Al contrario de lo que se cree, los seres vivos no sólo se clasifican en animales y plantas. Entre nosotros están también unas criaturas primitivas con las que hemos convivido desde el inicio de los tiempos. Como sólo unos pocos humanos son capaces de verlos, los mushis a menudo forman colonias y parasitan en otros seres vivos, provocando lo que a ojos de los inexpertos pueden llegar a ser temibles y rarísimas enfermedades.
Es aquí donde interviene Ginko, un joven de extraño aspecto que se dedica a recorrer los enclaves más recónditos de Japón para investigar a estas criaturas y ofrecer sus conocimientos a los involuntarios huéspedes, con la intención de «curarlos». Como mushi-shi, ha presenciado y documentado casos tan extraños como fascinantes. Al existir una innumerable variedad de mushis, los cuales, a su vez, desencadenan reacciones inusitadas en el cuerpo de los parasitados, cada suceso es un reto para él, que no dudará a la hora de irrumpir en parajes tan variados como la profundidad de los bosques, la soledad de las montañas o las zonas costeras más aisladas, paisajes idílicos y atemporales donde todo parece haber quedado anclado a una época muy remota. De hecho, Ginko es, por su vestimenta, el único nexo que el espectador mantiene con la era contemporánea al tratar de situar espacialmente la historia.
Así pues, cada capítulo de Mushi-shi no sólo recrea un caso concreto, sino que supone todo un despliegue imaginativo que da cabida a narraciones autoconclusivas tan atrayentes como El puente de una sola noche, El pantano ambulante o Un hilo en el cielo. Todo coordinado por la batuta del protagonista, del que apenas se ofrecen datos más allá de sus habilidades, sin que por ello deje de resultar igual de interesante.
Una adaptación rabiosamente fiel al manga
Según se recoge en uno de los documentales que incluye la edición a modo de extra, el objetivo principal de Hiroshi Nagahama, director del anime, era plasmar el aura de las páginas de Mushishi sin alterar su esencia; es decir, su intención no era otra que la de insuflarle vitalidad distinta gracias al color, el movimiento y el sonido, pero respetando siempre la trama, con tal de despertar esa misma tensión que provoca el cómic a sus lectores.
El trabajo del estudio Artland es soberbio. La riqueza de los fondos, el trazado de los personajes, que mantiene el estilo de la autora, y una banda sonora que pone el vello de punta acreditan la labor de un equipo de profesionales dirigidos por un hombre que se declara, ante todo, fan de la fuente original, y eso se nota.
Se podría afirmar, pues, que Artland se limita a dotar a Mushi-shi de una nueva dimensión, cometido que, apenas dos años después del inicio de la retransmisión por televisión del anime, retomó el archiconocido Katsuhiro Otomo (creador de, entre otros, el manga de Akira) al llevarlo a la gran pantalla en forma de una película que se llegó a proyectar en España, concretamente, en el Festival de Cine Fantástico de Sitges. A diferencia de dicha película, que explota el lado más escalofriante de la incomprensible naturaleza de los mushis, el anime se caracteriza por su ritmo sosegado, sin que esto sea sinónimo de falto de ritmo. Ni mucho menos.
Propuesta no convencional y arriesgada, pero digna de elogios
Existe un sector entre los aficionados españoles al manganime que está compuesto por esas personas de edad comprendida entre los veinticinco y los treinta y tantos años que, tras llevar prácticamente una década consumiendo cómic y animación japonés, demandan algo más y buscan obras que les sigan emocionando y les hagan reflexionar, de acuerdo a sus circunstancias actuales. Para todos ellos, Mushi-shi es un producto ideal, sin que ello signifique que los más jóvenes o los de mayor edad no puedan disfrutarlo igualmente. Asimismo, se menciona que la apuesta de Selecta Visión al editar este título es arriesgada porque no va destinada a un público concreto.
No es un thriller. No es una obra de acción. No es un drama, ni una historia de amor épica. ¿Qué es, entonces? Resulta difícil explicarlo con palabras. Mushi-shi es un soplo de aire marino, el olor a tierra mojada por la lluvia, el color intenso de las flores silvestres. Es el retrato de ese Japón devoto al culto de los espíritus de la naturaleza que cultural y estéticamente a tantos apasiona, un mosaico de emociones humanas como el amor, el apego a la familia o la codicia; veintiséis capítulos de poco más de veinte minutos que producen escalofríos.
Por la calidad de la obra en sí y, especialmente, por la sencilla pero elegante presentación del pack coleccionista y su buen precio, Mushi-shi es una compra altamente recomendable. El único punto que se puede considerar débil dentro del conjunto, es el doblaje en español, que si bien es más que correcto, no consigue crear esa peculiar atmósfera del original; algo secundario entre comillas, dado que para algo figura, entre sus características técnicas, la opción de cambio de idioma.
Los que hayan leído el manga, publicado en nuestro país por Norma, no se sentirán decepcionados. Y los que no conozcan ni uno ni otro, deberían darle una oportunidad. Esta edición integral, que ofrece dichos veintiséis capítulos a poco más de un euro cada uno, es una buena opción. Nunca la magia de lo incomprensible resultó tan económica.
Lo mejor: Ginko: un grandísimo personaje que no desentona en medio de tal variedad de situaciones.
Lo peor: La caja del pack. Extraer y volver a colocar los DVD puede ser un poco complicado.
Ficha técnica:
Título en español: Mushi-shi
Título original: Mushishi
Dirección: Hiroshi Nagahama
Animación: Artland
Distribuidora española: Selecta Visión
Duración: 10 horas con 25 minutos aproximadamente (26 episodios)
Soporte: DVD
Idiomas: Castellano y Japonés 2.0
Subtítulos: Castellano
Imagen: 16×9 1:1.85
Extras: Entrevistas con el director, documentales, notas de producción, trailers…
Precio: 29,95 € Edición integral (6 discos)
Facebook
Twitter
Pinterest
Instagram
YouTube
RSS