¿Qué es un dios sin fieles ni templo? Sin nadie que le conozca, Yato, un dios menor, lucha contra su destino para conseguir un lugar en el cielo. Desde limpiar el baño hasta romper los lazos que corroen a la gente. Por una ofrenda de 5 yenes, cualquiera conseguirá todo aquello que desee.
De un país donde existen dioses para todo lo que pueda llegarse a pensar, llega un manga hablando de uno que lucha por hacerse un hueco. Noragami se presenta como la lucha de Yato contra el Cielo y un destino que no siempre es cálido y amigable. Pero no lo hace solo. Noragami también es la historia de su relación con Hiyori, una chica capaz de cruzar a la otra orilla, unidos por una promesa que ninguno tiene intención de cumplir. E, incluso, es la historia de Yukine, un joven perdido, que no conoce su pasado y le aterra el futuro, que acaba convertido en el tesoro sagrado de un dios al que nadie recuerda.
Ser un dios no es tarea fácil
Noragami empieza su andadura como quien no quiere la cosa. Yato es, en muchos sentidos, nada del otro mundo. La historia se presenta como el típico sueño americano, pero a la japonesa. Un dios don nadie, que hace lo que haga falta con tal que le recuerden y lucha contra viento y marea para obtener un lugar en el cielo. Y es justo eso lo que llama la atención. Yato, que se muestra como un dios, no es a fin de cuentas nadie realmente importante. Noragami saca ahí su primera carta: los dioses y los humanos son más parecidos que diferentes.
Ambos sufren las “diferencias de clases” donde los dioses mayores tienen todo tipo de riquezas, no sufren agobios y viven de la mejor manera posible; mientras que los dioses menores se desviven por mantenerse en un país que empieza a olvidar a las pequeñas deidades. Es bastante interesante como la figura de los dioses, como seres superiores, se convierte en una mucho más humana. Se baja del pedestal para dar a conocer una versión mucho más sincera de lo que realmente pueda ser un dios. Emociones como la desesperación, la rabia, el amor, e incluso el miedo, se refleja en todos y cada uno de los personajes. Noragami juega, y muy bien, la baza de los humanos como creaciones hechas a imagen y semejanza de los dioses.
Entre la vida y la muerte
Uno de los principales puntos de la serie es el uso de la cercanía que presentan la vida y la muerte. Esto se ve en especial en la relación entre los tres protagonistas de la historia: Yato, como dios “inmortal”; Yukine, como el “shinki” de Yato; y Hiyori, como la “chica humana”.
Porque, al igual de importante que lo es Yato, lo es Hiyori. Ella es el punto de unión perfecto entre el plano terrenal y el celestial. Porque, a grandes rasgos, vive, literalmente, en el limbo entre la vida y la muerte. Yato y ella se conocen cuando la muchacha sufre un accidente de tráfico mientras intentaba salvarle la vida al dios. En este accidente, Hiyori queda atrapada entre las dos fronteras, convirtiéndose en un espíritu, un alma que no ha llegado a pasar al otro lado. Pero, a diferencia del resto de estos, Hiyori no está muerta, por lo que es capaz de moverse tanto en un mundo como en otro. Es esta habilidad lo que le permite poder interactuar con los dioses al igual que con los humanos.
Pero, a pesar de parecer algo bueno, en el momento en el que la joven separa su alma de su cuerpo para poder interactuar con Yato, su cuerpo terrenal se queda en estado de coma. Por ello, Hiyori le pide al dios que le ayude a volver a la normalidad. Esa petición será el lazo que unirá a los dos protagonistas durante toda la serie. Por otra parte, Yukine es un tesoro sagrado, un Shinki. Al igual que Hiyori, es un espíritu. A diferencia de que él sí murió. Sin embargo, Yato le da un nombre, Yukki, y le toma como su espada, su arma para acabar con sus enemigos y poder así convertirse en un dios reconocido.
