Miyazaki ha vuelto. Persiguiendo el viento que se había levantado hace diez años con el grito “¡Hay que intentar vivir!”, el director ha regresado envuelto en plumas y pidiendo perdón por no poder evitar hacernos volar de nuevo. En esta ocasión nos plantea la pregunta ”¿Cómo queremos vivir?”.
El chico y la garza (Kimitachi wa dô ikiru ka) de Hayao Miyazaki hizo su debut en España a través de los festivales de cine de San Sebastián y Sitges. Sin embargo, para aquellos que no tuvieron la oportunidad de disfrutarla en esos eventos, esta última película (que no será la definitiva del director) se estrenará en la gran pantalla el 27 de octubre gracias a la distribución de Vértigo Films.
© 2023 STUDIO GHIBLI
La niñez
La película comienza con unos primeros minutos cargados de espectros y cenizas, envueltos en una animación sublime y cruda a partes iguales. En este inicio, nuestro protagonista pierde a su madre a causa de las llamas en un bombardeo en plena Segunda Guerra Mundial, marcando el principio de una aventura hacia lo desconocido. Este viaje lo lleva a una nueva vida a las afueras de Tokio con su antigua y a la vez nueva familia, así como a un nuevo colegio. En resumen, un viaje hacia la edad adulta.
A pesar de que Miyazaki toma de referencia su libro favorito de la infancia, ¿Cómo vives? de Genzaburo Yoshino, esta adaptación solo captura la esencia de la novela: las reflexiones de un niño que ha perdido a uno de sus progenitores y que busca su lugar en el mundo, su rol en la sociedad y el sentido de la humanidad, invitándonos a reflexionar y a cuestionarnos nuestras propias ideas siendo honestos con nosotros mismos. De esta honestidad nace nuestro protagonista, Mahito (真人 del japonés “persona verdadera o persona honesta»). Un niño que, siguiendo las plumas de Garza, se aventura hasta la séptima pluma cortavientos atravesando el túnel hacia un nuevo mundo de manera directa y decidida, como una flecha.
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La juventud
Como suele ocurrir en la adolescencia, casi sin haberlo previsto y guiados únicamente por la curiosidad de nuestro niño interior, nos encontramos en un mundo sin reglas. En este mundo los periquitos son monstruos temibles y terribles, hay seres semihumanos, medio monstruos, y vemos de forma magistral transfiguraciones sacadas de tu peor pesadilla o de tu mejor sueño. Además, debemos superar obstáculos que advierten: “Aquellos que busquen mi sabiduría, morirán”.
En este mundo, sumido en un mar maldito y lleno de espejismos, debemos aceptar el cambio y luchar por nuestra meta, a pesar de que aquellos seres que maduran y salen volando son devorados por pelícanos. Sé que suena confuso, pero al igual que lo es esta etapa, un choque entre lo que esperan los demás que hagamos, como continuar su legado, y nuestros propios deseos de forjar nuestro camino y desarrollar nuestras propias ideas.
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Aunque la avalancha de cambios pueda parecer abrumadora, tanto el mundo como nosotros resistiremos un día más. Quién sabe, quizás, solo quizás, nuestras decisiones contribuyan a hacer de nuestro mundo un lugar más apacible.
La adultez
De repente nos convertimos en adultos, superando al maestro y poniendo, como hace Miyazaki, un rastro de miguitas de pan para quien quiera seguirlo y sean capaces de verlo.
El maestro nos coloca flores violetas al principio en las habitaciones de nuestros personajes, símbolo de admiración, gratitud y respeto, y nos deja objetos que evocan tanto su pasado como el nuestro. Elementos como el cuenco en el que Ponyo comía ramen, el sombrero de Sophie o el dial de la puerta de Howl ahora transformado en ventana, nos hacen reflexionar sobre la idea de que el universo del director no está aislado.
