La llegada de la filmografía de Studio Ghibli a Netflix se ha convertido en una oportunidad excelente para ver una y otra vez estos clásicos de la animación. En el extenso catálogo del estudio hay joyas ocultas, cintas que pasan desapercibidas entre grandes nombres como El viaje de Chihiro, La princesa Mononoke o La tumba de las luciérnagas. Precisamente, esta última película comparte director con la cinta de la que vamos a hablar en esta reseña: Recuerdos del ayer, la historia de una joven que se mueve entre los recuerdos de su infancia y los dilemas de su vida actual.
Tras La tumba de las luciérnagas (1988), Isao Takahata repitió en 1991 con una película costumbrista, aunque alejada del drama de la guerra y que, es, posiblemente, su película menos conocida. Recuerdos del ayer es una historia realista y personal, que habla en un lenguaje universal. La franqueza con la que Takahata evoca la infancia de Taeko, su soledad, sus anhelos, y cómo estos se combinan con su pragmatismo como adulta y su alegre ingenio está maravillosamente gestionado por el director.
Viaje a través de la memoria
Recuerdos del ayer está basada en el manga titulado Omohide Poroporo, que llegó a España de la mano de Dolmen Editorial bajo el título de Only Yesterday. Takahata se separó ligeramente de la obra original, que nos cuenta ciertos momentos claves de la vida de una niña de 10 años, y ambientó la historia en el Tokio de 1982, donde una oficinista de 27 años, soltera, está a punto de comenzar sus vacaciones en el campo. Por segundo año consecutivo, Taeko decide visitar a la familia de su cuñado para recoger durante las vacaciones de verano cártamo, planta que se utiliza tradicionalmente para hacer cosméticos. Este viaje hace a Taeko volver a conectar con su infancia a través de un conjunto de flashbacks que nos demuestran que la niñez está inexorablemente conectada con la madurez.
Taeko es la más pequeña de una familia con un padre reservado y sombrío, una madre permanentemente preocupada por sus hijas, dos hermanas y una abuela. Las emociones más intensas entran en juego en la escuela, donde Taeko tiene que hacer frente a los chicos que se burlan de las niñas por tener la menstruación, así como a su primer enamoramiento. Frustrada, pero también conmovida por estos recuerdos, la Taeko adulta, que posee un trabajo que no le apasiona, comienza a preguntarse si ha sido fiel a su joven yo más aventurero. Estos pensamientos se complican ante la presencia de un apuesto y joven campesino llamado Toshio, cuyo entusiasmo por su trabajo actúa como bálsamo para Taeko.
Recuerdos del ayer es una película con alma. Tiene tiempo para entrar en detalles sobre la historia, sobre la vida en el campo y sobre cómo se recoge la cosecha de cártamo, pero también se centra en las emociones de Taeko mientras lucha por hacer las paces entre su infancia y su situación actual.
La sutileza de los mensajes
La narración que a lo largo de las casi dos horas de película hace Taeko de su propio viaje físico y espiritual se convierte en una especie de cura para ella; en una forma de acceder a ese dolor que tenía enterrado. Esta heroína, aunque es una persona totalmente realizada, es a la vez profundamente vulnerable, y sin embargo exhibe grandes reservas de fuerza interior.
Tal y cómo han señalado algunos autores, Takahata hace de la experiencia de Taeko el medio para explorar cuestiones psicológicas más amplias en la sociedad japonesa contemporánea. Estrenada en 1991, Recuerdos del ayer podría leerse como una respuesta a la catastrófica recesión económica del país a principios de los años 90, con el estallido de las burbujas bursátil e inmobiliaria en 1989 y 1991, respectivamente. El director trata los decepcionantes sueños socioeconómicos de la clase media japonesa, cuyas promesas de prosperidad se evaporaron de la noche a la mañana cuando una de las mayores burbujas financieras de la historia estalló justo bajo sus pies. La película utiliza un ejemplo de decepción personal como sinécdoque de la desarticulación psicológica de la nación tras una crisis prolongada que sacudió a la cultura japonesa hasta sus cimientos.
Las respuestas emocionales de Taeko al recordar estos acontecimientos casi traumáticos para ella, como la bofetada de su padre, su efímero sueño por la actuación o sus problemas con las matemáticas que llevaron a su familia a cuestionar si tenía cierta incapacidad intelectual, así como los momentos alegres, se presentan en forma de fantasía onírica que refleja su estado psicológico de una manera que solo es posible reflejar a la perfección gracias a la animación. Al igual que en La tumba de las luciérnagas, Recuerdos del ayer es una película realista, pero sus breves momentos de surrealismo suman al emanar de manera tan honesta la experiencia personal de la protagonista. Takahata crea una obra que trasciende sus rasgos genéricos y culturales para decir algo básico y vital sobre la transitoriedad de las decepciones que sufrimos a lo largo de los años y también sobre las redenciones que recibimos en nuestra vida.
