Todo el mundo busca algo. Quizás sea el amor, la fama o el dinero. Pero, ¿qué sucede cuando no hay un objetivo claro? ¿Qué se busca cuando realmente no tienes un objetivo? Una aventura. El objetivo puede ser eso, encontrar algo por lo que merezca la pena buscar. ¡¡Hasta siempre, Don Glees! se presenta como una aventura en todos los sentidos. Es una historia de verano, de amigos, y de descubrimiento. Una historia que no dejará indiferente a nadie, con paisajes que toman el protagonismo y personajes con los que sentirse identificado.
Estamos en julio, hace calor, y tenemos tiempo libre. Es la mejor época del año para salir de aventura, correr a vivir un sueño, encontrar lo que se busca. O ir al cine a ver una de las mejores películas de anime que llegan a la gran pantalla española. Selecta Visión nos lo pone fácil.
Bienaventurados
Es el verano de primero de bachillerato (lo que aquí en España sería cuarto de la ESO) y la vida de Roma y Totó ha cambiado. Los jóvenes, que llevan siendo amigos desde pequeños, se ven separados cuando Totó decide marcharse a Tokio a estudiar para poder llegar a ser médico. Roma, por su parte, decide quedarse en su pequeño pueblo de Kanto y se plantea cursar un grado de agricultura. La vida de ambos es bastante tranquila, nunca llegaron a destacar en la secundaria, y todo indica que su vida en bachillerato correrá la misma suerte.
A Roma no parece interesarle nada realmente, como si le faltara “algo”. Va a cumplir 16 años y no sabe qué es lo que quiere. Por ello, Totó le anima a vivir “su última hazaña de los 15 años”. Así acaba llamando a la chica de la que estaba enamorado. Tivoli, como se hacía llamar la joven, se ha marchado de intercambio a Irlanda. Pero nadie le coge el teléfono y la historia se queda ahí. Al fin y al cabo ellos siempre fueron los marginados, los “Don Glees”.
Sus veranos pasarían sin pena ni gloria, o al menos así habían sido hasta aquel verano. De la nada (o de Islandia más bien) llega un nuevo integrante al club de los apestados: Drop. El chico tiene un año menos que Roma y Totó, está lleno de ilusiones, vida y un objetivo: vivir una aventura, encontrar el tesoro. Pero, por ahora, se conforma con montar su propio festival de fuegos artificiales con sus amigos. Han comprado, incluso, un dron para poder verlo todo desde arriba. Sin duda, un plan perfecto. Pero los fuegos artificiales nunca llegan a encenderse y el dron, al final, se pierde en el cielo. ¡Ese dron que costó una fortuna! Más que ver un cielo lleno de colores, se pasaron la noche corriendo detrás de un robot que se negaba a hacerles caso.
Y ahí habría acabado el último verano de Drop a los quince de no haber sido por un pequeño accidente. El campo de al lado del pueblo salió ardiendo en mitad de la noche. El motivo del incendio, desconocido. Las únicas pruebas, los restos de unos fuegos artificiales. ¡Les iban a culpar a ellos! Pero sus cohetes, bengalas y demás nunca llegaron a brillar. Tenían que demostrar, antes de ser culpados, que ellos no habían sido. El dron había grabado todo antes de perderse en las alturas, y ahora el grupo de amigos debían de encontrarlo. Lo que parecía el fin de su verano se convirtió en el inicio de todo.
Caminante, no hay camino
El filme utiliza un estilo de narrativa basada en el clímax como la mejor carta de presentación. Esta es toda una declaración de intenciones. Sabe a donde quiere llevarte, tú, como espectador, sabes a dónde te llevará, pero ¿cómo llegar a ello? Atsuko Ishizuka, la directora, pone todas las cartas sobre la mesa y te dice a la cara: prepárate. De este punto en adelante, todo depende de cómo fluya la historia.
La trama está compuesta por dos partes divididas por la búsqueda del dron. Así se presenta el antes y el después de la hazaña. El dron marca un punto de inflexión en la historia, el ambiente de la obra cambia por completo y la trama da un giro de 180º. Sin meternos en mucho más detalle de los que la propia película nos muestra al principio, se puede entrever perfectamente hacia dónde se dirige el curso del filme.
Mas, debemos tener siempre presente que la historia no se trata de encontrar, sino de buscar. ¡Hasta siempre, Don Glees! no es el destino, es el camino para llegar a él. Que al principio de la película se muestren escena de la segunda mitad de esta no rompe en ningún momento con el punto álgido de la misma sino todo lo contrario. Refuerza esa idea de la aventura constante, de llegar a cumplir objetivos. Y que, aunque el recorrido es duro, el mundo hostil, y el sino traicionero, al final acabas sonriendo.
No os lo voy a negar, es una película triste, pero esperanzadora. Tiene momentos desgarradores, y escenas que colman al espectador del sentimiento de la más pura felicidad. Al fin y al cabo son tres muchachos viviendo su “última gran hazaña”.
