La realidad, para la desgracia de aquellos que tratan de negarlo, está en continuo movimiento. Es una entidad autónoma que se niega a operar bajo los designios de nadie. En un mundo globalizado donde los hechos se suceden a una velocidad vertiginosa, la realidad muta cada segundo que transcurre. Los que deciden cerrar los ojos, refugiándose en una verdad cómoda, donde todo sucede por un motivo y la angustia existencial desaparece a favor de lo sencillo, se ven sobrepasados cuando tratan de volver a abordarla. Todo ha cambiado, nada permanece. La respiración les empieza a agitar y el pulso tiembla. Desean escapar, volver a aquella dimensión de felicidad autocomplaciente, aunque sea imposible. Nadie puede evadir una abstracción con un magnetismo tan poderoso que siempre nos empuja a las desgarradoras, frías e inclementes circunstancias.
Pero Paranoia Agent nos ofrece una salida. Una escapatoria esgrimida por un adolescente con gorra de béisbol y patines dorados. Quienes sucumben presos de la desesperación, no tardan en escuchar el zumbido de las ruedas deslizándose sobre el asfalto.
El chico del bate
La trama nos presenta a Tsukiko Sagi, una ilustradora que se encuentra inmersa en un bloqueo creativo. Tras crear al popular y adorable Maromi, un peluche perrito cuya anatomía recuerda poderosamente al diseño kawaii, sus compañeros de trabajo no dejan de presionarla: necesitan que presente un nuevo diseño, y cuanto antes.
Cae la noche y Tsukiko emprende la vuelta a casa. La oscuridad inunda la calle, seccionada por breves remansos de una luz arrojada por las farolas que flanquean el camino. Se detiene; empieza a sentir que alguien la sigue a sus espaldas. ¿Será un delirio ocasionado por su mente cansada o realmente habrá una sombra maliciosa acosándola? Decide no averiguarlo.
Echa a correr con todas sus fuerzas hasta que sus piernas la traicionan, causando que tropiece torpemente y se hiera en la rodilla. Contempla sus bocetos esparcidos por el suelo y las siluetas adorables atrapadas en sus respectivas láminas le devuelven la mirada. A pocos centímetros de ella yace su peluchito de Maromi; Tsukiko, como una niña incapaz de lidiar con la situación, lo recoge para abrazarlo con todas sus fuerzas. Logra recomponerse un poco y vislumbra, bajo un coche, uno de sus bocetos. Se tuerce sobre la plaza de aparcamiento y trata de recuperarlo, desgarrando en el proceso su blusa.
La joven no puede más, la incremente realidad está arrollándola. Sus inocentes ojos empiezan a derramar lágrimas y, antes de que tenga tiempo de estallar su llanto, escucha unos patines que se abren paso sobre el asfalto. Al girarse, un bate desgarra el aire y la golpea.
Ha pasado un día y la acción nos traslada a una habitación de hospital. Tsukiko está sentada al borde de su cama, respondiendo a las preguntas de unos detectives. La experiencia debería haber sido traumática, pero su rostro solo refleja calma y serenidad, como si todos sus problemas se hubieran esfumado…
Estos párrafos describen, únicamente, el primer episodio del anime. Contando con un total de trece, su guion consigue mantener en todo momento una atmósfera bizarra, misteriosa y, por momentos, surrealista. Al igual que ocurre con cualquier clase de producción audiovisual, es necesario remarcar que Paranoia Agent es incapaz de satisfacer a todos los espectadores. Como ocurre en la mayoría de las obras de Satoshi Kon, su estructura narrativa busca confundir al observador, pivotando continuamente entre el sueño y la vigilia, la realidad y el delirio, la cognición individual y colectiva… Es una obra que encapsula todos sus intereses y manías como director.
Sin embargo, lo más increíble de Paranoia Agent no es el estilo que emplea para levantar su universo, sino el hecho de que, tras 17 años, su discurso continúa siendo relevante. Ahondando en la fosa de la psique humana, Kon nos señala facetas que ocultamos; demonios con los que coexistimos durante la agitada era neoliberal que nos ha tocado vivir. Por ello, y antes de detenernos en apartados más técnicos, vamos a desarrollar brevemente, y sin spoiler, los motivos de su trascendencia.
