Me encanta leer manga y ver anime. Desde que soy pequeña recuerdo haber visto series como Inuyasha, Sailor Moon o Sakura Cazadora de Cartas. Con los años, lo que empezó siendo un pasatiempo se ha ido convirtiendo en uno de los temas que más interés me genera. Pero ¿qué tenían todas las obras que me gustaban en común? Que habían sido creadas por mujeres.
Las series que habían marcado mi infancia tenían nombres femeninos tras ellas, pero apenas las conocía. Las japonesas ocultaban su identidad, o al menos intentaban mantenerse al margen de la mirada social. Obras del calibre de las de Rumiko Takahashi eran mundialmente conocidas, pero ellas, las autoras, pasan a un segundo plano en comparación con autores masculinos de su mismo nivel. Muchas de ellas ni siquiera muestran su cara, como es el caso de Tsubasa Yamaguchi o utilizan nombres masculinos como Hiromu Arakawa, la creadora de Fullmetal Alchemist. De algunos creadores ni siquiera se sabe el sexo de manera oficial.
Mujeres y Japón a lo largo de la historia
En el país nipón los roles de género están profundamente marcados. Para poder entender el porqué de este tipo de comportamientos se debe de tener en cuenta el factor histórico. Los inicios de la cultura nipona, como se la entiende en la actualidad, se basan, en gran medida, en la influencia del pensamiento chino. La idea de una ética moral y un comportamiento adecuado de los individuos provienen del confucianismo. Este se considera una de las principales raíces del pensamiento japonés desde su aparición en el siglo V a.C.
Se presentan claras diferenciaciones entre un género y otro. Ninguno de ellos puede coexistir. No se puede tocar, acercar y mucho menos inmiscuirse en los asuntos propios del otro género. Las mujeres dependían de sus padres cuando eran solteras, de sus maridos cuando estaban casadas y de su hijo mayor cuando enviudaban. No podían ser educadas, y eran los hombres los que se encargaban de los grandes problemas de la sociedad.
Desde la Era Meiji, siglo XIX, la mujer empezó a tomar un peso mucho más importante gracias a su fuerza de trabajo en las fábricas, lo cual se afianzó más tras la segunda guerra mundial. En el siglo XX empezaron a publicarse las primeras revistas feministas en Japón, donde las escritoras narraban su lucha y ejercían activismo. En gran medida, su trabajo se basaba en intentar implantar medidas de igualdad laboral y de derechos, al mismo tiempo que educar a la sociedad con traducciones de manifiestos extranjeros.
Actualmente, la situación de la mujer ha mejorado, pero apenas destaca en comparación con otros países de su mismo estatus económico. Es cierto que el concepto de la mujer como ama de casa se sigue manteniendo en Japón de manera habitual, pero los movimientos sociales como el feminismo han intentado cambiar la perspectiva de género. Según el Foro Económico Mundial, Japón se encuentra en el puesto número 101 de las 145 naciones que componen el índice de brecha de género, donde se presentan indicadores económicos, educativos, políticos y de salud.
Esta posición se refleja claramente en los porcentajes mostrados por los datos presentados por la Oficina de Igualdad de Género. En 2016, del estudio donde participaron 9.600 mujeres de entre 25 y 44 años, un tercio de ellas aseguraron haber recibido comentarios degradantes y acoso sexual. De estas, el 54% habían sido objeto de comentarios ofensivos acerca de su apariencia, edad y rasgos físicos. Este tipo de acoso, dado en un entorno laboral, se amplifica infinitamente en las redes sociales con autoras conocidas a nivel mundial.
Manga en femenino
La literatura es siempre un reflejo de la sociedad en la que los autores viven. El manga, en este sentido, es el mejor referente de la sociedad japonesa. Por ello las autoras de manga lo utilizan, al mismo tiempo, como un reflejo de su vida cotidiana y como medio de huida de la misma. En Japón un 33% de la población lee manga de manera asidua por lo que se ha establecido un mercado basado en la audiencia objetiva a la que están destinadas las obras.
Las obras shojo se convierten, así, en una de las herramientas que las mujeres utilizan para poder luchar contra los discursos sexistas. Sin embargo las autoras de obras de temática femenina sí que se presentan a sí mismas como “autoras”. El problema, por tanto, no radica tanto en el uso de la imagen per se, sino en lo que implica. El dilema al que se enfrentan las autoras no es solo el hecho de mostrar su cara, sino el de afirmar que son mujeres cuando sus obras no son de demografía femenina.
Casos reales, autoras que se salieron del molde
Paru Itagaki
Una vez comprendido el contexto histórico sociocultural de Japón, se puede analizar con mayor profundidad casos reales de autoras manga. De este modo uno de los nombres más reconocibles en los últimos tiempos es Paru Itagaki, autora del manga Beastars. Este empezó a publicarse en 2016 y finalizó en 2020 con 22 tomos recopilatorios. Cuenta con una serie de tres temporadas en Netflix y más de 6 millones de copias vendidas a nivel mundial.
