El 5 de abril será una fecha recordada con tristeza por los fans de la animación en general por el fallecimiento de Isao Takahata. El aclamado director y cofundador de Studio Ghibli nos dejaba a los 82 años, aunque nos quedan sus películas y su particular visión del mundo, totalmente descarnada y muy humana.
Solos ante la adversidad
Takahata debutó como director en el mundo de la animación con Okami shônen Ken en 1963, primera serie producida por Toei Animation. Una serie que ya en su momento fue una revolución al tener más frames por segundo que cualquier otro anime por lo que la animación era mucho más fluida.
En esta primera serie de 86 episodios se ven algunos de los elementos recurrentes en el cine de Takahata: un joven solo en un mundo salvaje, un protagonista lleno de bondad y que tiene que hacer frente a multitud de peligros, la conexión con la naturaleza… Ken no difiere mucho de otros personajes del cine de Takahata como Marco, Conan o Seita.
En la misma línea se desarrolla su primera película, La princesa encantada, estrenada en 1968. En esta, el protagonista Hols regresa a su pueblo familiar con el objetivo de cumplir la promesa que le hizo a su difunto padre: acabar con el demonio Grunwald que destruyó la aldea. En esta cinta contó con Hayao Miyazaki a cargo de la animación, una relación que a la postre fructificaría en Studio Ghibli.
Aunque en esta primera etapa la mayoría de sus trabajos como director fueron destinados a la televisión. Además de trabajar en series como Lupin III, también participó en las adaptaciones literarias de Nippon Animation como Heidi y Marco, de los Apeninos a los Andes, que acabaron catapultando a la fama al director debido a la emotividad de sus series por los temas tratados. También participó en series como Conan, el niño del futuro, Jarinko Chie y Ana de las tejas verdes. Esta última la adaptó posteriormente en largometraje en 2010, uno de sus últimos trabajos como director.
La etapa dorada en Studio Ghibli
En 1985, Isao Takahata decidió independizarse de cualquier estudio de animación junto a Hayao Miyazaki para fundar Studio Ghibli y producir las dos primeras películas del prestigioso estudio Nausicaä del Valle del Viento y El castillo en el cielo. Ambas cintas ayudaron a situar a su compañero y amigo en el ámbito internacional, aunque él no se quedó atrás cuando en 1988 estrenó su películas más célebre: La tumba de las luciérnagas.
En La tumba de las luciérnagas, Takahata elige como telón de fondo la Segunda Guerra Mundial para contar la historia de supervivencia de Seita y su hermana Setsuko. Una visión totalmente cruda y realista de la guerra, donde tampoco faltan el egoísmo y la miseria humana. Una cinta directa al corazón y a la conciencia por su mensaje antibelicista.
Su segunda película bajo Studio Ghibli fue Recuerdos del ayer en 1991 y donde el director adopta un tono reflexivo para reflejar el paso de la niñez a la vida adulta. A través del viaje de la protagonista a su pueblo, Taeko va recordando su pasado mientras trata de encontrar su lugar en el mundo. Una película costumbrista y que apela a temas universales con los que uno empatiza fácilmente.
En 1994, Takahata recupera otro de los temas fundamentales de su carrera, la naturaleza, con Pompoko. En esta cinta, de apariencia más infantil que las anteriores, pero no por ello menos profunda, la familia protagonista de mapaches tratará de paralizar la construcción de una urbanización que amenaza con destruir el frondoso bosque en el que viven. Una cinta que apela a la defensa de la naturaleza, un mensaje no solo presente en la filmografía de Takahata, sino de Studio Ghibli en general. Tal fue el éxito de la cinta que fue la primera película del estudio en ser preseleccionada para los Óscar.
Ya cerca del nuevo milenio, en 1999, vuelve al tema costumbrista con Mis vecinos los Yamada. Cuatro historias protagonizadas por una familia de clase media de Tokio. Sin embargo, es esta cinta quería distanciarse del tono serio que le caracterizó optando por una comedia costumbrista y con una animación revolucionaria hasta el momento en el estudio al ser enteramente dibujada y animada digitalmente.
Finalmente, en 2013 se despidió de la dirección con El cuento de la princesa Kaguya, basado en el cuento tradicional japonés El cuento del cortador de bambú. Una película que asombró más por su apartado técnico que narrativo, gracias a la potencia visual de un diseño y animación semejante a la acuarela y que maravilló a gran parte de la crítica. La cinta obtuvo multitud de nominaciones y premios, y con la cual logró la nominación a los Óscar en 2015.
La tortuga roja, su última contribución al cine
A pesar de las buenas críticas de El cuento de la princesa Kaguya, su baja recaudación en taquilla unido al de El recuerdo de Marnie de Hiromasa Yonebayashi, Studio Ghibli anunció el cese de producción en 2014. Aunque el prestigioso estudio se resistía abandonar el mundo de la animación y coprodujo La tortuga roja de Michaël Dudok de Wit en 2016.
La cinta se trata de una reflexión sobre la vida a partir de un náufrago en una isla. A pesar del toque minimalista de la cinta, la cinta tiene una enorme carga emotiva y que recuerda bastante al cine de Isao Takahata. Esto no es casual, dado que el director holandés tuvo asesoramiento directo de Takahata para desarrollar la película, convirtiéndose una de las últimas contribuciones del legendario director.
Desde su retiro en 2013, Takahata recibió multitud de galardones por su aclamada trayectoria, además de ser una voz de referencia dentro del mundo de la animación japonesa. A menudo a la sombra de Miyazaki debido a la popularidad de este, las películas de Takahata no solo ayudaron a crear el espíritu de Studio Ghibli, sino también a elevar el estatus de la animación en general. Cintas comprometidas, humanas, emotivas y capaces de cautivar a cualquier espectador, independientemente de su edad o nacionalidad. Por este motivo, a pesar de su muerte, el legado del director es incuestionable y, por este mismo, inolvidable.
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