«¿Qué demonios está pasando?» Esta pregunta, pronunciada por Mikasa en uno de los momentos del episodio 12 de la cuarta temporada de Ataque a los titanes, le habrá asaltado también a más de uno. «Las directrices» es puro caos, tanto para los personajes como para el espectador, porque suceden muchas cosas al mismo tiempo. Nos sumerge de lleno en el terremoto político que está azotando a Paradis. La sombra de las revueltas del pueblo eldiano contra la autoridad planean sobre la isla.
Como cada domingo, Selecta Visión nos ofrece una nueva entrega de la cuarta temporada de Ataque a los titanes en versión original con subtítulos en español a través de su página web. Y en Ramen para Dos, para que no perdáis detalle, os haremos un repaso por lo más interesante acontecido en el episodio, no sin antes recordaros que las próximas líneas contendrán spoilers de la trama del mismo.
El episodio inicia con Armin visitando de nuevo a Annie. En esa visita, el chico se reencuentra con Hitch, aquella nueva recluta de la Policía Militar que conocimos en la temporada 3 parte 1 y compañera de Marlo. Si bien los dos conversan sobre Annie, en realidad lo interesante está sucediendo a las afueras del cuartel. Un grupo de gente se ha acercado a increpar al ejército y por lo que puede leerse en el periódico la opinión pública se ha vuelto en su contra. La información esparcida por Floch y sus compañeros, a quienes condenaron por ello en el episodio anterior, se ha extendido rápidamente y el pueblo exige la liberación de Eren Jaeger, al que consideran el único salvador del Imperio Eldiano.
Mientras tanto, Pixis conversa con Yelena. Esta última confiesa que, tal y como creía el comandante de las Tropas Estacionarias, el día de la inauguración del ferrocarril se reunió con Eren. Yelena reconoce que tanto ella como Eren eran conscientes de que los eldianos de la isla no veían el mundo igual que ellos y que, por lo tanto, era necesario actuar. Sin embargo, a diferencia de lo que todos creen, ella no le propuso a Eren que se infiltrara en Marley por su cuenta para obligar al ejército a movilizarse. Pixis se muestra escéptico. ¿Por qué se arriesgaría tanto Yelena solo para mantener una conversación tan liviana con Eren? Como dice el dicho «más sabe el diablo por viejo que por diablo» y Pixis es lo suficientemente astuto como para saber que las mejores mentiras son aquellas que cuentan con una parte que es verdad.
La actitud de Yelena hace cuestionar al espectador su cordura. Primero porque está obsesionada con ambos hermanos Jaeger, y segundo porque su comportamiento en la isla muestra inconsistencia con lo que es el personaje. Es decir, Onyankopon explica a Hange que fue Yelena la que creó el grupo de los voluntarios y que nunca ha tenido piedad en matar a marleyanos que creía que podían traicionarlos. Por lo tanto, no tiene sentido que fuera la primera en defenderlos y en abogar por sus derechos cuando estos pisaron Paradis. Eso solo puede significar una cosa: Yelena necesita a los marleyanos para algo y Hange está dispuesta a averiguar para qué.
Volviendo a Armin y a Mikasa, estos han ido a visitar a Darius Zackly, el comandante en jefe del ejército, para pedirle ver a Eren, pero éste rechaza su petición. Y, en el fondo, no es de extrañar. El ejército tiene la certeza de que Eren ha estado en contacto con los voluntarios para urdir el plan del ataque a Marley y sospechan de que podría estar siendo incluso controlado por Zeke. Esto lleva a Armin y Mikasa a sospechar lo que el propio Armin ya puso sobre la mesa hace dos episodios: el ejército se plantea encontrar a un sustituto para heredar el poder de Eren. Como era de esperar, Mikasa se opone, dispuesta a proteger a Eren a cualquier precio. Pero antes de que pueda terminar la frase, se produce una explosión que acaba con la vida de Darius Zackly y otros cuatro soldados.
