Partamos de una base: los juegos por turnos no son para todo el mundo. Con una rígida base de seguidores, esta dinámica se bifurca en la estrategia, el rol y, por supuesto, las cartas. Son títulos que requieren un compromiso previo. Entender y abrazar el ritmo pausado del campo de batalla. Planificar, improvisar y reconocer la derrota como una pieza del aprendizaje.
Son propuestas que ubican su atractivo en el compás de la acción. Una maravilla cuando se compagina con una bebida caliente, ese instante donde el caos rutinario da paso a un espacio de calma donde la mente se sosiega y logramos jugadas que un pensamiento abotargado jamás llegaría a maquinar.
Así es como he disfrutado Shadowverse: Champion’s Battle, un título que jamás me hubiera imaginado en mi colección . Para analizar su potencial vamos a atajar y referenciar al rígido muro de carga que sostiene toda la estructura.
Las cartas sobre la mesa
Durante mis primeras impresiones en el artículo El universo Shadowverse ya comenté ciertos puntos que me habían sorprendido positivamente. Me alegra confirmar que aquellas sensaciones no han mermado un ápice.
El juego es divertido. Y engancha cosa mala. Su acercamiento a las mecánicas de Hearthstone es, indudablemente, una buena decisión. Al fin de cuentas, tomar el testigo de este clásico contemporáneo sólo puede desembocar en una producción similar o más refinada.
Resumiendo, estamos ante un videojuego que apuesta por el combate por turnos mediante cartas. Cada jugador tiene una serie de acciones que puede ejecutar durante su turno, esta capacidad de movimiento se traduce en el medidor ubicado en la derecha de la pantalla. Cada carta tomará una serie de puntos y, conforme avance el combate, el contador aumentará y con él la cantidad de maniobras que puede ejecutar el respetable.
¿Nuestro objetivo? Reducir la vitalidad del adversario a 0 mientras aniquilamos a las criaturas que coloque sobre el campo. Estas bestias cumplen diversas funciones: algunas se centran en atacar al adversario con contundencia sacrificando su defensa; otras se encargarán de proteger al objetivo y mermar nuestros recursos; por supuesto, también existen cartas de apoyo que aumentarán las características de los monstruos invocados o que buscarán causar estados alterados.
Por otro lado, las cartas se dividen en clases que permiten diferentes enfoques de juego. Por ejemplo, Bloodcraft se especializa en las tácticas arriesgadas, donde debemos esperar a que los puntos de vitalidad se encuentren en 10 o menos. Al estar al filo de la navaja se activará el atributo Vengeance, que aumentará las estadísticas de las bestias en el campo. En un lado completamente opuesto se encuentra la clase Forestcraft, centrada en el uso de estados beneficiosos y en la invocación de criaturas de escasos puntos de acción para la rápida expansión de nuestra influencia por el campo de batalla. Y aún me quedaría por desarrollar Swordcraft, Runecraft, Dragoncraft, Shadowcraft y Havencraft; cada una con un estilo de combate y curva de aprendizaje única. En este sentido, el enfoque es similar a las clases del mencionado Hearthstone, invitando desde primera hora a probar sus diferentes mecánicas. Al tocar todos los palos de la baraja, el jugador puede asentarse en un sistema concreto y prolongarlo a lo largo del resto de la partida o ser dinámico y disfrutar de todo lo que tiene el videojuego por ofrecer. La decisión es vuestra.
Dicen que las comparaciones son odiosas, así que vamos a dedicarle unas palabras a la posibilidad de evolucionar nuestras cartas. Esta opción supone la mayor innovación de la franquicia y elegir cautelosamente cuándo llevarla a cabo será decisivo en multitud de batallas. En resumidas cuentas, al pasar cinco turnos podremos seleccionar una criatura de nuestra mano para evolucionarla. Así, sus estadísticas se duplicarán y podrá atacar nada más colocarla en el campo. Podremos evolucionar un número limitado de veces y el videojuego castiga severamente cuando se malgastan estas oportunidades.
Hablando de castigar, vamos a referirnos a la dificultad del título. Los novatos y neófitos no tenéis de qué preocuparos, esto no es Slay the Spire, aquí no se aprende mordiendo el polvo. Más bien, hay una curva de dificultad muy bien llevada que asciende a medida que transcurren las horas de juego.
Los primeros combates son un paseo. La inteligencia artificial se permite el lujo de cometer errores, dejar flancos abiertos y vía libre a la experimentación. No nos exige un aprendizaje acelerado, prefiere cocinarse a fuego lento para que asientes sus bases. Por ejemplo, hasta el capítulo 2 los adversarios no usarán la mecánica de evolución, suponiendo una evidente desventaja a la hora de enfrentarse a nuestro avatar.
