Una infancia compleja
Hiroshi Hirata nació en Tokyo el 9 de febrero de 1937, y su infancia transcurrió en plena vorágine de la segunda guerra mundial. Siendo apenas un niño, Hirata vivió los bombardeos americanos durante sus primeros años de vida, hasta que su familia decidió mudarse a la ciudad de Nara en marzo de 1945, meses antes de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki.
Una vez allí, su padre se hizo con un negocio de bombas de agua en la que Hiroshi ayudaba al regresar de la escuela, teniendo como principales hobby la mecánica, entreteniéndose intentando construir radios o arreglar equipos estropeados. Todo parecía que su destino sería el de heredar el negocio familiar ya que, en aquellos años, Hirata no sentía ningún interés por el manga, pese a que sí se sienta atraído por las ilustraciones de las novelas históricas de autores como Kiyofumi Kimata.
Las dificultades y su acercamiento al manga
Sin embargo, su padre muere repentinamente en 1954 y, siendo el mayor de seis hermanos, se convirtió en el cabeza de familia con apenas 17 años, viéndose forzado a trabajar en una empresa de construcción para sacar adelante a su familia.
Poco a poco Hirata se fue aficionando al cómic hasta que en 1958, con la situación un poco más estabilizada, consigue publicar su primera historia en la revista Mazo, editada por Hinomaru-bunko. Consigue el contacto gracias a un antiguo amigo de la universidad con el que se reencuentra fortuitamente en una estación de trenes. A lo largo de ese año consigue publicar otras seis historias más para empresas de alquiler de libros que se denominaban kashihonya, metiéndose de lleno en el mundo de la publicación del manga a nivel underground.
Su afición por la historia era casi obsesiva, acudiendo a librerías y bibliotecas para documentarse y leer más sobre ello, llegando a adquirir una katana. Pero aunque consigue seguir publicando sus historias, dos de ellas son criticadas con dureza por movimientos bastante radicales y tradicionalistas. Corren malos momentos para Hiroshi Hirata ya que, aunque sus múltiples trabajos se reproducen en distintos sitios, él apenas sí ve algo de dinero por los derechos de autor ya que está fuera del circuito “profesional” .
Por ello, en 1965 decide marcharse de regreso a Tokyo para buscar trabajo. Un año después se casa con la mujer que será la mujer de su vida, Yoshiko Kaoku y, en apenas unos años, todo empieza a virar hacia el buen camino.
Bajo la bandera del gekiga
Estamos a finales de los sesenta y comienza a surgir una nueva corriente en la historieta japonesa que a Hirata le viene como anillo al dedo: el gekiga. Como contrapunto de los relatos infantiles que por aquel entonces hacía Osamu Tezuka, el gekiga proponía historias adultas, con tramas y personajes más maduros. En palabras del propio Hirata “un gekiga es un drama realizado en papel, un drama en el que uno trata de alcanzar las profundidades del alma humana”.
Acostumbrado a ser un outsider fuera de las exigencias de las grandes editoriales, el tipo de relatos que hacía Hirata era muy similar a este nuevo estilo. Sin saberlo, Hirata llevaba tiempo haciendo un tipo de historias que palpitaba gekiga en cada viñeta.
En 1967, consigue publicar una serie de historias centradas en Zatoichi en la revista Magazine Five que serán la puerta a una publicación continua de otras tantas historias del mismo corte: Nisha-den (1967), Chishio-gawa (1967), Bushido Muzan-den (1968), Kazashi Kenpo (1968) y Kyudo Shinkon (1969), un volumen de más de cuatrocientas páginas dedicado a la arquería japonesa. Varias de sus historias tienen un éxito bastante considerable e incluso el famoso escritor y dramaturgo Yukio Mishima expresó su admiración por el trabajo de Hirata.
De la noche a la mañana, se convierte en un referente, un pilar de la mítica Garo, de SeirinKogeisha, y se transforma en una de las bases del movimiento gekiga con sus historias de samuráis. Orgullo de Samurai, publicado en España por Glénat, es precisamente una recopilación de algunos de sus trabajos de la Garo.