El asesinato del máximo responsable del ejército no sirve más que para enaltecer a las masas y la situación parece haber llegado a un punto de no retorno. Para más inri, la investigación del hecho desvela que la bomba puesta en el despacho de Darius Zackly fue instalada por reclutas del Cuerpo de Exploración, lo que significa que hay traidores en el ejército. A su vez, y aprovechando el caos, Eren se ha escapado de la prisión para reunirse con Floch y compañía, quienes confirman que el atentado ha sido idea suya. Lo sorprendente de la escena es el rostro impasible de Eren y la monotonía en su voz, pues parece no importarle en absoluto el enfrentamiento que está causando y solo tiene un objetivo en mente: localizar a Zeke. Y es precisamente esto lo que me molesta de Eren. Sus intenciones son buenas, porque al fin y al cabo está luchando por su libertad y por la de su raza, pero resulta irónico que en el proceso prefiera ignorar que sus acciones están teniendo el efecto contrario entre su gente y solo los está enfrentando.
Hange acierta en sus sospechas, porque dice creer que lo que quieren los apodados como los jaegeristas es que Eren y Zeke entren en contacto y, posteriormente, que Eren lidere a su propio ejército. Pixis, nombrado nuevo comandante en jefe, a su vez llega a la conclusión de que hay que reforzar la seguridad de Zeke e Historia y rendirse a Eren. El ejército ha perdido porque sus acciones han llevado a un grupo de soldados a desertar y, por lo tanto, lo único que les queda es negociar con los jaegeristas usando la localización de Zeke como moneda de cambio. La decisión de Pixis es la más sensata. Oponiéndose a Eren, y teniendo en cuenta que no saben la cantidad de soldados que podrían estar de su lado, propiciar un enfrentamiento solo tendría como resultado un baño de sangre.
Por otro lado, la actitud de Eren sigue creando rencillas entre el grupo de la 104 y Connie y Mikasa tienen un pequeño enfrentamiento de nuevo, pues Connie duda de la lealtad de la chica. Es Hange la que los detiene porque deben permanecer unidos si desean descubrir cuáles son los planes de Zeke y Yelena. Esto es solo la punta del iceberg de todo el entramado que han creado y no puede permitir que los vuelvan a engañar. La conversación anterior con Onyankopon, en la que éste le explicó que Yelena no tenía piedad con los marleyanos, le da a Hange la pista que necesita: el restaurante que estos abrieron en Paradis.
Toda esta parte de la obra creada por Hajime Isayama resulta fascinante porque la estructura tan compleja que presenta al haber tantos puntos de vista a la vez hace que su historia sea muy realista. Pero, como consecuencia, todo se vuelve un poco confuso y los espectadores en especial tienen que hacer malabarismos con muchas bolas a la vez. Es difícil comprender a Eren porque la historia se empeña en mantener oculto todo lo relacionado con él. Floch y compañía trabajan para él, pero parece que no ha tenido mucho contacto con ellos porque Eren desconocía el número que eran. Asimismo, parece que Eren también trabaja con Zeke, pero no está claro si lo hace porque él lo desea o si está siendo controlado por Zeke. Esto da pie a múltiples teorías porque todo lo anterior podría ser verdad, pero también ser mentira. Es decir, Eren podría estar fingiendo estar de parte de todos ellos y ser él en realidad el que se esté aprovechando de ellos y no al revés.
Por último, si bien este episodio de Ataque a los titanes recae en los errores habituales con escenas sin apenas animación, en las que simplemente se redibujan y colorean viñetas del manga y se da movimiento a la boca de los personajes cuando hablan, también hay que darle un poco de crédito a MAPPA. La escena final del episodio, con la música in crescendo, es muy buena. Deja entrever que algo grande está por pasar, que esos frentes que se habían abierto en anteriores episodios están por converger en un mismo punto: el restaurante. Y la guinda del pastel es la presencia de Pieck en Marley, que observa silenciosa cómo nace el caos en el interior de los muros. Seguro que está pensando lo mismo que muchos de nosotros: no hay mejor momento que aprovechar la debilidad del enemigo para atacar. Paradis está en serios problemas.
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