Toshio Maeda visitará el XXII Salón del Manga de Barcelona y con él, si todo va bien, su manga, editado por Yowu Entertainment. Esta noticia, pasó sin pena ni gloria entre la vorágine de noticias, licencias e invitados del evento barcelonés. En parte es lógico dado que a la actual generación de aficionados ni les suena Urotsukidoji, y mucho menos el nombre de Toshio Maeda.
Si alguno ha investigado un poco, sabrá que fue el precursor de un género del manga erótico y pornográfico, lo que le valió el título del “rey de los tentáculos”. Pero su influencia llega mucho más allá. Para muchos, su obra, Urotuskidoji, fue el primer anime “guarro” que vieron sus ojos. Entre ellos, el que firma estas líneas. Para mí, y otros tantos de mi generación que superamos con creces la treintena, Toshio Maeda nos abrió los ojos a un género de la animación que hasta entonces no existía, o como mucho, tocaba de manera tangencialmente como mero reclamo cuando sus personajes femeninos enseñaban algo de carne.
Para todos aquellos, quiero narrar lo que supuso para mí. Mi propia experiencia, posiblemente similar a la de tantos otros, que tras escuchar que el creador de Urotsukidoji visitaba Barcelona, sentimos añoranza por una época en la que no existía la facilidad de acceso a la pornografía que conocemos ahora.
Era la década de los 90. Bola de dragón, que por aquél entonces aún no era Dragon Ball, triunfaba en los canales autonómicos. Akira había revolucionado la manera de entender la animación y algunas editoriales como Planeta DeAgostini, estaban dando sus primeros pasos en el manga.
Mientras el manga comenzaba a llegar a los quioscos (si, en aquella época lo habitual era comprar cómics en el quiosco del barrio) en formato comic-book, muchas veces tras sufrir el destrozo de las editoriales americanas, el anime comenzaba a llegar en formato VHS con cuenta gotas a los videoclubs. Era una época que recuerdo con mucha nostalgia. El fin de semana arrancaba el viernes con la visita habitual a Akira Cómics para comprar cómic y manga, pero las mañanas del sábado estaban reservadas para la visita al videoclub del barrio.
En aquella época, Manga Films estaba apostando por la animación japonesa e inundaba los videoclubs con películas y OVAs de animación japonesa. Raro era la semana en la que no te llevaras a casa el combo de videojuego para Super Nintendo y película de anime en VHS. Recuerdo los fines de semana como tardes de vicio a la Super Nintendo mientras visionaba anime en casa de mi amigo Samuel, Fernando o en la mía propia. Fue una época bonita.
Por aquellas adolescentes sesiones de vicio friki pasaron clásicos como Venus wars, El puño de la Estrella del Norte, Dominion Tank Police, Porco Rosso y alguna película de Dragon Ball. Pero de entre todas ellas, hubo una que recuerdo como si fuera ayer cuando la alquilamos y nos pusimos a verla: Urotsukidoji.
Todos los que hayan vivido esta época, recordarán que los VHS de Manga Films tenían todos el mismo tráiler de inicio. Un vídeo promocional con secuencias de sus licencias, mezcladas, con música de fondo y mensajes subliminales que nos dejaban flipados.
A parte de ese vídeo, a veces incluían tráilers y promociones de otras licencias de la distribuidora, pero hubo una que siempre nos llamó la atención: Urotsukidoji. Parecía que rebasaba con creces los límites entre lo sensual y lo sugerente, que ya habíamos visto en títulos como Dominion Tank Police. Urotsukidoji parecía que iba más allá. Así que un día decidimos arriesgarnos y la alquilamos, sin que el responsable del videoclub nos dijera nada, ya que ninguno creo recordar era mayor de edad. ¿Y por qué iba a decirnos nada? Sólo estábamos alquilando una película de dibujos animados, que estaba en la misma estantería que Mi vecino Totoro, la última de Dragon Ball y Doomed Megalopolis.
Ese sábado, tocaba ir a casa de Samuel y ni cortos ni perezosos pusimos la peli en su vídeo VHS del salón. Su madre y su abuela pululaban por casa, mientras la panda nos reuníamos alrededor de la tele para ver la última película de anime que habíamos alquilado en el videoclub.