Noragami demuestra así la importante relación entre los humanos y los dioses. Ya no sólo por el hecho de que las deidades nazcan y vivan por y para los deseos de la gente, sino porque necesitan de ellos para poder obtener dichos deseos. Los dioses toman las almas de los humanos convirtiéndolas en sus herramientas, sus tesoros sagrados. De esta manera, al darles un nombre se convierten en diferentes objetos que ayudan a los dioses.
Más, al igual que las almas se convierten en los ayudantes de las diferentes divinidades, también pueden ser sus enemigos. Ahí es donde aparecen los Ayakashis, fantasmas de las almas errantes corrompidas por la maldad del mundo. Estos mismos monstruos son los que atormentan a los vivos, y, por ende, el principal enemigo de los dioses.
El Cielo no es tan misericordioso
Si una cosa quiere la historia dejar clara desde su primer momento es que Yato, no es, ni mucho menos, un dios amable y bondadoso. Su objetivo desde el principio es claro: ser un dios conocido. Le da igual lo que ha de hacer, pero quiere llegar a ello. No se niega que sea trabajador, o al contrario, demuestra que le mueve única y exclusivamente la codicia. Pero si que se presenta a un Dios no tan misericordioso, como suele representarse a la mayoría de estos. Yato es como cualquier otra persona. Tiene un objetivo claro y lucha por ello. No porque así pueda ayudar a mucha gente, sino porque así él puede sobrevivir.
El servir a la humanidad no es el objetivo, es el camino a recorrer para llegar a él. No se puede olvidar un detalle fundamental, Yato es un dios de la calamidad. Nació del deseo del hombre de matar a sus iguales, en una época en la que la vida y la muerte, esa franja de la que tanto se nutre la historia, no tenía gran importancia. Esto no significa, ni mucho menos, que Yato sea un personaje estático. El propio dios evoluciona, deja de ser tan egoísta y empieza a pensar en los demás conforme la historia avanza. Pero no por ello se puede negar el objetivo principal del porqué de su comportamiento al principio de la historia. Lo mismo ocurre con todos y cada uno de los personajes.
Yukine, por su parte, tampoco es un joven inocente y puro. Es egoísta y rencoroso. Al igual que cualquier otra persona, se corrompe por sus propios deseos y corroe a Yato por ello. Porque la unión entre un dios y sus tesoros es mucho más que la de un trabajador y sus ayudantes. Es un lazo unidireccional en el que la maldad de los tesoros llega a sus dueños, pero no al contrario. Las divinidades, que al mismo tiempo sufren como humanos, siguen manteniendo esa posición privilegiada. O no tanto.
Como quien mira desde arriba, con toda la superioridad posible, pero acaba obligándose a mirar hacia abajo para ver el mundo. Los sentimientos negativos que puedan llegar a tener los Shinkis les acaban afectando a los dueños. La historia se defiende a sí misma afirmando que el daño producido por sus tesoros no es más que un recordatorio de que los humanos son perceptibles a la maldad. Pero ¿no lo son los dioses también?
Noragami muestra la propia hipocresía del Cielo. Ese tan azul y perfecto. Ese que no es más que un lugar más parecido a la Tierra que al Paraíso. Los dioses no son buenos por naturaleza, ni sus herramientas. Al fin y al cabo unos son el deseo personificado de los humanos, y los otros las almas de estos.
El pasado siempre te persigue
Como se viene reiterando, Noragami no sería nada sin los lazos que unen a todos sus personajes. Porque sí, la obra comienza como tal en el momento en el que Hiyori, Yato y posteriormente Yukine se conocen, pero Yato ha vivido mucho más antes que eso. Anteriormente, Yato ya ha interactuado con otros dioses, haciendo amigos y enemigos.
El dúo Adachitoka escribe un manga sobre la mitología japonesa, y ello les da toda la libertad del mundo a la hora de relacionar entre sí a sus personajes. Según la teología nipona, existen siete divinidades de la fortuna. Todas ellas, antes o después, tienen su aparición en la obra. Pero, si uno de ellos es fundamental para la obra, es Bishamonten. El dios, diosa en la obra, es conocido como el “dios de los guerreros y el castigador de los malhechores.”. Por ello, no es de negar que su relación con Yato, un dios creado para la muerte, no sea precisamente buena.