La obra de Itagaki es una de las más influyentes de los últimos años en Japón, y, sin embargo, apenas se tiene conocimiento sobre la autora. Se presenta a ella misma siempre con una máscara de gallina, y apenas ha dado información sobre su persona. En 2018 acudió al Salón del Manga de Barcelona donde durante una entrevista le preguntaron por el uso de la máscara, a lo que respondió:
“Personalmente pienso que no hay nada positivo en que los autores o mangakas aparezcan en público, y sobre todo en el caso de las mujeres. Salir en la prensa con tu cara de verdad, dar una imagen real… no te da ninguna ventaja como creadora”.
Esta respuesta tiene especial peso teniendo en cuenta el entorno familiar de la autora. En 2019 anunció que era la hija del famoso autor de manga Keisuke Itagaki ,creador de la obra Baki. Ambos publicaban sus obras en la misma revista, pero con una diferencia, él sí que mostraba su cara frente al público.
Tsubasa Yamaguchi
La respuesta de Paru Itagaki no es un caso aislado. Como ella, autoras del nivel de Tsubasa Yamaguchi, se ven obligadas a usar máscaras para ocultar su identidad. Yamaguchi es la autora del manga Blue Period, de demografía Sheinen, desde 2017. En la actualidad cuenta con 11 volúmenes publicados y un anime también disponible en Netflix.
La obra se posicionó, en 2019, como la cuarta mejor en la lista de mangas recomendados para chicos, y en 2020 ganó los premios a mejor manga en los Manga Taisho Awardsy mejor manga en categoría general en la edición 44 de los Kodansha Manga Award. Con solo 7 tomos, obtuvo unas ventas de casi dos millones de ejemplares. Por ello, la obra de Yamaguchi es una de las más influyentes que aún se encuentran en publicación.
Al igual que Paru, Tsubasa utiliza una máscara de animal, en su caso una rana. Siempre utiliza esa máscara en público y no permite que le hagan fotografías ni vídeos una vez se la quita. La autora, en una entrevista a Raúl Izquierdo, editor de Milky Way Ediciones , editorial donde se publica su obra en España, comentaba al público:
“Hay muchas autoras que dibujan manga para un público mayoritariamente masculino (sobre todo en revistas shônen, algo menos en publicaciones seinen), y el machismo de una parte de la sociedad japonesa puede hacer que los lectores no apoyen obras dibujadas por mujeres, por considerar que explican la historia desde una perspectiva femenina.”
Himoru Arakawa
Siguiendo la estela de las grandes autoras del manga contemporáneo, Hiromu Arakawa es una de las más conocidas. Su caso, en especial, es muy llamativo por la confusión que su imagen ha suscitado en internet. A diferencia de las autoras ya nombradas anteriormente, Arakawa nunca ha utilizado una máscara, porque nunca ha aparecido en público. Sin embargo, en internet, al buscar su nombre aparece la imagen, en repetidas ocasiones, de una mujer. Se trata de Romi Park, la actriz de voz de Edward Elric, el protagonista de Fullmetal Alchemist, la obra principal de la autora. La actriz es quien aparece en todos los eventos de Arakawa, lo que ha provocado la confusión.
Fullmetal Alchemist empezó a publicarse en 2001 y finalizó en 2010 con 27 tomos recopilatorios. En la actualidad cuenta con más de 80 millones de copias en circulación entrando en la lista de los mangas más vendidos. La obra, además, ha sido premiada en varias ocasiones, como los premios a mejor obra en lo Tezuka Osamu de 2011 o en 2021 donde quedó en el noveno puesto de las 100 mejores series de todos los tiempos, según el ranking de Manga Sosenkyo. La obra se publicó en la revista Monthly Shōnen Gangan de Square Enix , una de las más leídas por el público masculino. La autora utilizó un pseudónimo masculino “Hiromu”, y como avatar el dibujo de una vaca.
Rokudenashiko
Las tres autoras tienen en común los mismos aspectos, mujeres que se vieron obligadas a ocultar sus rostros e incluso sus nombres para poder triunfar en la industria del manga. Aunque, en contraposición la figura de Megumi Igarashi es todo un símbolo de la lucha feminista japonesa dentro del mundo del manga. Igarashi, conocida como Rokudenashiko, es una artista japonesa conocida por realizar “arte manko” (el manko es la forma coloquial japonesa de decir vulva). Sus problemas con la ley japonesa empezaron en 2014, cuando intentó iniciar una campaña de micromecenazgo para realizar un Kayak con la forma de vagina. El proyecto fue un éxito y se consiguió, aunque fue detenida por violar la ley de obscenidad. La artista estuvo encarcelada varios días, pero gracias a un grupo voluntario de abogados salió en libertad.