Golpe de efecto
El pasado mes de abril estallaba la polémica: la ambición tras el anime Wonder Egg Priority estaba pasando factura a sus trabajadores. Su animación megalómana en conjunción a las ajustadas fechas de entrega forzó al equipo a permanecer una cantidad de horas inhumanas en sus puestos de trabajo.
Las fotos no tardaron en filtrarse. Una de ellas reflejaba a un animador recostado sobre su silla, buscando algo de reposo. Su mano, aún en tensión a pesar del sueño, reflejaba las secuelas de la explotación en su anatomía. Muchos tuvieron que pasar la noche en el estudio y continuar por la mañana para lograr cumplir el plazo. La situación sobrepasó tanto al equipo que se vieron obligados a contratar animadores más allá de las fronteras niponas.
La producción fue un completo caos. La propia serie arrojaba pistas de ello, con un descarado episodio recopilatorio para ganar tiempo, algo inaudito en una serie tan breve. Mientras, Shouta Umehara, productor de Wonder Egg Priority, era entrevistado en televisión y lo que las cámaras mostraban no eran más que las cenizas de un hombre. Apareció visiblemente agotado, tropezaba al hablar y su mirada apagada transmitía su anhelo por terminar el anime cuanto antes. Debido a su débil estado, fue hospitalizado dos veces durante la producción y, en ambas ocasiones, se reincorporó rápidamente para continuar trabajando.
¿Cuántas veces habrán ocurrido estas atrocidades entre bambalinas? Lo adecuado sería que alguien procedente de esta industria nos resolviera la pregunta. O quizás ya nos respondieron hace años, concretamente el 20 de abril de 2004. Durante el décimo episodio de Paranoia Agent, Satoshi Kon se permitió desligarse de la narrativa que vertebraba su creación y presentarnos los entresijos de un estudio de animación.
Este décimo episodio critica ferozmente, y desde el conocimiento, la fatigosa y claustrofóbica rutina de la producción de anime japonés. Con una máxima inhumana que prioriza el resultado por encima del bienestar de los trabajadores, conduciéndolos al extremo de sus capacidades. Los que presenciamos en su día esta sucesión de escenas nos pareció una jerigonza de acontecimientos surrealistas que no casaban con nuestra concepción de la industria.
Pero la realidad es proteiforme e independiente de nuestro contexto. Kon amaba lo que hacía y lo manifestó hasta el último de sus días, pero también vió necesario descubrir el lado oscuro y brutal de su área de trabajo.
Me he detenido bastante en este apartado y lo mejor de todo es que tan solo hemos rascado la superficie. El creativo aprovechó la única serie que dirigió en vida para lanzar dardos hacia el individualismo japonés, la precariedad de sus marginados, la mirada masculina conservadora sobre la mujer, la situación de los niños ante una sociedad que les exige responsabilidades adultas y mucho más.
Aquellos interesados en la situación sociocultural japonesa deben detenerse obligatoriamente en Paranoia Agent, porque desvela sin tapujos la cara que su sistema trata de cubrir de la prejuiciosa óptica internacional.
La atemporalidad reside en la edición
Satoshi Kon hace gala en todas sus producciones de una animación incapaz de envejecer. Más allá de su particular, y en ocasiones caricaturesco, retrato de morfología humana, el uso de una determinada paleta de colores o la fluidez en el movimiento, lo que realmente caracterizaba su estilo era la edición del tiempo y el espacio.
Por supuesto, nada de lo que digan estas líneas hará justicia al maravilloso análisis “Satoshi Kon – Editing Space & Time” de Every Frame a Painting. El director juega con las transiciones para reflejar saltos temporales; desorientar al espectador para que, al igual que el personaje que aparece en pantalla, confunda la realidad y fantasía; trasladar la acción a un escenario completamente distinto, etc.
