La década de los noventa empezó con toda una revolución en el mundo del cómic, el manga empezaba seriamente a salir de Japón. La industria española de la historieta no pasaba por su mejor momento, pero bombazos como Dragon Ball descubrieron un nuevo mundo por el que apostar, una salida a la caída libre del cómic de superhéroes o el agotamiento del underground.
Así pues, apenas dos años después del inicio del boom del anime japonés (Akira y Dragon Ball), se empezaron a editar los primeros mangas: El Puño de la Estrella del Norte, Crying Freeman, Bastard!!… dando lugar más tarde a la famosa serie blanca de Dragon Ball. A los títulos de Planeta Cómics se sumaron luego otras editoriales como Norma Editorial o Glénat, a la vez que el anime era cada vez más importante en las parrillas televisivas. Sin duda el fenómeno era una explosión repentina, siendo muchos los que vaticinaron (o desearon) que esto se acabaría pronto, que era una moda pasajera. Pero había otros que estaban convencidos de que esto era algo más que un capricho, más que la excitación por la novedad, habían descubierto un mundo nuevo y querían saber más.
Algunos ya llevaban leyendo cómics mucho tiempo, para muchos otros (y muchas otras, sobretodo), los mangas eran los primeros que se tomaban realmente en serio. Fanzines, revistas semi-profesionales y un ensayo en forma de pequeña convención, eran la prueba patente de que acababa de nacer una nueva escena dentro del panorama comiquero nacional. Así pues, Ficomic se encargó de organizar el primer Saló del Manga i el Videojoc de Barcelona; y ya han pasado 20 años desde entonces. 20 años en los que la afición por el manganime y la cultura japonesa en general no ha parado de crecer, donde la industria también ha crecido de forma exagerada, para luego sufrir una caída libre y más tarde estabilizarse. Existe una escena manga sólida, así que podemos poner el último clavo al ataúd de la “moda pasajera”.
Lo que no deja de ser sorprendente es la celeridad con la que se creó esta nueva escena manganime. Recordemos que en 1990 fue cuando Akira y Dragon Ball tomaron a todo el mundo por sorpresa, que en apenas un año y pico empezaron a salir los primeros mangas publicados en España, y en tres años ya teníamos al menos a tres editoriales apostando por el cómic japonés. Además, paralelamente existía ya una escena de fanzines y revistas que, sin tener acceso a Internet, era capaz de hablar de lo que estaba pasando en Japón, Francia o EEUU. Y sin duda, que alguien apostase entonces por celebrar un evento dedicado al tema, realmente debía parecer una locura. Pero aquí estamos, escribiendo un texto para una web que recibe miles de visitas diarias para saber qué se cuece en el aquí y el allí de la esfera manganime. Y después de más de 20 años de manga en este país, aquellos que ya tenemos cierta edad no podemos evitar echar una mirada atrás, pensar en todo lo que ha cambiado, en lo que sigue igual, y en lo que hemos aprendido a lo largo de todo este tiempo.
Lo primero y más evidente es que la publicación de manga no tiene absolutamente nada que ver con sus inicios. De esos primeros tomos en formato prestigio que cortaban la historia donde convenía para el número de páginas disponibles, hasta las distintas ediciones (tankobon, kanzenban, etc.) casi idénticas a las japonesas actuales. De traducir ediciones inglesas o francesas a tener auténticos expertos en la traducción del original japonés. El Saló del Manga de Barcelona empezó en la Estació de França, y aunque ya desde esa primera edición se vieron cosplays (de Sailor Moon, por ejemplo), no se puede comparar con el espectáculo del concurso para el World Cosplay Summit. No hace falta decir que la envergadura del evento no tiene absolutamente nada que ver con unos inicios algo desangelados. Si viajásemos atrás en el tiempo y les mostrásemos las imágenes de colas y aglomeraciones de cada año a fans y organizadores de ese primer salón, seguramente no se lo creerían. Sin duda, para el aficionado al manga y al anime las cosas han ido a mejor, se han dado pasos de gigante. En los noventa no era descabellado seguir la gran mayoría de mangas que se publicaban, o al menos la mitad de ellos. Hoy en día hay tanta oferta, incluso en tiempos de crisis, que es completamente inabarcable (y no hablemos ya de todo lo que hay disponible en la red).
Pero hay cosas que no han cambiado demasiado. En Japón, los mangas de mayor éxito comercial suelen ser shônen, y aquí pasa y pasaba exactamente lo mismo. Es lógico, la media de edad del lector de manga es la que es, pero lo que puede ser algo preocupante es que esto apenas haya cambiado en estos 20 años. Los primeros años de publicación manga fueron lógicamente un experimento, se intentaron muchas cosas, y algunas no funcionaron. Se llegó a algunas conclusiones: la primera, que ninguno de los mangas que se publicaban llegarían jamás al nivel de ventas de Dragon Ball; la segunda, que sin el apoyo del anime en televisión todo se hacía más difícil; y la tercera, que por entonces, el público no estaba preparado para aceptar aquellos mangas que se alejaban demasiado de la fantasía, la acción o la ciencia ficción. Sacar una revista quincenal (luego mensual), con mangas de distintas temáticas acabó siendo un fracaso, y por lo tanto, la conclusión más que evidente era que el mercado español jamás funcionaría como el japonés. De hecho, se volvió a intentar algo parecido varios años después, y aunque la elección de series fue lamentable, la respuesta del público fue peor. Afortunadamente, en algo hemos mejorado con tanta oferta y es que al final parece que el manga seinen empieza a ser algo a tener en cuenta, y que apostar por según qué títulos a priori poco convencionales, puede tener una respuesta positiva (tarea pendiente es el shôjo/josei).