Durante esas vacaciones en el campo, entre Taeko y Toshio empieza a nacer un romance. Takahata emplea esas citas para hacer conectar la armonía psicológica que Taeko siente en ese momento a través del amor romántico con la creciente importancia de la naturaleza. Porque, sí, Recuerdos del ayer es una película de Studio Ghibli y el mensaje ecologista, en menor medida que en otras cintas, sigue estando ahí. De forma muy sutil, en Recuerdos del ayer se celebra la comunión del hombre con la naturaleza y se reconoce que, en mayor o menor medida, ésta es siempre remodelada por el hombre, en este caso para hacer cultivos. Toshio hace una reflexión muy interesante sobre la creencia errónea para la gente de ciudad de que el campo es la naturaleza. El campo es el resultado de años y años de lucha de los seres humanos por dominarla.
Dos estilos, pasado y presente
A nivel visual, Recuerdos del ayer presenta uno de los conceptos artísticos más singulares de Ghibli. El contraste visual entre la niñez de Taeko y su adultez es interesante y está muy bien trabajado. En este sentido, el aspecto más llamativo de Recuerdos del ayer es el uso del color. La trama de la película se mueve en dos periodos de tiempo, el pasado y el presente, y Takahata se las arregla para otorgar a cada periodo una personalidad distinta. El pasado transmite nostalgia al hacer un uso simplista de los colores, predominando los tonos claros, y haciendo un mayor uso del blanco, que cubre los bordes de la pantalla. Éste contrasta con el presente de Taeko, pues contiene colores muy vivos y detalles muy realistas tanto en los personajes como en los fondos. La razón de hacer el pasado de Taeko menos detallado es posiblemente intencional, debido a que no puede recordar completamente lo que sucedió durante ciertos eventos de su vida. Esto no quiere decir necesariamente que una parte de su vida sea mejor que otra, ya que ambas son igual de buenas y proporcionan una mayor comprensión de la vida de la protagonista.
Aquellos que vean la película por primera vez notarán de forma inmediata que hay algo raro y diferente en el dibujo de los personajes. Lo que Takahata y su equipo hicieron fue centrarse en las expresiones, en los músculos faciales. Los pómulos de todos los personajes adultos en el presente son muy detallados, por lo que en esta película los personajes cuentan con un rango emocional mucho más amplio y fino de lo normal. El efecto es de hiperrealismo, por lo que es posible leer las caras como si se estuviera viendo una película de imagen real.
La música, compuesta por Masaru Hoshi, aunque no destaca especialmente, es agradable y muy apropiada. Mención aparte merece esa música folclórica húngara, que, aunque es una extraña elección, resulta sorprendentemente efectiva.
Una interpretación propia
El manga de Only Yesterday vio la luz por primera vez a finales de la década de los 80. La obra llegó a España de la mano de Dolmen Editorial en 2008 y sigue los mismos parámetros de la última versión publicada en Japón, concretamente en 2005 por Seirindo Co. LTD. Se trata de una edición de dos tomos con sobrecubiertas a todo color a cargo de Guillem March y con sentido de lectura oriental. Su reseña en Ramen para Dos la podéis leer a través de este link.
Como ya se ha comentado en apartados anteriores, mientras que el manga nos narra en primera persona los descubrimientos del día a día de una niña de diez años en la década de los sesenta en Japón, Isao Takahata inventó una historia paralela en la que la protagonista ya es adulta, pero no se siente satisfecha con su vida. Lo que posiblemente atrajo a Takahata de esta obra no es el retrato de una época, sino narrar cómo la mujer adulta se mira, en un momento difícil, en experiencias vitales de la niñez para encontrarse. Esta visión tan aguda ha convertido a Recuerdos del ayer en la película más intimista de Studio Ghibli y de Isao Takahata.
En el año 2010, Aurum trajo en formato DVD a España esta película que estaba inédita hasta la fecha. Ahora, gracias a Netflix, se recupera esta cinta con su excelente doblaje en castellano.
Conclusión
Recuerdos del ayer es una historia muy simple, pero bellamente ejecutada. Impresiona con su simplicidad y serenidad. No hay armas, ni espadas, sino recuerdos e incertidumbre sobre el mañana. Isao Takahata tomó un concepto mundano como la vida de una niña y su maduración, y lo convirtió en un viaje hacia el autodescubrimiento. Por eso, Recuerdos del ayer es una de las mejores de Studio Ghibli y, en mi opinión, una de las mejores películas de anime que se han hecho. Se disfruta cada minuto de esta magnífica producción y es de visionado obligatorio para todos aquellos que aman el costumbrismo y un anime excelentemente ejecutado.
Lo mejor
- Lo fácil que es empatizar con la protagonista. El viaje por sus recuerdos lleva al espectador a recordar los suyos propios.
- La bonita relación que nace entre Taeko y Toshio.
Lo peor
- La película peca quizás de un ritmo lento en algunas partes.
Recuerdos del ayer
Estudio: Studio Ghibli
Año: 1991
Tipo: Película animación
Duración: 118 min.
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