Un 25 de abril de 1999 a la hora de la siesta nacía mi hermano pequeño. El tercero de nosotros cerraba una trilogía de la que no se esperan secuelas, un triángulo de (im)perfecta armonía que cambió mi vida para siempre. Es por este motivo que no puedo evitar enternecerme con ciertos momentos de Mirai, mi hermana pequeña, la última película de Mamoru Hosoda que se estrenará el próximo 15 de marzo en España de la mano de Sherlock Films. La película ya cuenta con varios premios en festivales como Annie Awards, Sitges o Florida Film Critics Circle Awards y estuvo nominada como Mejor película de animación en los Oscar de 2019.
En la película encontramos a Kun, un niño de cuatro años que conoce a su hermana recién nacida, Mirai, con la que vivirá unos primeros momentos convulsos para, finalmente, comprender la importancia que tendrá en el resto de su vida. Podéis leer la crítica que realizó mi compañero Terry Wolles a través de este enlace.
Terry, habilidoso como nadie juntando palabras, explicó a la perfección la temática de la película y realizó un increíble trabajo valorando todos sus aspectos en un texto sobresaliente. No obstante un servidor, mucho más follonero y malhumorado, no pude evitar verme abrumado tras ver el mismo planteamiento repetido a lo largo de hora y media, esgrimiendo más de un bostezo durante la proyección de un filme al que le salvan los últimos 15 minutos.
Pero hoy no vengo a vilipendiar la última obra de Hosoda, a quien considero un director excelente, sino a charlar gustosamente contigo, querido lector, de lo que significa tener un hermano. Desconozco si tienes hermanos o no o si provienes de una familia estructurada. Si es así, dedica un momento a pensar en ellos. De no ser el caso no debes preocuparte, los hermanos y la familia se pueden adoptar a cualquier altura de la vida. Así pues, ponte cómodo y permíteme mostrarte mi lado más afectivo en la intimidad que nos otorgan los ceros y los unos.
Hosoda admite haberse basado en sus propios hijos a la hora de llevar a cabo la película, ya que él nunca tuvo hermanos. No se trata de ninguna sorpresa, ya que se trata del filme más autobiográfico del autor. En la entrevista que ofreció a Slashfilm, Hosoda también relata su intención de recordar a Japón en concreto la idiosincrasia de los niños, ya que considera que la sociedad japonesa parece moldeada mayormente para adultos debido a la baja natalidad del país. Es por este motivo que Kun, protagonista de Mirai, es un personaje con el que es tan difícil empatizar. El niño de cuatro años es egoísta, se frustra a menudo y va cogiéndole el gusto a eso de no hacer caso a sus padres. Si en ese momento se presenta una hermana, es sencillo que el niño pueda cargar su frustración contra la recién llegada.
Sin embargo, este escenario es uno de tantos posibles, puesto que mis padres siempre afirman que nunca estuvimos celosos los unos de los otros. Mi hermano mayor sí que pensaba que yo era un ser de lo más aburrido al no contestar ninguna de sus preguntas. Discúlpame, es que estaba algo cansado tras haber nacido, pero tras el descanso pertinente hemos podido hablar tantas veces y de tantos temas que a veces no hace falta ni preguntar para saber. Por mi parte cogí cariño rápidamente a mi hermano pequeño. Tanto, que juré solemnemente protegerle hasta el día en que me muera. Los nacimientos de hermanos son una auténtica lluvia de sentimientos de aquí para allá en el que los padres nunca saben donde guarecerse. Es un poco una lotería que aumenta su éxito cuanto mayor es la edad del hermano. Si bien es cierto que nadie me sacará de la cabeza que la educación influye en ello, preparando a los habitantes de la manera adecuada ante la llegada de un nuevo miembro de la familia.
La tormenta llega después, cuando descubres el arma de destrucción masiva que son tus hermanos. Seres que tienen inmunidad absoluta para coger todas tus cosas favoritas y romperlas o llenarlas de los fluidos a su elección. Esos pequeños bastardos se escudan en ser bebés para cometer todo tipo de fechorías y, aunque tus padres no te crean, tú conoces que la naturaleza de ese bicho es maldad pura. Al pobre Kun nadie le hace caso cuando intenta explicar la desgracia que supone Mirai para el hogar.
Cuando eres un niño se tiende a ver las posesiones como auténticos tesoros. Uno no puede permitirse tener todo lo que quiere, por lo que aquellos juguetes que papá o mamá han tenido a bien comprar son guardadas con cariño…, o no. Pero aún el peor objeto que no tocabas desde hace meses es una pérdida terrible cuando se trata de tu hermano, “El Destructor”. Al final no queda otra que hacer un pacto y llegar a un entendimiento por evitar broncas superiores. Aunque Kun cuenta con un atajo que podréis observar en la película.
En algún momento los progenitores le encomiendan al mayor la tediosa tarea de cuidar a su hermano pequeño, y tu principal función pasa a ser evitar que ese enano que te mira mientras se come los mocos no fallezca mientras estás al cargo. “¿Una persona tan ocupada como yo ahora debe cancelar sus importantes citas para cuidarle? ¿Y encima no puedo tirarle del moflete? Bueno, si no queda más remedio…” Tu hermano también pasará a acompañarte en tus quehaceres diarios y el “¡llévate a Mirai!” se convierte en rutina. Puede molestar a veces, pero en general sabes que es lo correcto. Poco a poco le coges el gusto a jugar con tu hermano cuando no están tus amigos, y acabas incluyéndole en tus planes con gusto.
Por otro lado, ser el hermano pequeño tampoco es plato de buen gusto. Intentas ser guay y aparentar ser mayor como tu hermano, pero sientes que no encajas o puedes verte desplazado si ves que le obligan a estar contigo. Además pasas a ser el blanco de todos los experimentos y trastadas del mayor, aunque siempre puedes exagerar alguna rabieta para que le riñan (todos lo hemos hecho). “¡Claro! Como soy el pequeño…” era una de las frases preferidas de mi hermano como defensa ante cualquier “injusticia”, y si Mirai pudiese hablar, diría algo parecido.
Dejando de lado las diferencias que se pueden encontrar en el camino, unos encuentran grandes protectores y otros encuentran un compañero de aventuras. Aunque una cosa es segura: ambos encuentran al mejor de los amigos. Tantas aventuras, tantas conversaciones, tantas peleas y tantas, pero tantas risas… No entiendo mi vida sin el enorme soporte que suponen mis hermanos. Cuando se divorciaron mis padres o cuando cambiábamos de colegio una y otra vez siempre tuve dos grandes pilares para compartir el peso de la vida.
Debido a la relación con mis hermanos, me apena enormemente conocer a personas que se llevan tan mal con los suyos, algo que siempre me ha costado asimilar. Estar enfadados un rato como Kun y Mirai es comprensible y hasta sano, pero ¿dejar de hablarse durante años? No me entra en la cabeza, y más si es por motivos económicos o disputas absurdas. Si bien es cierto que yo he tenido suerte con los míos, comprendo que algunos no hayan tenido la misma suerte con los suyos. Hay una frase en Mirai que resume lo que es ser un hermano: “Estaré aquí hasta que te hartes de mí”. Sin embargo, me gustaría matizarla con “Estaré aquí AUNQUE te hartes de mí”, porque si mis hermanos hubiesen desaparecido tras hartarme de ellos hablaríamos de escasas horas de convivencia.
Desde aquí mando un caluroso saludo a David y Nicolás que quiero extender a todos los buenos hermanos del planeta, ya que gracias a ellos no estamos solos, nunca lo hemos estado y nunca lo estaremos.
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