Tras eso, y bajo el pseudónimo de Rokudenashiko (del japonés, buena para nada) decidió contar su experiencia en el manga/ensayo “Obscenidad. Cómo me convertí en una supuesta artista” publicado por la editorial Astiberri en 2016 en España. El libro es todo un alegato contra la perspectiva japonesa en contra del “cuerpo femenino” y todo lo que ello implica, desde el tabú hasta la falta de libertad de expresión de la mujer. Esto gana especial peso teniendo en cuenta que dentro de la cultura japonesa existen festividades como el Kanamara Matsuri, en el que se conmemora la fertilidad alabando esculturas de penes gigantescos, algunos de más de media tonelada de peso.
“Soy probablemente la primera mujer a la que arrestan en Japón por haber usado su propio sexo como forma de expresión. Derribar la visión masculina del sexo femenino del cual sólo se habla a través del prisma de la obscenidad”.
Su obra se presenta como la perfecta contraposición a la figura de las máscaras de las autoras previamente nombradas, y, a la vez, como la perfecta ejemplificación del porqué de su uso.
Autores sin género
Finalmente, entre las autoras que usan pseudónimos y máscaras y la represión ante la figura femenina queda un grupo de autores de manga desconocidos por completo. Les autores de los que no se conoce el género, pero corren los rumores de que son mujeres. Elles también sufren la represión ante el tener que ocultar su verdadera identidad en todos los sentidos. Bajo pseudónimos y en la máxima discreción, estes autores pertenecen a un colectivo aislado del resto. La mayoría de las teorías abogan por las mismas razones por las que las autoras no muestran su cara en público: el miedo de que, de conocerse su género, los lectores dejen de leer sus obras.
El mayor exponente de este grupo es Koyoharu Gotouge. Oficialmente no se sabe el género de le autore, pero la mayoría de sus lectores aseguran que es mujer por la manera en la que trata a sus personajes, los desarrollos de estos y el cómo se relacionan con el ambiente. Sin embargo, también existen detractores de la idea por el mecanismo de lucha de su obra, Guardianes de la noche. Le autore utiliza pronombres neutros en sus presentaciones y nunca ha dado explicaciones sobre su género. Al igual que las demás autoras, Gotouge utiliza a un animal como imagen referente, en su caso, un cocodrilo.
Guardianes de la noche, es la obra más importante en la actualidad en el mundo del manga. Tal es así que solo su último tomo cuenta con más de 7 millones de copias en circulación. La obra empezó a publicarse en la Weekly Shônen Jump en 2016 y terminó en 2020 con 23 tomos recopilatorios. Debido a su popularidad el manga ha tenido una serie de animación de dos temporadas, y una película. El filme se convirtió en la película más taquillera de su país natal.
Ante el aumento de la popularidad de la obra, los medios de comunicación y los fans empezaron a cuestionarse el género de le autore. Por ello, su editor, Guiya Ota, comentó en una entrevista del medio japonés Livedoor News:
“Hace mucho tiempo, había personas que decidían no leer determinados mangas debido a que habían sido escritos por una mujer. Por ello, muchas autoras comenzaron a usar nombres artísticos. Desafortunadamente, era una época en la que se menospreciaba cualquier cosa que una mujer produjera, incluso a ellas mismas. En el mundo sin género, la dualidad hombre-mujer queda obsoleta. Los nombres artísticos con mayor impacto y fáciles de recordar son también importantes para la difusión de una obra en redes sociales. Estas hacen que los humanos sean transparentes, y con más datos expuestos, se favorece, o perjudica la popularidad.”
La realidad tras la máscara
El motivo por el que las autoras no muestran su imagen es muy claro: el miedo. Japón, es la tercera potencia económica mundial, tras China y Estados Unidos, uno de los países con el nivel más bajo de corrupción según el Índice de Percepción de la Corrupción, y con mejor calidad de vida de acuerdo con las Naciones Unidas. A nivel económico y de desarrollo, se encuentra a la vanguardia. Sin embargo, a nivel de igualdad, Japón tiene mucho camino por delante.
El papel de la mujer sigue anclado al pensamiento filosófico del siglo V a.C. Es sorprendente cómo, en lugar de ayudar a las mujeres a conseguir empoderarse como ocurren con movimientos sociales como el #metoo, en Japón su papel es todo lo contrario. El feminismo en Japón apenas tiene fuerza, las leyes no están de parte de las mujeres, como muestra el caso de Rokudenashiko, y la sociedad tampoco está dispuesta al cambio. Japón se presenta como el país de las contraposiciones, mientras se muestra como una nación modernizada, aún mantiene las tradiciones fuertemente arraigadas.
El cambio de pensamiento, aunque necesario, no tiene un futuro prometedor, o al menos, no uno cercano. Porque si bien son conscientes del crecimiento de autores que prefieren mantener su género en completo anonimato, no lo perciben como un problema real.
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