Pero, por culpa del vertiginoso ritmo de trabajo al que se somete, una dolencia le hace detener su ritmo de producción hasta que en 1972 regresa con más fuerza realizando Shimatsu zuma y Kubidai Hikiukenin, que fueron además los dos primeros trabajos que vio publicados en tapa dura.
Curiosamente, su regreso no es precisamente positivo y recibe duras críticas por sus nuevos trabajos, poniendo en duda su talento, pasando por otra mala racha con dificultades económicas. Es entonces cuando empieza a idear la que será su primera obra de larga duración.
El rescate del samurái y la obsesión por la fidelidad histórica
En 1977 comienza con Satsuma Gisiden en Nihon Bungeisha, la que es probablemente la obra que más repercusión ha tenido fuera de las fronteras japonesas y que, en nuestro país, publicó hace unos años Dolmen íntegramente. En la sinopsis que da la editorial de la obra la define como una historia de samurais pura y dura, situada en el olvidado Japón de mediados del siglo XVIII en la provincia de Satsuma. Una época en la que los samurais se encuentran algo fuera de lugar sin batallas que librar donde mostrar sus habilidades, y en la que se han visto relegados a trabajos ordinarios como la alfarería o la carpintería, dedicando su tiempo libre a un ritual consistente en perseguir y aniquilar a criminales a caballo, con la promesa de la libertad si sobreviven a la prueba. Será uno de esos criminales, un samurai caído en desgracia, el que sobrevivirá y pondrá a prueba el sistema
Venganza y lucha de clases en un Japón feudal cuyas castas de samurais intentan encontrar su lugar y adaptarse a un nuevo modo de vida, con soldados fuera de lugar sin guerras que librar. Una historia de honor y tradiciones narrada perfectamente por el detallista pincel de Hirata.
Satsuma Gishiden es una obra prolija en la cantidad de detalles históricos, que puede llegar a se complicada de seguir por la cantidad de información que posee, con numerosas historias paralelas que se enrevesan en el relato principal. En ellas vamos viendo los usos y costumbres de las distintas clases sociales, desde explicaciones del uso de las armas o las técnicas habituales de combate a los más pequeños matices de los oficios de la época. Eso hace que no sea un manga apto para lecturas superficiales, resultando a veces más didáctico que narrativo e incluso una lectura dura para un consumidor habitual.
Para darse cuenta de la obsesión del autor por la fidelidad histórica, en una entrevista realizada por Julien Bastide en el año 2007, Hirata decía lo siguiente: “Cuando creo mis historias, trato, sobre todo, de describir la realidad. A partir de ahí, los lectores son libres de interpretar como mejor les parezca. Lo que describo [en mis historias] es, creo, lo más cercano a la realidad histórica, lejos de las películas, las novelas y el manga, que tienden a iluminar la sociedad de la época. Por ejemplo, los miembros de la clase guerrera de antaño estaban acostumbrados a su moño de samurai. Sin embargo, las autoridades estaban oprimiendo a la gente del pueblo con el dinero de los impuestos, dejando sólo las necesidades básicas de la vida. Estos incluían comer arroz dos veces al año. En estas circunstancias es imposible que los guerreros más pobres se pudiesen permitir comprar aceite para el pelo, al contrario de lo que se ve a menudo en el cine.
En mi opinión, sólo hay dos películas realistas que representan esta época: Los Siete Samurai de Akira Kurosawa y Seppuku (Harakiri, 1962) de Masaki Kobayashi. Las demás contienen muchos errores que la mayoría de los espectadores japoneses tampoco son capaces de detectar. Otro ejemplo: la ciudad de Edo se dividió en dos entidades administrativas, una al norte, otra al sur. En las películas, nunca lo ves. Del mismo modo, no había placa en la entrada de las residencias de samurais para indicar su apellido. El uso de este tipo de trucos es para hacer que la trama sea más fácil de entender al público”.
El éxito internacional… y el desencanto
La realización de Setsuma Gishiden se alarga durante cinco años y finalmente la historia se recopila en 5 tomos. Las críticas vuelven a acompañar a Hirata y, en plena publicación del cómic en Japón, Hirata es invitado a la Comic-con de San Diego en 1977, en Estados Unidos, donde da el salto al extranjero, publicándose su obra por Dark Horse y, además, pudiendo exponer en territorio americano.
