Por lo general, los aficionados al anime suelen preferir el doblaje japonés al castellano. Las razones son muy variadas, pero sobre todo nos hablarán en términos de expresividad y fidelidad al mensaje original.
Esto se debe en parte al gran seguimiento que hay en Japón por los seiyuu o actores de voz. Allí hay una gran cultura del doblaje, haciendo que cualquier noticia sobre la participación de un nombre de peso en un anime en concreto sea todo un acontecimiento. Son estrellas por derecho propio y son muy requeridos también para el cine o los videojuegos, con similar éxito.
En España este tipo de intérpretes no corre la misma suerte. Las quejas sobre este aspecto alcanzan no sólo a la animación japonesa, sino a cualquier tipo de producción de facturación extranjera que requiera doblaje. Las traducciones son criticadas duramente y se pone en duda el talento de muchos profesionales que cuentan con años de experiencia en el mundo de la interpretación, ya sea delante de un micro o de una cámara. Por otro lado hay un sector que simplemente prefiere el original, sin entrar en ese tipo de cuestiones. Quienes huyen de cualquier tipo de manipulación del mensaje original puede ser considerado purista, pero no necesariamente tiene que ser un detractor especialmente crítico con el trabajo de los equipos de doblaje españoles.
Personalmente también me he encontrado con doblajes que me han parecido pobres. A veces incluso me ha llegado a dar la impresión de que han sido hechos deprisa para cumplir con una fecha de entrega. De todas formas, supongo que hay que estar en el estudio de grabación en el momento del rodaje para saber realmente qué ocurre. En todo caso, tengo que decir que disfruto viendo anime en castellano. Me parece que hay profesionales que hacen un gran trabajo y me gusta ver que hay compañías que apuestan por darle a la animación japonesa los actores que se merece.
Mucha gente sólo tiene un recuerdo positivo de los doblajes que vivió en su infancia, entre otras cosas, porque por aquel entonces no había otra opción. A comienzos de los noventa no había manera de saber si el anime iba a funcionar, pero aún así se pudo contar con la participación de actores reconocidos como Luís Varela (Shiryu en Saint Seiya), José Ruiz Lifante (varios personajes en Saint Seiya), Pepe Carabias (Benji Price en Campeones) Manolo Solo (C17, Tao Pai Pai en Dragon Ball) o Luís Fernando Ríos (Piccolo en Dragon Ball). Por suerte, la cosa no se quedó ahí, sino que la distribución de anime empezó a ser más directa al empezar a llegar directamente desde Japón sin intermediarios.
Las compañías empezaron a traer voces que, actualmente, participan en series de éxito o incluso en el cine más taquillero. A día de hoy, nombres como Nuria Marín Picó (Nobita en Doraemon), Juan Antonio Arroyo (Kakashi en Naruto) o Javier Balas (Naruto) están ligados ya a papeles de peso en animes populares. Empresas que se tomaron su trabajo en serio han hecho posible que nos llegue un producto de calidad en nuestro idioma, con la consecuente inversión de tiempo y dinero que eso conlleva. Estas son las razones por las que, personalmente, siempre le doy una oportunidad al resultado de un montón de trabajo que, de lo contrario, pasaría desapercibido.
Ver un anime en su versión original es sin duda una apuesta segura, pero no siempre las adaptaciones al castellano desvirtúan tanto al original como uno puede pensar. Por suerte ahora podemos disfrutar de este tipo de contenidos con varias pistas de audio y varias opciones de subtitulado, con lo que no necesitamos renunciar a ninguna posibilidad en este sentido. Cada vez son más los animes que llegan doblados a España y aumentan la oferta de ocio otaku. De nuestra respuesta dependerá que esto sea rentable para lo que, no nos olvidemos, es una industria.
Nos leemos en Twitter: @SantiRobles
Este artículo representa única y exclusivamente la opinión de su autor, no necesariamente la del resto de los miembros del blog.
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