Aún recuerdo nuestra cara de estupor cuando tras pasar los tráilers visualizamos aquella primera escena de la película en la que se muestra una orgía de demonios entre claroscuros. Y aunque aquella sólo fuera una escena un tanto oscura, a los pocos minutos ya habíamos visto a un chaval de instituto, que a la postre era el protagonista, colarse en el vestuario de las chicas para darle al manubrio tan ricamente. Pero lo mejor llegaría poco después, cuando empezamos a asimilar lo que después se convirtió en el “género de los tentáculos”: una profesora transformada en una bestia llena de tentáculos violaba a una alumna, penetrándola por distintos orificios a la vez que la cubría de un líquido luminoso y pegajoso. Todos esto y no llevábamos ni 15 minutos de película. Estas escenas estaban acompañadas, claro está, de los típicos gritos y alaridos de placer del género.
En este punto, os quiero recordar la situación. Una panda de tres o cuatro chavales entre 14 y 17 años, en el salón de casa de uno de ellos la mañana de un sábado con su madre y abuela por casa haciendo sus cosas. Os podéis imaginar la reacción del chico de la casa, primero bajando el volumen del televisor y en segundo lugar colocando su dedo sobre el botón de “STOP” por si las moscas. Eso sí, si no había peligro de que su madre o abuela pasaran por allí, la peli seguía puesta. Pero claro aquello no había por donde cogerlo, pues la tensión era insostenible, y digo tensión, en el más amplio significado de la palabra. Tanto por la presencia de adultos, como por las hormonas en ebullición de un grupo de adolescentes.
Creo recordar que la película no duró puesta mucho más allá de los primeros 20 o 30 minutos. Sabiamente decidimos que cada uno la viera en la intimidad de su habitación, pasando de mano en mano. Y nunca mejor dicho.
De esta manera descubrimos el hentai. Hasta entonces conocíamos la pornografía, tanto en películas de imagen real, como en cómics y revistas. Pero aquello era nuevo para nosotros. ¿Dibujos japoneses pornográficos?¿Colegialas japonesas de coletas penetradas por múltiples tentáculos pegajosos? ¿Monstruos gigantescos explotando tras fornicar con otro bicho de aparente aspecto femenino? ¿Pero esto qué es?
Para nosotros fue todo un descubrimiento. Tras aquella película, que como imaginareis caló muy hondo en nuestra impresionable mente adolescente, llegó su segunda parte, e incluso otras producciones menores con buenas dosis de monstruos fornicadores como Wicked City. Aunque ninguna, jamás llegó a calarnos como Urotsukidoji.
Muchos de los que estén leyendo esto recordarán Bible Black, por que fue emitida en un canal privado a altas horas de la noche durante una temporada años después. Si, hentai en la televisión. Y para ellos, habrán descubierto lo que era el hentai, con aquella serie, que si se me permite la opinión era de una calidad bastante inferior a Urotsukidoji. Ya no sólo en la calidad de la animación, si no también en el argumento. Por que sí, amigos, Urotsukidoji contaba con una historia trabajada, sin que fuera un alarde de originalidad, pero con su historia. Vamos, que había fornicio, sí, pero con un mínimo de sentido.
Por todo esto Urotsukidoji siempre estuvo muy presente en mi cabeza. Por lo que hace unos años cuando Toshio Maeda, el creador del manga que inspiró aquellas películas y OVAs que tanto calaron en mi adolescencia, visitó nuestro país no dudé en entrevistarlo y comprarle un original de uno de los personajes de Urotsukidoji.
De aquel encuentro con un autor de manga, ya algo anciano, me quedo con varios detalles que me dejaron muy marcado. Primero, su simpatía y naturalidad. Era una delicia escucharle hablar con tanto orgullo de su obra, títulos que habían inspirado y abierto las puertas del hentai a occidente. Él fue el primero de todos lo que vinieron después. Era el Otomo o Toriyama del hentai. De aquel encuentro también guardo con cariño un original que vendía en su stand de uno de los protagonistas de Urotsukidoji y que tengo orgullosamente colgado en mi salón. Afortunadamente era de los más recatado que tenía y los tentáculos, salvo que mires detenidamente, no parecen manojos de penes.
Es por esto, que me sentí muy contento de saber que este simpático autor volvería a nuestro país. Muchos de mi generación disfrutarán con su visita. Os invito a todos los que como yo descubristeis el hentai con Urotsukidoji, compartáis unas palabras con él en inglés, o con su mujer que sabe hablar castellano. Seguro que os llevaréis a casa una grata experiencia.
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