A muchos de los que no están familiarizados con las viñetas y series animadas japonesas les sorprenderá la aparición de senos femeninos o torsos masculinos musculados en obras destinadas para público adolescente, por no hablar de alguna escena picaresca y explícita en historias para un público más maduro, por lo que podrían llegar al prejuicio erróneo de que todos los mangas son pornográficos. Para entender mejor la mayor aceptación de dicho contenido en el país del sol naciente, es preciso resaltar las diferencias culturales e históricas entre los medios de entretenimiento de Oriente y Poniente.
En primer lugar, no se puede negar el hecho de que a toda civilización le ha interesado el sexo, independientemente del ámbito espacio-temporal, sea en Japón o Europa. Pero mientras que en Occidente la sexualidad (sea entre personas del sexo contrario o del mismo) se relacionaba con pecado por culpa de los dictados de la Iglesia, en el lejano Oriente sexo se asociaba a dar placer. Al tratarse de un aspecto de la vida cotidiana, se representaba abieramente en tallas o shungas. No obstante, a partir de la Era Meiji se restringió esta libertad de expresión pues las autoridades preferían oprimirla desde arriba a modo de acercarse al mundo occidental. Fue después de acabar la Segunda Guerra Mundial cuando resurgió poco a poco la representación del erotismo, siendo cada vez más explícito con el paso de los años: primero en los gekiga, después en forma de humor gamberro, en los 70 en el manga y en los 80 en animes.
En segundo lugar, a los occidentales les choca la existencia de escenas con alta dosis de sensualidad en dibujos animados, principalmente porque dicho género está destinado principalmente al público infantil, mientras que en Japón es un medio con el que se puede expresar cualquier contenido, sea para niños o adultos. Además, las primeras obras importadas de Oriente en los 80 eran animes eróticos, considerados algo exótico, por lo que el público juzgó como pervertido todo manga o anime traído desde el archipiélago asiático. Entre ellas se encontraba Las mil y una noches, escrita y producida por Osamu Tezuka en 1969, o Cleopatra: reina del sexo, dirigida por el mismo artista junto a Eiichi Yamamoto en 1970. Ambas fueron clasificadas como películas X por los distribuidores estadounidenses –más bien por razones de márketing- y la segunda fue descrita por un crítico como “cosa de niños con pechos desnudos”. Pero a medida que iban apareciendo más series niponas, la indignación fue reduciéndose paulatinamente.
Sin embargo, en el país del sol naciente todavía existen representaciones que la legislación prohíbe. El artículo 175 del código penal japonés no permite mostrar genitales, por lo que suelen aparecer borrosos o tapados por una barra negra. Tampoco se permiten las escenas zoofílicas con animales reales y hasta poco se prohibía representar el vello púbico. En cambio, existen dos subgéneros surgidos precisamente para eludir la censura sin rechazar la exposición de la sexualidad. El primero es el eroguno, un subgénero desarrollado en los 80, de contenido violento y protagonizado por monstruos con tentáculos que intervienen tanto en escenas de acción como eróticas. Al ser criaturas fantásticas, éstas se alejan de la zoofília y sus tentáculos no pueden ser considerados genitales, por lo que no atentan contra la ley. Uno de los impulsores del género fue Toshio Maeda con Urotsukidōji: la leyenda del señor del mal o La Blue Girl. El segundo es el lolicon (y su versión masculina, el shotakon) ya que para evitar la representación de sexo entre adultos con cuerpo desarrollado y vello – que estaba prohibido hasta 1994 como hemos dicho y desagradaba al público más joven – se empleó a chicas y chicos muy jóvenes y con proporciones idealizadas. En lo últimos años surgieron polémicas en torno al lolicon. En 2008 UNICEF Japón emitió unas polémicas declaraciones sobre la pornografía infantil en Japón y los derechos de los niños, incitando a la prohibición de las representaciones sexuales de menores en manga, anime y videojuegos. En febrero de 2010 el alcalde consevador de Tokio, Shintaro Ishihara propuso a la Asamblea de Tokio poner fin a la venta de mangas con escenas sexuales que impliquen la presencia de menores, levantando revuelo en el mundo del manga y los foros japoneses de Internet. Tanto famosos mangakas como el partido de la oposición rechazaban la propuesta por violar la libertad de expresión y acabó siendo tumbada por la Asamblea de Tokio en junio. Finalmente en noviembre de 2010 se presentó una versión más suavizada que se refería solamente a material publicado en forma de papel o DVD pero no a los contenidos descargables de Internet. De hecho, en abril de 2011 se retiraron varios títulos acusados de contener temas de violación de menores o incestuosas.
En todo caso, conviene señalar que existen muchas variedades en cuanto a la reproducción del contenido sensual. Así, la aparición espontánea de braguitas o senos voluminosos no son más que fanservice inocente para adolescentes que comienzan a mostrar interés por el sexo. Mientras tanto, los eromangas especializados en el tema (en Japón no se emplea la palabra hentai o ecchi para referirse a este género, sino el término eromanga, seijin o 18 kin) se publican por editoriales específicos con una tirada menor y están destinados a un público mayor de 18. Estas obras cuentan con representaciones bastante detalladas de la más variada gama de prácticas y comportamientos sexuales pero muchos no se reducen solamente a eso, sino que cuentan con un argumento bastante más elaborado que cualquier material pornográfico occidental. En todo caso, si alguna representación resulta muy extrema, el lector tiene libertad para cerrar el tomo o parar el reproductor de DVD.
Por último, aunque el ciudadano occidental acepte el contenido visual erótico en dos dimensiones, suele seguir preocupándose por la forma en que éste pueda influenciar al comportamiento de los lectores, por el miedo a que su lectura genere acciones perversas o violentas. No obstante, al igual que ocurre con la violencia en las series, no se puede encontrar una correlación positiva y significativa entre el consumo de manga o anime nipón con contenido sexual y el comportamiento. Es más, en Japón se considera que mientras los lectores tengan libertad para leer sobre ciertas acciones, menos incentivos tendrán para cometerlas. Y desde el comienzo de la publicación de manga y anime con contenido sexual en Japón en los 70, las tasas de violencia y de delitos sexuales han caído, aunque claro, en esta disminución de la criminalidad influyen muchos factores adicionales. No hay que olvidar que el objetivo de los mangas o animes eróticos es simplemente entretener al público y transportarle en otra dimensión.
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