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En este punto, la impronta de Miyazaki es innegable en la película. No solo se refleja en su preferencia por aeronaves y personajes femeninos fuertes y valientes, que además son encantadores y llenos de gracia a medida que envejecen, sino también en su destreza y habilidad en la animación y el diseño. Logra que actividades cotidianas como pisar la tierra mojada o calzarse los zapatos se conviertan en un despliegue de virtuosismo. Sin olvidar, como no, de hacernos la boca agua con una simple tostada con mantequilla y mermelada.
El chico y la garza es, en pocas palabras, una historia de fantasía con grandes toques autobiográficos sobre la vida, la muerte y la creación. Enmarcada en la visión crítica y didáctica que caracteriza al autor, esta se convierte en un mensaje de esperanza y concienciación para los espectadores.
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Como dijo el director en la entrevista de MidnightEye visions of Japanese: “Soy un pesimista. Pero cuando estoy realizando una película, no quiero transferir mi pesimismo a los niños. Lo mantengo a raya. No creo que los adultos deban imponer su visión del mundo a los niños. Ellos son muy capaces de formar sus propias visiones. No hay necesidad de imponerles las nuestras”. De esta forma alenta al público a cambiar el curso de la historia, a aprender de los errores y a preservar lo que les rodea. No es de extrañar entonces que se haya usado la figura de la garza, ave que simboliza el éxito de la protección animal, como guía en esta aventura.
Está realizada por el Studio Ghibli, que nos ha emocionado y maravillado a lo largo de nuestra vida con películas como La tumba de las luciérnagas, Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro, y producida por Toshio Suzuki, quien también ha producido los documentales Never-Ending Man: Hayao Miyazaki (2016) y la miniserie 10 años con Hayao Miyazaki. Esta obra, que se dice que es el regalo de Miyazaki a su nieto, está armonizada como no podía ser de otro modo por Joe Hisaishi, quien elabora la banda sonora de este filme tan esperado.
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Una obra sumamente personal que nos habla de la pérdida, de la esperanza de alcanzar un sueño y de ser fiel a uno mismo sin importar lo que piensen los demás. Como nos dice su canción principal, Spinning Globe, interpretada por la figura del J-pop Kenshi Yonezu (quien también interpreta Kick Back, tema de apertura de Chainsaw Man), corre contra el viento, sobre los escombros y sigue, sigue hacia adelante.
¿Alzaremos el vuelo?
Esta película, no recomendada para ornitofóbicos, nos alienta a afrontar los desafíos buscando personas de las que rodearte en un mundo cruel, intentando más que sobrevivir, vivir tu vida. Porque tal y como nos plantea Miyazaki, la vida puede ser cruel, fantástica, rara, absurda y cómica al mismo tiempo. Incluso a veces puede ser incomprensible para muchos observadores que se sientan a verla, y no es hasta el final, cuando echas la vista atrás y recuerdas todo lo que has pesado y pasado con los protagonistas, cuando piensas que cada segundo ha sido maravilloso, como la vida misma.
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Lo mejor
- La animación: fluida, creativa en los diseños y asombrosa en los detalles, como no podía ser de otro modo.
- El humor: absurdo y perfecto para bajar el tono solemne y crudo de ciertos momentos (sin duda, la película con la que más me he reído del estudio).
- La banda sonora: sabe generar la atmósfera perfecta para el momento exacto.
Lo peor
- El ritmo: tarda bastante en arrancar, aunque hace pequeños amagos que quitan dinamismo a la trama.
- Pérdida en los detalles: quiere tratar demasiados temas y en ocasiones se pierde o el efecto no es el esperado.
- La traducción del título: sin duda el fallo más tremendo, convirtiendo una pregunta abierta al espectador (¿Cómo vives?) en una frase que evoca más a una aventura de cuento clásico infantil.
El chico y la garza
Estudio: Studio Ghibli
Año: 2023
Tipo: Película animación
Duración: 125 m
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