El pasado 22 de abril se estrenó en España El niño y la bestia, último largometraje de Mamoru Hosoda. Una película largamente esperada por los fans del creador de Los niños lobo (Wolf Children) y Summer Wars, considerado actualmente uno de los mejores de la industria japonesa. Una historia llena de sentimientos y emotividad que no defrauda.
Hablar de Mamoru Hosoda actualmente es hablar de uno de los mejores directores de animación japonesa. Tras tocar el cielo con una obra maestra como Los niños lobo (Wolf Children), ha vuelto a España con la onceava película de su dilatada carrera.
Una pareja poco inusual
El niño y la bestia, estrenada en 2015 en Japón, es una película original escrita y dirigida por el propio Hosoda. La película narra una historia, que aún siendo poco original en su concepto, funciona muy bien. El protagonista es Ren, un niño de nueve años que tras ser abandonado por su padre y morir su madre se queda sólo en el mundo, convirtiéndose en un vagabundo que para por el barrio de Shibuya. Tras un encuentro fortuito acaba siendo “adoptado” por Kumametsu, una bestia del “otro mundo”, que decide entrenarlo como su discípulo como condición para convertirse en un venerable maestro.
En este “otro mundo” paralelo al de los humanos, residen los dioses, espíritus y seres mitológicos que pueblan las leyendas humanas. Todos son seres aparentemente con formas de bestias humanizadas. Un ejemplo de ello es Kumametsu, un tipo de oso pardo humanizado, un gigantón de pelo marrón.
Aunque las bestias visitan el mundo de los humanos de manera más o menos habitual, ocultas tras sus ropajes y con cuidado de no ser descubiertas, los humanos al contrario tienen prohibido visitar el “otro mundo”, ya que existe la posibilidad de que se transformen en monstruos descontrolados de gran poder, en el caso de que sentimientos como la rabia o el odio se apoderen de su corazón.
Por esta razón Kumametsu es reprendido por muchos de sus congéneres cuando descubren que ha adoptado a un humano como su aprendiz. Pero como Kumametsu, a cabezón nadie le gana, finalmente se sale con la suya.
A partir de ese momento comienza a gestarse la complicada relación entre maestro y alumno, así como entre padre adoptivo e hijo, siendo este el hilo central del filme. Kumametsu es desordenado, tosco, arisco y de poca paciencia. Todas ellas malas aptitudes para que un maestro consiga transmitir sus conocimientos a su joven aprendiz. Por su parte Ren, bautizado por su maestro como Kyûta (Kyû es nueve en japonés), parece un calco de éste: Poco paciente, arisco, muy cabezón y nunca da su brazo a torcer. Ambos son una bomba de relojería que estalla cada dos por tres, logrando arrancar más de una carcajada al espectador.
Maestro y alumno, padre e hijo
La película nos recuerda vagamente al clásico de Karate Kid -y otras tantas iteraciones del cliché-, con el niño perdido sin padre que es adoptado por un maestro solitario, que le ayuda a crecer tanto en las artes marciales como el plano personal. No obstante la película, más que en la acción, se apoya principalmente en la relación del niño y la bestia, así como su evolución; comprendiendo que al final se necesitan mutuamente, complementándose, siendo mejores personas y guerreros. Aquí radica el buen hacer de Hosoda, en hacer esa relación de lo más entretenida y emocionante llegando a tocarnos la fibra sensible en varias ocasiones del filme.
Tampoco vamos a engañarnos si decimos que no estamos ante un dramón como lo fue Wolf Children o La chica que saltaba a través del tiempo. Los momentos lacrimógenos existen en El niño y la bestia, pero no llegan al punto de intensidad y emoción que podemos ver en los dos anteriores trabajos del director. En este aspecto podría comprarse más a Summer Wars, compartiendo la épica de unos combates muy bien animados y coreografiados.
Un arte del otro mundo
De la animación, poco hay que decir si se es un habitual consumidor de las producciones de Hosoda y Studio Chizu. Sublime y preciosista son dos adjetivos que le van como un guante. No se echan en falta los diseños de Yoshiyuki Sadamoto, habitual colaborador de Hosoda. En esta ocasión esta labor ha recaído en los hombros de Daisuke Iga y Takaaki Yamashita.
No es una película que llegue a sorprender por una una animación en general detallada y realista, pero a la postre resulta tan fluida, bonita y coherente que acaba funcionando perfectamente en pantalla. Como el resto de trabajos de Hosoda, prima más la coherencia de lo que se ve en pantalla, la fluidez de la animación y su colorido, en vez de un nivel de detalle realista. En este aspecto, al igual que le pasa a Makoto Shinkai, son múltiples las voces que lo aclaman como un digno sucesor del estilo de animación de Hayao Miyazaki y Studio Ghibli.
