Cómic. Lamentablemente, mangas como Cat Street y Matsuri Special ya son muy difíciles de encontrar en librerías, pero sí es posible hacerse con Tiger & Wolf y, en especial, con No me lo digas con flores. De esta última, la editorial publica actualmente la edición kanzenban y ya ha lanzado al mercado español los primeros 11 volúmenes de los 20 con los que cuenta.
No me lo digas con flores, el punto de inflexión
Yoko Kamio sabe mejor que nadie cómo crear un melodrama que no sea molesto de leer y, lo más importante, cómo escribir triángulos amorosos. De todos los que ha hecho, el más famoso e imitado en el mundo es sin ninguna duda No me lo digas con flores.
Cuando Kamio comenzó a publicar este manga, era una autora que apenas empezaba a despuntar en la industria, pero que ya publicaba en una revista icónica del shôjo como es Margaret, lo que demostraba su inmenso potencial. Poco sabía la mangaka que esa historia que un día propuso a los editores, sobre una chica que va a un instituto para ricos, y que pensaba que como mucho daría para unos cuatro tomos recopilatorios se convertiría en algo tan grande. Pero a medida que iba dibujándola la serie empezó a tomar cuerpo y tardó 11 años en completarla.
A través de las páginas de No me lo digas con flores podemos ver su enorme evolución. De hecho, podría decirse que trabajando en este manga Kamio aprendió a dibujar. No hay más que comparar la primera y la segunda portada de los volúmenes tankoubon. Parecen dibujados por personas diferentes. Lo bueno es que ese cambio progresivo en el estilo de la mangaka no afectó a la historia. A pesar de todo el tiempo que pasa en el mundo real, en la serie solo transcurre un curso escolar. Pero son unos meses tan intensos (con secuestros, accidentes, pérdidas de memoria e, incluso, prometidas inesperadas) que cambiarán la vida de los protagonistas y la gente que les rodea.
Yoko Kamio estará siempre unida a esta historia. Los enredos de Makino Tsukushi y los chicos del F-4 han vendido más de 60 millones de copias en todo el mundo, convirtiéndose en 2018 en una de las franquicias más exitosas y en el shôjo más vendido de Japón por encima de clásicos como Sailor Moon. Además, Kamio fue reconocida por este trabajo en 1996 al recibir el Shogakukan Manga Award en la categoría de shôjo. Pero eso no es todo. No me lo digas con flores ha sido adaptado a numerosos formatos, siendo el más popular seguramente la serie de imagen real coreana Boys over flowers (2009), disponible en Netflix.
Pocas obras han conseguido tanto y han influido tanto y a tantas generaciones como No me lo digas con flores. Es más, me atrevo a decir incluso que fue la que marcó toda la corriente de mangas del género que vino después. Por supuesto, la historia tiene sus más y sus menos y el final no es espectacular, pero el viaje sí que lo es. Y solo por eso merece mucho la pena.
Menos es más
Yoko Kamio no destaca especialmente por dibujar planos y escenarios detallados en sus obras, ya sea porque no es tan versada al respecto o porque se siente más cómoda recurriendo a la sencillez. Y es justo ahí donde ocurre la magia. La mangaka enfoca todos sus esfuerzos en trabajar a sus personajes tanto a nivel narrativo como estético. Las expresiones faciales son variadas y distintivas, expresan muy bien qué están sintiendo y se adaptan a cada uno de ellos.
Pero una cosa es innegable: Kamio logra una gran evolución desde su primera obra hasta la última. Su estilo ha ido madurando desde un dibujo muy representativo del shôjo de los 90 y más emborronado a uno mucho más limpio, pero sin perder su esencia. Las páginas recargadas que podían suponer un problema para la narrativa dieron paso también a una mayor planificación del orden de las viñetas, y a simplificar en sus páginas lo que solo podía ser producto de una mayor madurez personal y profesional. Esto le llevó a ganar intensidad emocional, al detenerse más en las expresiones de los personajes, sus miradas y sus poses.
En una línea más personal, Yoko Kamio es una autora de referencia para mí porque sus obras fueron de las primeras que leí cuando me adentré en el mundo del manga. Sus tramas, que te hacen reír y sufrir a partes iguales, y los distintos grados de madurez en sus obras me resultaron fascinantes y me adentraron a un mundo del que, da igual los años que pasen, me tiene completamente atrapada.
Por eso me parece que es una autora que permite un buen punto de entrada a la lectura de comedias románticas en el manga. Porque nadie coge un manga de Kamio simplemente para leerlo, sino para involucrarse emocionalmente con la historia y los personajes y, en definitiva, para sumergirse en él. Y ojalá siga siendo así por muchos años más.
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