Y no solo las relaciones del pasado, sino la propia historia de los personajes en sí. Como el caso de Yukine, que no puede rememorar su vida antes de su muerte. El joven solo recuerda una cosa, le teme a la oscuridad más que a nada en este mundo. Pero, por mucho que lo desee, no puede conocer su pasado, al ser este considerado como el “secreto de los dioses”. Del mismo modo, Yato guarda un pasado oscuro del que no se siente para nada orgulloso.
El dios se muestra como un personaje rodeado por el misterio. Al fin y al cabo, ¿Cómo un dios al que no recuerda nadie y que siquiera tiene un templo sigue vivo al paso de los siglos?. El deseo principal de Yato es que se le recuerde, formar parte de la historia de la gente no como una simple memoria, sino como un integrante fundamental de esta. Yato busca crear un pasado para poder tener un futuro. Y, al mismo tiempo, busca rehusar la fracción de su vida que le atormenta.
La belleza de lo dioses
El estilo de dibujo del que se nutre Noragami está lleno de detalles y fuerza. No se puede olvidar que Noragami es un manga de corte shonen, y si algo es característico en este género son las luchas. En este sentido, la obra hace todo un despliegue de poderío, ya no solo de los propios personajes, sino de sus autoras. Los golpes rebozan con maestría movimiento y sentimiento a partes iguales. En las peleas entre personajes se muestran no solo los golpes, sino las expresiones de estos al hacerlo. El uso de tramas y el entintado ayudan en este sentido a crear dinamismo en las diferentes viñetas.
Aunque, no solo enfrentamientos son las escenas importantes de la historia. El diálogo es un elemento fundamental de la historia, ya sea para conocerla como para poder entenderla en sí. Adachitoka sabe perfectamente lo que hacer, y cómo hacerlo bien. Los diseños de los personajes, desde los dioses, a los shinkis pasando por los ayashikis están cuidados con mimo. Las autoras consiguen crear un estilo fácilmente reconocible, con una variedad que va desde la mirada más amenazante hasta la más dulce posible.
Las comparaciones son odiosas
Que una obra obtenga una adaptación al anime es una muy buena noticia. Para empezar porque eso supone que, en este caso, el manga tiene la suficiente relevancia en el mercado nipón como para que sea interesante su salto a la pequeña pantalla. Por otro lado, la animación ayuda a la obra original a expandirse, a ganar más adeptos (precisamente lo que Yato busca) y poder así ser más y más conocida. A primera vista, el anime es una muy buena herramienta, tanto para quienes no conocen la obra como para los fans que pueden “verla en movimiento”. Pero, de manera irónica, esos fans suelen ser el sector más receloso a dicha adaptación. No es para menos, y un ejemplo de ello es Noragami.
Como tal, el anime de Noragami no es malo, pero tampoco bueno. Aunque cabe destacar que la segunda temporada es mucho mejor que la primera. A diferencia de la obra original, el anime se centra directamente en la acción e incluso llega a pecar de veloz. El manga se cuece a fuego lento, sin pausa pero sin prisa. Es una obra que se nutre de la evolución de sus personajes, donde las expresiones y sentimientos están muy marcados. Esto, en el anime se pierde.
Sin entrar en posibles spoilers, la primera temporada, acaba yéndose por las ramas es sus últimos capítulos. Se desvía por completo de la obra original para introducir un arco de acción pura, de “Yato contra el malo”, que, a fin de cuentas, no enriquece en nada a la obra. Pero, y como se comenta anteriormente, en su segunda temporada, esto cambia por completo, se continúa con la historia del manga, y vuelve de nuevo a recobrar su sentido.