A parte de la animación cabe destacar el gran trabajo artístico de la cinta animada. Como ya pasara en Summer Wars, hay una gran diversidad de personajes y bestias del otro mundo, todos inspirados en animales antropomorfos.
Por último mención aparte merece el barrio de Shibuya, así como otras localizaciones de Tokio, donde se desarrolla parte de la historia del largometraje. Pero sin duda el populoso barrio es perfectamente reconocible gracias a detalles como su popular cruce peatonal y neones que lo alumbran de noche.
La banda sonora es buena, contando con Takagi Masakatsu como compositor principal. Esta, bajo mi particular punto de vista, sus temas no llegan a lograr la épica que si se conseguía en Wolf Children. Creo que le falta un punto de epicidad a la música, así como un toque más místico y folclórico que acompañe a las escenas que transcurren en el otro mundo.
El doblaje a nuestro idioma es bueno, cumple con creces y las voces están bien elegidas. No hemos podido verla aún en su versión original (lo haremos cuando la película salga en formato físico) pero los dobladores, en especial la de los dos protagonistas, están muy bien interpretadas en todo momento.
Hoshoda, el director de la obra
A la cabeza de esta obra maestra de la animación está Mamoru Hosoda, la gran esperanza de la animación japonesa. Hosoda nació en septiembre del 67 en el distrito de Nakaniikawa en la prefectura de Toyama. A lo largo de su vida ha sido una persona relacionada con la animación en Japón desde los años 90, trabajando como animador en series como Dragon Ball, Slam Dunk o Sailor Moon.
Comenzó a su trabajo como director en algunas de las adaptaciones de Digimon, como Digimon: Our War Game o en la sexta película de One Piece, Omatsuri Danshaku to Himitsu no Shima. Pero el salto a la fama llegó gracias a su trabajo en Madhouse, donde llegó en 2004 y colaboró con Shinichiro Watanabe en todo un clásico como Samurai Champloo.
La película que finalmente lanzó su carrera fue La chica que saltaba a través del tiempo, adaptación de una novela de ciencia-ficción japonesa. Tras ésta llegaron Summer Wars y Wolf Children. Ambas son obras maestras de la animación y la mejor muestra de lo que es capaz la industria japonesa con una buen equipo de trabajo.
La última creación de Hosoda es este título que os reseñamos en estas líneas, El niño y la bestia. Desde que se estrenó el 11 de junio 2015 en Japón, la obra lleva recopilando un buen número de buenas críticas tanto de prensa como de público. Pero Hoshoda no para quieto, pues ya está trabajando en su nuevo filme.
Una película imprescindible
Imprescindible. No hay otro calificativo para este largometraje. Posiblemente es la mejor película de animación japonesa que ha pasado por las salas comerciales españolas desde El viento se levanta de Hayao Miyazaki. Lo tiene todo, historia, personajes, animación, banda sonora… Porque aunque en algún punto del texto quizás os he dado a entender que haya elementos mejorables, siempre lo he hecho desde la comparación con el resto de la filmografía de Hosoda, que claro está, tiene joyas del calibre de Wolf Children.
El niño y la bestia es un filme redondo. Funciona perfectamente aún siendo un profano de la animación japonesa. Su ritmo y narrativa distan de ser muy japoneses y son perfectamente comprensibles para un occidental, detalles que a veces lastran las producciones niponas en occidente. De esta manera se convierte en una película de animación global, disfrutable por cualquier tipo de público, algo que personalmente creo que tienen casi todas las obras de Hosoda.
Por último y por buscarle algún pero a la película, la historia, aunque es tremendamente entretenida, no es tan original o sorprendente como sus anteriores trabajos. En el fondo el filme tiene una historia con varios tópicos: un maestro solitario que no sabe enseñar, el alumno falto de figura paterna, etc. No obstante, como hemos dicho esto no lastra en absoluto su disfrute. Compra obligada para cuando salga en edición física.
Lo mejor:
- La relación entre alumno y maestro, niño y bestia
- La fluidez y colorido de la animación.
- Es una película de Hosoda, ¿hace falta decir más?
Lo peor:
- Posiblemente menos original que sus anteriores trabajos.
- Una BSO que pasa algo desapercibida.
- Que por tratarse de anime, haya mucha gente que opte por perdérsela.
El niño y la bestia
Estudio: Studio Chizu
Año: 2015
Tipo: Película animación
Duración: 119 min.
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