Paradojas que aflorarán nuestros recuerdos
El plantel de presentación es más que reconocible a simple vista: Pegaso como protagonista, Atenea, Hades y su ejército de espectros, Pandora, los santos de plata y por supuesto, los santos de oro. Algo que podría infundir a pensar en que nos encontraremos con lo mismo de siempre, aunque nada más lejos de la realidad, pues desde el principio el planteamiento es completamente distinto.
Nos encontramos con un Santo de Pegaso que no está respaldado por la inseparable ayuda de sus compañeros de bronce tal como se encontraba Seiya y sin los que gracias a ellos y sus cosmos, pudo salvarse de más de un apuro. En este caso, conocemos a Tenma, un muchacho que desde pequeño ha sido valedero de sí mismo y que no cambia por mucho que pasen los años siendo valiente, decidido y muy fuerte. Pero en una obra así encontrarnos con un protagonista único resultaría insuficiente hoy en día. Un héroe siempre es respaldado por otros, por pequeños que éstos sean y en esta ocasión la compañía de la que goza Tenma es la de un Santo de Unicornio del que poco se supo en Saint Seiya, aparte de aquel combate contra el propio Seiya en el Torneo Galáctico. Ahora se le dota de una importancia mayor, una relación amistad-odio con altas dosis de eterna rivalidad entre chavales de su edad. Así mismo también recibe protagonismo a una mujer como Yuzuriha, Santo de plata de la Grulla, que también le hace compañía durante buena parte de la historia siendo otro de los puntos álgidos y novedosos de esta historia: una mujer santo con coraje, fuerza y mucho que decir en el desarrollo de la trama.
Shiori Teshirogi ha sabido dar más relevancia a todos aquellos a los que tanto echamos de menos en la versión de Kurumada, con mucha más importancia a los Santos de Plata en general. Estos Santos de Plata se les ve en diversas misiones y escenas, pese a recae la mayor parte de su peso personificado en Yuzuriha y en un personaje del que durante mucho tiempo se ha querido saber de su existencia oficial, que no es otro que el Santo de Altar, reencarnado en el lemuriano Hakurei. Muchos somos los que conocíamos esa armadura, la encargada y más dotada para reparar todas las demás, era como un mito del que nadie se hizo cargo hasta el surgimiento de The Lost Canvas.
Además de rescatar personajes olvidados, se ha presenciado una diversidad de personalidades mayor en uno de los grupos más importantes de todo Saint Seiya: los Santos de Oro. Basta con ver sus apariciones y seguir sus combates para que los que somos fans desde el Saint Seiya clásico no echemos de menos ese punto épico del que tanto ha gozado siempre la serie en todas sus sagas, y hayamos podido disfrutar de un mayor cuidado y ligeras novedades en cuanto a los famosos santos dorados.
Es fácil para los fans más longevos, encontrarse con incontables guiños, acciones y diálogos, procedentes de las historias de Seiya y compañía. Resulta espectacular cómo todo eso se introduce de una manera tan natural y consecuente con la trama, y trayéndonos con ello sensibles recuerdos tales como poder ver en acción al que sin duda fue siempre el Santo de Oro más mítico entre todos, pese a no estar de cuerpo presente, como lo es Sagitario, regalándonos escenas que bien homenajean a aquel héroe llamado Aioros del que lamentablemente poco conocimos por ser asesinado a manos de un confundido Shura de Capricornio. Resulta irónicamente emotivo que en The Lost Canvas, sea precisamente el Santo de Capricornio, El Cid, quien acude raudo y sin vacilar en ayuda de Sísifo de Sagitario a quien además confiesa admirar profundamente.