A ese pájaro dorado
Alejándonos un poco de la trama, porque más que hablar de ella merece la pena disfrutarla en la pantalla, centrémonos en otro elemento que me ha llamado la atención de sobremanera: los paisajes. En Don Glees (abreviemos el nombre) los escenarios en los que transcurre la historia son fundamentales. Y como no podría ser de otra manera, cada uno de estos es más destacable que el anterior.
Como ya comenté anteriormente, la historia se divide en dos, y en cada sección los paisajes varían. En el primero de ellos, podemos disfrutar de los bosques del Japón más rural. Caminos repletos de frondosos árboles, de pequeños riachuelos y de campos de hierba verde esperanza que se complementan con las montañas de la región de Kanto. La base de los Donglees es un pequeño refugio en medio de la naturaleza, formada por troncos y telas. Una base secreta en medio de árboles. Y; por otra parte, la segunda mitad de la película deja atrás las arboledas para descubrir el mundo más allá del archipiélago nipón. Aparecen entonces las llanuras, los paisajes desiertos, no de flora, sino de humanidad. Las cascadas inmensas y las noches estrelladas se convierten en nuevos personajes del largometraje.
En el filme se juega mucho con los planos para mostrar todo el mundo que rodea a nuestros tres protagonistas. Se muestran planos generales para apreciar todo el ambiente en su máximo esplendor. Las alturas no son tan lejanas desde la mirada del dron. Cada detalle está cuidadosamente calculado. Y más allá de destacar la maravillosa animación, un detalle que me causó una enorme sorpresa fue descubrir que no solo se utilizaba esa técnica. En momentos clave aparecen imágenes reales que casan con la historia.
Entre un hola y un adiós
MadHouse ha vuelto a demostrar su poderío en el mundo del anime. La animación ha sido excelente como no podría ser de otra manera. Pero no de estética vive el hombre. Para lograr lo que se ha logrado se debe agradecer uno por uno a todo el equipo de trabajo detrás de esta producción.
Atsuko Ishizuka, conocida ya por A Place Further Than the Universe, es l director de este filme que bebe, y mucho, de su anterior trabajo. De hecho, uno de los carteles promocionales de la obra mostraba a las jóvenes protagonistas del anime yendo a ver la película. Ambas obras guardan muchos elementos en común. Ya sea por ese sentido de aventura, por la trama que muestra el paso a la madurez, o por cómo se presenta a los personajes. No, no es una copia exacta de la fórmula, pero sí que se pueden apreciar paralelismos que dejan muy buen sabor de boca.
Del equipo de trabajo del ya nombrado anime son varios los que vuelve a repetir. Ejemplo de ello son Takahiro Yoshimatsu como el diseñador de los personajes, o Yoshiaki Fujisawa para la banda sonora. Hablemos de este segundo aspecto. La música es un elemento esencial en cualquier obra audiovisual. Una buena canción será recordada para siempre, y si se encuentra en una obra de gran calibre, podría ser incluso un himno. La música acompaña a la trama, y teniendo en cuenta el ya nombrado giro de los acontecimientos, esta no hace más que reforzar las ideas. Una gran película necesita de una gran BSO, y Don Glees puede lucir con orgullo esta medalla.
Finalmente, pero no por ello menos importante, hablemos de la edición española. Selecta Visión es la encargada de estrenar en la gran pantalla la obra en tres idiomas diferentes, en el original con subtítulos, en castellano y en catalán. En nuestro caso (y muy a mi pesar) para esta reseña hemos utilizado la primera opción. Si se me pregunta a mi en particular, siempre seré defensora de disfrutar las obras en un buen doblaje, y una vez vista la obra y los tráilers, estos no tienen nada que envidiarles. El reparto de los actores de doblaje es perfecto. Se me queda la espinita de no poder haber disfrutado del doblaje castellano, así que esta será mi excusa para volver a ir al cine a verla.
Aquellas pequeñas cosas
Os seré sincera, he llorado mucho con los Donglees. Totó, Roma y Drop llegaron a mi corazón y durante los 96 minutos que dura el filme fueron los dueños y señores de este. Los personajes son carismáticos, verdaderos, y entrañables. Es una película costumbrista, dentro de lo que cabe, si no pudiera, al menos, sentirme identificada con alguno de ellos, la historia habría perdido todo su sentido.
Id al cine a verla, porque es de esas películas que están hechas para la gran pantalla. Para poder ver los bosques de Kanto e introducirte en ellos en una tarde de verano. Aunque quizás es aconsejable que también te lleves una rebequita, que en Islandia hace fresquito aunque estemos en pleno julio.
En definitiva, un gran filme.
Lo mejor:
- una animación espectacular
- personajes carismáticos
- Historia bien estructurada
Lo malo:
- la segunda parte de la película se me hace un poco corta, quizás una película de 120 minutos hubiera dado más posibilidades a la narrativa.
- A título personal, os diré una cosa, una puñalá en el pecho duele menos que la segunda mitad de esta película.
¡Hasta siempre, Don Glees!
Estudio: Madhouse
Año: 2022
Tipo: Película animación
Duración: 1 hora 35 minutos
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