Sin embargo, cuando finaliza en 1982 Setsuma Gishiden, Hiroshi Hirata está agotado y bastante desencantado. Tiene ya 45 años y decide alejarse del mundo del manga y dedicarse a su hobbie: la electrónica. Pero únicamente consigue apartarse de ello durante un año, regresando en 1983 con Kuroda sanjûroku kei y, desde ese momento, no deja de seguir publicando distintos trabajos.
Esas obras siguen teniendo eco internacional publicándose en 1987 en Estados Unidos un recopilatorio de ocho volúmenes titulado Obras Escogidas de Hiroshi Hirata a partir de los recopilatorios de Nihon bungeisha, con portadas de Katsuhiro Otomo, que le devuelve el favor por haberle realizado la caligrafía del logo de Akira. Y es que Hiroshi Hirata además de mangaka, es conocido por su impresionante habilidad en la caligrafía, siendo una parte importante de sus obras los diálogos de las viñetas y onomatopeyas que realiza a pincel.
Ese mismo año, publica directamente en Estados Unidos Samurai, Son of Death, con guión de Sharman Devono, en la que fue la primera colaboración entre un guionista norteamericano y un dibujante japonés.
En 1990 empieza a realizar una obra autobiográfica titulada Otosan monogatari (la historia de un padre) y se muda cerca de Shizuoka, a la península de Izu, donde lleva viviendo más de 20 años desde entonces. Su producción disminuye notablemente, destacando en 1997 Shin Kubidai Hikiukenin, la segunda parte de una de las obras que sacó en su apogeo en los años 70, o Mumei no Hitobito Ishoku Retsuden en la revista Mr. Magazine de Kodansha en 1993, que Glénat ha publicado con el título de Héroes Anónimos en nuestro país.
Los últimos años
Lo cierto es que, pese a su avanzada edad, con los 70 años ya sobrepasados, Hirata ha seguido trabajando, publicando por ejemplo Daichi Gokujou Chi Dairuma Rikishi en 2007 con SeirinKogeisha, Katame no Gunshi en 2006 con Shonen Gahosa o Kezan con Shogakukan en 2004. Así que parece que el veterano autor aún tiene cuerda para rato.
Como anécdota, Hiroshi Hirata en los últimos tiempos suele salir con un gesto con la mano tras la oreja. Eso es debido a que, por culpa de un accidente con unas pistolas en un campo de tiro, ha perdido gran parte de su audición y, pese a que le cuesta escuchar, se niega a usar ningún tipo de audífono.
Últimamente Hirata se ha prodigado bastante fuera de las fonteras japonesas, visitando Francia en 2007 y en 2009 el salón de Angulema, donde realizó una espectacular demostración de dibujo a pincel que podéis ver aquí. En este XVII Salón del manga de Barcelona será uno de los autores invitados para deleite de los seguidores de los jidaimono y las historias de corte maduro.
Por último un interesante apunte final: hace no demasiado tiempo, Marc Bernabe, le visitó en su hogar en Izu, grabándole para su masters of manga una interesantísima reflexión sobre la diferencia entre los samuráis y los bushi que podéis ver a continuación y que evidencia la erudición del ilustre invitado a evento barcelonés, así como algo de su filosofía de vida:
Siguiendo la reflexión del maestro Hirata, él mismo podría considerarse un bushi veterano, un viejo luchador que se ha enfrentado durante toda su vida a lo establecido para hacer las cosas en el estilo que él consideraba correcto pese a que las modas editoriales fueran otras muy diferentes o pese a que fuera mucho más sencillo realizar historias menos complejas. Lo cierto es que, gracias a esa determinación, Hiroshi Hirata es, sin duda, uno de los nombres esenciales dentro de la historia del manga… y podremos disfrutar de su presencia en este próximo Salón del Manga de Barcelona.
Enlaces:
Especial XVII Salón del Manga de Barcelona
Galería de fotos del XVII Salón del Manga de Barcelona
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