Aun así, sigo pensando que la escena manganime es poco madura. No estoy hablando sólo de una cuestión de edad, ya que es evidente que lo de ser lector de manga tiene fecha de caducidad para la mayoría (en parte porque durante muchos años no se ha publicado nada que siga interesando a lectores más creciditos). Lo que le falta a nuestra escena manganime es una base sólida, que exista realmente un espíritu crítico, un interés por el manga que vaya mucho más allá de lo que dictan las modas. Hay que tener referentes comunes, hay que tener una historia propia, y veinte años ya dan para tenerla, pero no parece interesar demasiado más allá del fenómeno Dragon Ball.
Hacer comparaciones es arriesgado, pero pensad por un momento en los cómics de superhéroes. Es evidente que no paran de reinventarse, de sacar nuevos números 1 cada dos por tres para atraer a lectores nuevos, pero existe un respeto por la historia del medio que no he sabido encontrar en el manga. Hay títulos míticos de Marvel o DC que se van reeditando cada X tiempo, no solo para los lectores que quieren recuperar algo que leyeron de jóvenes, también para aquellos que acaban de aterrizar en el mundillo y quieren saber de dónde viene todo. ¿Pero en España le interesa a alguien la historia del manga? Parece que a pocos. Por supuesto que se ha apostado fuerte por Tezuka desde varias editoriales, pero la respuesta no creo que haya sido excelente. Pero es que si apostar por Tezuka ya es dar un salto de fe, apostar por cualquier otro autor/a clásico se presenta como una quimera. Un ejemplo, parece que Cibercafé a la Deriva ha funcionado bastante bien, mientras que la obra original en la que se basa fue un fracaso absoluto. ¿Ha conseguido el remake aumentar el interés por la obra original? Me gustaría pensar que sí, pero me temo que no.
Parece que el otaku medio sufre de cierta alergia a todo aquel dibujo que se aleje de los cánones actuales, a cualquier historia que tenga más de diez años. Y así es imposible que tengamos un lector culto, con un criterio que vaya más allá de lo que sea que se publique en la Shônen Jump (con todos mis respetos a lo que se publica, por supuesto). Quizás sea cosa mía, pero no me cabe en la cabeza que alguien que se considere fan de cualquier cosa no sienta una mínima atracción por conocer los orígenes, la historia, los precursores de todo aquello con lo que disfruta. No entiendo un fan del manga que jamás haya hecho el intento de leer a Tezuka (ni siquiera gustarle, intentarlo), no entiendo un fan de los zombies que no haya visto La noche de los muertos vivientes, ni entiendo un fan de la ciencia ficción que no se haya acercado jamás a un texto de Isaac Asimov.
Está lejos de mi intención decirle a la gente lo qué tiene que gustarle o lo que tiene que leer, simplemente expreso un deseo, el de tener un público algo más consciente y cultivado, algo que normalmente lleva a ampliar las miras, a tener perspectiva, y en definitiva, a apreciar mucho más su propia afición. Tenemos que conseguir que alguien que se interesa por el manga, no lo haga solo porque a su amiga le gusta y luego se olvide cuando sus amigos cambien de interés, tenemos que conseguir que el manga le atrape e interese en su totalidad, como el arte que es, no como un simple producto ocasional. Si conseguimos esto, estos lectores más jóvenes probablemente en el futuro seguirán leyendo manga, y ampliarán sus horizontes… y no nos engañemos, gastarán más dinero (porque tendrán más), y las editoriales se podrán permitir mayores riesgos.
Fijémonos en Japón por un momento. A finales de los años cincuenta, prácticamente todo el manga era shônen o shôjo, pero gracias las sinergias entre un público que empezaba a madurar y unos dibujantes que lo hacían paralelamente, se creó una demanda de contenidos distintos, para un público mayor. Así aparecieron corrientes como el gekiga, luego el seinen y finalmente el josei. Fue gracias a esta explosión de nuevas demografías que el manga empezó a tratar los temas más variopintos, a jugar con todo tipo de géneros y estilos, en definitiva, lo que llevó al manga a convertirse en algo absolutamente transversal que no entiende de edades ni sexos. Nunca llegaremos a ser como Japón, pero nos conformamos con serlo un poquito más.
Y ahora llega el momento del “yo he venido a hablar de mi libro”, y es que todo este discurso explica la ilusión con la que muchos hemos participado en un proyecto como es la enciclopedia Del tebeo al manga. Una historia de los cómics, y más concretamente, en el tomo Manga: Made in Japan, el apéndice que cierra la colección. Se trata de un tomo único por muchos motivos. Que sepamos, no existe ni inglés ni en español (y puede que en ningún otro idioma de Occidente) un tomo que trate la historia del manga con el detalle y rigurosidad que se ha hecho en este tomo. Que hay pocos libros que hayan ofrecido una descripción de tantos géneros y “modas” dentro del manga o que incluyan tantas biografías de mangaka de renombre como este. Además, se incluyen tantos otros textos sobre la narrativa y lenguaje visual del manga, la traducción, el iberomanga o la relación con el anime. Como decía, la ilusión de haber podido participar en un proyecto de estas características es enorme, porque creo que esto es algo que hacía falta, algo necesario para la escena manganime, y algunos dicen que se puede convertir en obra de referencia. Ojalá fuese así, y que después de 20 años de nuestra particular historia del manga, aquellos anhelos de los primeros aficionados que querían ver como un día se publicaban decenas de mangas de cualquier tipo y condición, puedan ver como cada vez estamos más cerca de conseguirlo.
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