El manto de rosas de Piscis, que esta vez protege la entrada directa al Santuario en lugar de únicamente la Casa de esta constelación, resaltando la bondad y nobleza de Albafika para salvar a todo el Santuario y el cercano pueblo de Rodorio, sobre el egocentrismo de un Afrodita muy cuestionado en su época. La amistad entre los santos de Acuario y Escorpio ya era un hecho dos siglos antes del dúo formado por Camus de Acuario y Milo de Escorpio, que se han visto justamente homenajeados a través de Dégel y Kardia. Un Regulus de Leo muy joven, noble y eficaz en las batallas tal como lo era Aioria, del que no se han olvidado de enlazar al Santo de Sagitario sustituyendo los lazos de sangre por un maestro y un alumno muy unidos durante sus años de entrenamiento. Géminis esta vez no goza de tanto protagonismo, pero el peso que adquiere en sus apariciones es digno de los momentos que nos han brindado Saga y Kanon, escondiendo muchas sorpresas y volviendo a representar algunas de las escenas más míticas en la archiconocida batalla del Santuario que enfrentó a los santos de bronce contra el Patriarca y los 12 santos de oro. Son muchas más las muestras de recuerdos que afloran al seguir sus contiendas, que sin duda son una gozada de descubrir a su paso.
Los santos de plata, los santos de oro, Pegaso y sus camaradas,… pero qué sería de Saint Seiya sin su Atenea. Atrás han quedado ya aquellas “cuenta atrás” para rescatar a Saori. Sasha ha aparcado las palabras por la acción, por el involucrarse directamente en la guerra de una manera valiente y decidida enfrentándose a la gran ironía del destino de tener que enfrentarse a su mayor enemigo Hades, reencarnado en su hermano mayor Alone. Una historia alrededor de Atenea y Hades, en la que nos esperan también los sorprendentes cameos de otros dioses con importante peso en la historia de Saint Seiya.
Y no podemos olvidarnos del gran ejército de espectros, entre los que encontramos caras conocidas como los tres Jueces del Infierno, Raymi de Gusano o Niobe de Profundo. En The Lost Canvas nos presentan algunos desconocidos de los 108 espectros tales como Cheshire de Cait Sith, Fyodor de Mandrágora, Cube de Dullahan o un muy importante Kagaho de Bennu, que desarrollan escenas de batalla o acompañamiento a la historia, refrescando a los ya conocidos hasta ahora.
La palabra copia resulta utópica cuando estamos hablando de un manga que se creó paralelamente y bajo la supervisión de su autor original, y más aún, cuando la autora de The Lost Canvas es una confesa fan de la saga durante toda su vida. El homenaje está claro. La famosa regla de las reencarnaciones, aquella en que las dichas se darían en personas cuyas características fuesen similares, ha jugado a su favor para poder dar una nueva vuelta de tuerca a todos aquellos que ya conocíamos que pese a compartir aspecto en la mayoría de los casos, numerosas eran las diferencias existentes. Ni siquiera se ha olvidado de uno de los personajes más queridos y valorados entre los fans de Saint Seiya, que tiene su «disfrazada» y emotiva representación en The Lost Canvas.
Los tiempos cambian, las exigencias del público con ello, y por eso es complicado equiparar una secuela con una obra que lleva más de dos décadas entre nosotros. No es mejor, no es peor. Simplemente… es más actual. Cualquier nuevo aficionado que viese ahora la serie clásica de Saint Seiya podría pensar que se encuentra con personajes sin desarrollar, con un un importante transfondo pero sin llegar a pulirlo. Pero hay que pensar en el furor que causó por la época aquel numeroso grupo de personajes que, aunque estereotipados, eran tan distintos entre sí.
Es por ello por lo que no se puede en ningún momento menospreciar el trabajo de Masami Kurumada, respaldado por el gran diseñador Shingo Araki en su versión animada (que sin duda supo sacar aún más jugo a todos los diseños originales adaptándolos de nuevo para el público), sino que gracias a ellos ahora estoy escribiendo esto. Más acertado es agradecer a Shiori Teshirogi el seguir manteniendo tan dignamente vivo el espíritu de Saint Seiya aún después de más de 20 años, y que esperemos dure muchos más.
Enlaces:
Especial Saint Seiya: The Lost Canvas
Guía de Episodios SS: The Lost Canvas
Guía de Personajes SS: The Lost Canvas
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