Las creadoras de Dios
Noragami está creado por el dúo Adachitoka. El nombre de la pareja se creó a partir de los nombres de sus integrantes: Adachi, encargada del diseño de los personajes y el dibujo, más Tokashiki, encargada del diseño del anime y los fondos. Ambas llevan trabajando juntas desde su debut en 2003. En sus comienzos, las dos trabajan como asistentes de Tadashi Kawashima, creador del manga «Alive: The Final Evolution». Aunque, anteriormente, también trabajaron para Katou Motohiro (Rocket Man) y Shimizu Aki (Suikoden III). Pero, no fue hasta el final del manga de Alive, en 2010, que Adachitoka empezó a trabajar en solitario y con una obra completamente original.
Así, el 6 de diciembre del 2010, se empezó a publicar Noragami en la revista Bessatsu Shōnen Magazine de la editorial Kōdansha, de manera mensual. La obra se publicó de manera continuada hasta mayo del 2017, debido a complicaciones en la salud de una de sus autoras. De esta manera, la obra entró en pausa durante más de un año. En junio del 2018, ambas volvieron a serializar Noragami de manera continuada y, desde entonces, la obra sigue publicándose. En la actualidad, la serie acumula 24 tomos en total.
Noragami en España
En España, tenemos la suerte de estar casi al día con Japón. Gracias a Norma Editorial tenemos 22 tomos de los 24 que existen actualmente. Del mismo modo, Norma también trajo a España el tomo especial Noragami: Historias Cortas, en el que, como su nombre indica, se incluyen diferentes minirelatos donde se presenta el día a día de Yato, Hiyori y compañía.
Todos los tomos siguen el formato típico del manga, el Tankobon. En todos ellos se incluyen dos páginas a color al principio. Las portadas españolas son prácticamente iguales a las originales japonesas. La edición está cuidada hasta el mínimo detalle en este aspecto, y eso se nota incluso en la tipografía utilizada. En sus primeras ediciones, los tomos 1 y 20 incluían cofres para guardar todos los mangas. Por otra parte, las dos temporadas del anime adaptación también están dobladas al español gracias a Selecta visión. Si queréis conocer más sobre estas ediciones en físico os recomiendo las reseñas que se encuentran disponibles en la web.
Pensamientos de una fiel
Noragami no tiene esa historia super innovadora que no deja a nadie indiferente. No. Porque, si hay algo que le gusta a Japón es sí mismo, su folclore, sus dioses y su historia. Y no es para menos. Pero, aún así tiene ese toque tan espectacular. El toque tiene nombre, y a falta de apellidos, un rinconcito en el Cielo: Yato.
Quizás puede sonar un tanto simple, al fin y al cabo es el protagonista ¿Qué gracia tendría la serie sin un buen personaje principal? Pero sí, Yato desprende personalidad por todos los poros de su piel. Durante toda la serie se muestra su evolución, de ser un don nadie a ser un Dios. Y no solo me refiero al principio en sí del manga, que también, sino a sus propios orígenes. Yato consigue hacerse a sí mismo. Noragami no utiliza a los personajes, sino que todos y cada uno de ellos se apoya para evolucionar en sus compañeros. Desde la rivalidad máxima de Bishamon y Yato hasta las relaciones entre Shinkis y demás.
Son dioses, sí, pero se muestran de la manera más humana posible. Es cierto, también, que, como ya comentaba, la primera temporada del anime no le hizo justicia del todo, y por ello llegó a perder adeptos. Pero la segunda supo rápidamente encauzarse, y, el manga, superarse.
Lo mejor
- Los personajes son muy humanos y la historia les permite poder desarrollarse al máximo.
- El dibujo es precioso y hace que la lectura se haga más amena.
Lo peor
- Al ser una serie tan larga es un poco difícil seguirla.
- Hay muchos personajes, y como algunos tienen varios nombres puede ser un tanto difuso
Noragami y Noragami Historias Cortas
Editorial: Norma Editorial
Formato: Tomo C6 (11,5x17,5) rústica con sobrecubierta y Rústica con sobrecubierta 11,5 x 17,5 cm
Tomos: 26 y 1 (En publicación)
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