La edición en el cine supone uno de los trabajos más complejos del proceso de producción. Un editor debe saber en qué momento debe realizarse el corte o la transición entre escenas puesto que podría resultar inconsistente y desordenada. En un medio que aboga por la pluralidad de ambientaciones para no resultar tedioso ante el espectador, el universo cinematográfico lucha contra su propia naturaleza para prolongar la suspensión de la incredulidad. Kon reconocía los límites del espacio audiovisual y, en lugar de respetarlo, golpeó su rígida pared hasta fracturarla. Para ello se sirvió de una sucesión de referencias que casaban con sus intereses. Directores como David Lynch, George Roy Hill, Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro sirvieron como caldo de cultivo para sus inspiraciones oníricas y fabulosas.
Finalmente, y al igual que ocurrió con el resto de sus trabajos, la animación corrió a cargo del veterano estudio Madhouse. El propio metraje mostrado en el tema de apertura nos demuestra en muy pocas escenas que el estudio lograba plasmar nuevamente el estilo del autor.
Mimo y contenido
Una funda de cartón cubre la carátula de la edición coleccionista de la serie. La portada muestra la que es por antonomasia la imagen icónica de la producción: el chico del bate sobre un fondo rojo proyectando una sombra desproporcionada. Es una estampa que consigue perpetuar su esencia sobrenatural e intrigante. Pero si ya la hemos visto hasta la saciedad no hay de qué preocuparse.
Su edición DVD hace gala de una portada reversible elegida con gran acierto. A pesar de lo que pudiera parecer a simple vista, ambas imágenes guardan un poderoso simbolismo que el espectador logrará desvelar a lo largo que el argumento se desarrolle.
Respecto a su contenido, encontramos la serie completa compuesta por 13 episodios divididos en 3 Blu-ray. La animación ha sido remasterizada para la ocasión, presumiendo de una definición a 1080p y un formato 16:9 que le sientan como anillo al dedo al anime. Cada disco exhibe una ilustración sobre su superficie que evidencia el cariño puesto por Selecta Visión.
También incluye una selección de material adicional, como un Storyboard multiángulo del primer episodio, el metraje promocional, un tráiler y una entrevista a Satoshi Kon. Por otro lado, incluye el audio español y original con subtítulos en japonés.
Esta edición coleccionista está valorada en 44,99€. Desgraciadamente, a la fecha de esta reseña la edición no está disponible. Que se reponga algún día depende de la distribuidora, de mientras os animo encarecidamente a comprarla si la encontráis en vuestra tienda de manga y anime de confianza.
Conclusiones
Paranoia Agent merece ser revisitado. Su universo donde lo abstracto es capaz de tomar forma material pone de relevancia problemáticas que la sociedad nipona continúa atravesando actualmente. Es un testimonio sincero, cruel y, en ocasiones, cómico, de una población que parece haber perdido el rumbo. Satoshi Kon curioso y preocupado preguntó a toda una generación si querían encaminarse a la salvedad de la ficción autocomplaciente o abrazar una realidad palpable, aunque atada a los designios de la aleatoriedad y el contexto.
El chico del bate nunca nos abandonó. Sigilosamente, entró en nuestro hogar y empezó a buscarnos. Salió a nuestro encuentro deslizándose con sus patines dorados. Al vernos sonrió con sorna y, antes de ocultarse entre las sombras de nuestra mente, murmuró: “ya estoy en casa…”.
Lo mejor
- Todo lo que define el estilo de Satoshi Kon se encapsula en estos 13 episodios.
- La trama permite abordar diferentes temas para ampliar el abanico de perspectivas.
- No existe el relleno. Cada episodio tiene una intención marcada.
- Técnicamente ha aguantado estupendamente el paso del tiempo.
Lo peor
- No es una serie que pueda agradar a todo el mundo. Su trama revuelta y extraña puede abrumar o aburrir.
Paranoia Agent
Estudio: Madhouse
Año: 2004
Tipo: Serie TV animación
Duración: 13 episodios
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