¿La venganza sintoísta?
Es el típico día en Tokio. Vagones abarrotados de la línea Yamanote se mueven por la ciudad serpenteando junglas de acero y asfalto. La rutina diaria se ha apoderado de una población que se precipita inconscientemente al abismo. De repente, exhaustos salarymen son testigos de una tragedia (in)evitable que introduce una historia crítica con la sociedad actual, el consumismo exacerbado y la falta de valores.
Shiriagari Kotobuki nos presenta una población deshumanizada y alienada que necesita un cambio de rumbo vital drástico. Son los ojos de una niña los primeros que verán el inicio del horror. Como si de una terrible profecía o condena se tratara, Jacarandá apunta a la destrucción, a la muerte, para resurgir de nuevo de las cenizas. Como si el mundo hubiera olvidado los preceptos básicos de comportamiento y el equilibrio que le une con la naturaleza. Efectivamente, la convivencia se ha roto. Es aquí donde el drama es representado por un árbol aniquilador y salvador al mismo tiempo. No es casual que el autor haya elegido un árbol, elemento sagrado en el sintoísmo, una religión nacida en Japón. Liberado de dogmas y ritos fijos, el sintoísmo hace hincapié en la veneración a la naturaleza. De hecho, en la naturaleza se hayan los kamis, la esencia de la vida.
El gran espíritu que habita en el árbol crece sin cesar y a un ritmo alarmante, destruyendo todo lo que se interpone en su camino. Sin embargo, no nos engañemos, este árbol también puede ser interpretado como una prueba para la humanidad. ¿Qué hacer? ¿Cómo comportarnos? ¿Cómo actuar ante una situación semejante? En esta tesitura se podrá ver la verdadera condición humana.
Hoy, más que nunca, con los informes sobre el cambio climático (provocado o no por el hombre) en el ojo del huracán, Jacarandá se antoja de tremenda actualidad. No obstante, Japón mantiene una larga tradición plasmando en la ficción grandes desastres medioambientales (con monstruos o sin ellos), que no son más que una alegoría de terremotos provocados por su situación geográfica y los horrores de la bomba atómica. Aunque, en esta ocasión, parece que los dioses se han rebelado contra la humanidad para mostrarle el camino a seguir.
Forma y fondo, trazos catastróficos.
Jacarandá es un ejemplo paradigmático de la estrecha (y obligada) relación entre lo qué se cuenta y cómo se cuenta. Trazos violentos, impacientes y nada vacilantes que ya apuntan a una historia terrible. Personajes desdibujados que comparten mismos rasgos. Es como si Kotobuki pasara olímpicamente de las líneas guía y sólo se centrara en esos trazos rápidos y decididos. Le urge establecer una sensación angustiosa que se verá acentuada por el transcurso de los hechos. Bocetos del horror con un ritmo frenético, acompañados de líneas diabólicas y refuerzos cinéticos que aumentan la intención de desesperación, de terror. Un infierno. El dibujo de Jacarandá, también se puede ver como es una metáfora del sentir de los personajes.
No hay que olvidar la enorme labor de planificación y dinamismo de un manga que nos coge por sorpresa, igual que a los habitantes de la gran Tokio. El lector aún está adentrándose en el relato, cuando la desgracia ya está causando estragos en la población. Grietas que se ensanchan de forma alarmante provocando derrumbamientos propios de un terremoto. Tokio es vista como una macabra y despiadada jaula en llamas. En definitiva, escenas dantescas, calamidades (también provocadas inconscientemente por los ciudadanos) que nos atrapan como a los personajes de esta obra, que tiene 2 claros protagonistas: un Jacarandá y la población. Aquí las motivaciones y necesidades son grupales. Resulta curioso, en una época marcada por el individualismo, como el autor anula ese concepto para hacernos a todos partícipes. Todos somos uno. Nadie está a salvo. Quizás nos hemos olvidado de los demás y, por lo tanto, de nosotros mismos. La felicidad también pasa por la harmonía con el prójimo. La empatía se produce no con un héroe sino con la masa.
Por último, es obligado detenerse en la intención de Kotobuki de obligarnos a revivir una y otra vez estos desastres sin dejarnos recuperar el aliento. Reiterando una y otra vez el horror. Como una obsesión hasta que, por fin, nos libera. Seamos conscientes de lo que estamos provocando.
Sin duda, una de las más gratas sorpresas editoriales de 2008.
La edición
El trabajo de Dolmen Editorial está a la altura de las circunstancias. Un único tomo, con sentido de lectura oriental, de 300 páginas donde también se incluye un breve escrito del autor donde reflexiona sobre su obra.
Lo Mejor: La genial unión entre historia y dibujo
Lo Peor: Pese a su coherencia conceptual, puede resultar agobiante la insistencia de querer mostrarnos una y otra vez el horror de una catástrofe.
Ficha técnica:
Título Original: Jacarandá
Guión: Shiriagari Kotobuki
Dibujo: Shiriagari Kotobuki
Editorial Japonesa: Seirinkogeisha
Editorial Española: Dolmen Editorial
Precio: 16€
Formato: Tomo A5 (148×210)
Nº de Tomos en Japonés: 1
Nº de Tomos en Castellano: 1
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