Al principio apenas se pide una estrategia marcada. Ataca, conoce cuándo debes defenderte y entiende las reglas de la batalla. Podrás usar estados beneficiosos y perjudiciales, pero tu baraja actual no te permite ir más allá.
Lo divertido en Shadowverse: Champion’s Battle está en verlo desarrollarse junto a nosotros. Ver como nuestra baraja comienza a ser más curtida a la vez que los enemigos nos exigen reinventarnos. Esta decisión supone lo mejor del título gracias a la profunda satisfacción que evoca al jugador.
Quizás la mayor barrera durante la primera toma de contacto sea lingüística, puesto que está completamente en inglés. Este factor no influirá en la calificación de la reseña, pero es necesario de comentar. Su vocabulario no es en absoluto complejo; en parte por una ambientación escolar que rebaja notablemente la profundidad de su léxico. Sin embargo, asimilar la nomenclatura de sus reglas puede suponer un obstáculo para algunos jugadores. En tal caso, lo mejor es no desistir y retener mediante la praxis.
Por último, pero no por ello menos importante, el videojuego incorpora un potente apartado multijugador donde podremos enfrentarnos a talentos alrededor del mundo u optar por la comunicación local. Me ha sorprendido gratamente el cuidado a un apartado usualmente baladí para otras producciones. Cygames viene con la lección aprendida gracias a su incursión en plataformas móviles y entiende que es necesario recompensar continuamente al jugador para mantener vivo su interés en el producto. Esta experiencia se traslada en sus misiones diarias y pases de temporada que podremos obtener con la divisa del videojuego.
De paso puedo asegurar que no he encontrado atisbos de microtransacciones. Los sobres de cartas son obtenibles mediante el dinero que ganamos durante la campaña, misiones secundarias o alcanzando determinadas cuotas de Season Points.
Sin cartas bajo la manga
Vamos a dejarlo claro desde el principio: la narrativa de Shadowverse: Champion’s Battle es simple. El compendio de personajes es fácilmente reconocible porque ya lo hemos visto en diferentes producciones audiovisuales japonesas. No arriesga ni reinventa en absoluto, no busca sorprender mediante vuelcos de guion o enredarse en su propia complejidad.
Que su público objetivo sean adolescentes y niños no justifica la falta de preocupación en este apartado, especialmente cuando el rol japonés se apoya en su argumento para mantener la atención del jugador. De hecho, la sencillez narrativa puede matar el interés hacia el videojuego, como ha ocurrido en títulos como Bravely Default II.
Habiendo dejado claro este punto, es el momento de hacer una breve sinopsis. Tras seleccionar el género de nuestro avatar y bautizarlo, entraremos de lleno en el mundo del juego. Encarnamos el papel de un estudiante de secundaria que ingresa en la prestigiosa academia Tensei. Allí conoceremos a Hiro, un energético y vivaracho joven que prontamente entablará amistad con nuestro personaje.
Rápidamente nos pone en contexto: el juego de cartas Shadowverse es tendencia en la institución. Todos los estudiantes lo conocen y una gran mayoría son jugadores habituales. Su objetivo es ingresar en el club Shadowverse del instituto, pero, desgraciadamente, no conoce su ubicación e ignora quienes lo componen.
No queda otra que investigar. A lo largo de la jornada se incorporarán a nuestro grupo Kazuki Shindō y Mimori Amamiya, dos apasionados del juego de barajas. Finalmente conocemos la verdad: el club está de capa caída, casi extinto, y nos corresponde a nosotros devolverlo a la vida. De esta forma, da lugar el pistoletazo de salida a nuestro ascenso hacia las altas ligas nacionales.
No he podido evitar compararlo con la saga Persona. Su división por jornadas, al igual que en el popular JRPG de Atlus y su ambientación escolar evidencian una inclinación de la industria japonesa hacia el escenario contemporáneo. Por otro lado, la estela ascendente como jugadores, en conjunción a ciertas costumbres compartidas, me hace recordar a la franquicia Pokémon.
Como podéis ver, es una trama que bebe de animes como Beyblade Burst, Yu-Gi-Oh! Zexal o Bakugan. En pocas palabras, series que acompañan el lanzamiento de un producto concreto y tratan de darle contexto. Maniobras publicitarias que se apoyan en la narrativa transmedia para reforzar su imagen de marca.
Y no hay ningún problema en tales estrategias, siempre que se hagan bien. Un ejemplo sería la franquicia Digimon. Sus múltiples temporadas, aunque con altibajos, han ofrecido altos estándares de calidad cuando el objetivo inicial era vender su línea de virtual pets.
Volviendo a Shadowverse: Champion’s Battle, encuentro un título que se ubica peligrosamente en la frontera entre la identidad y el anuncio jugable. Repetir recurrentemente sus eslóganes o referenciar el producto con el objetivo de alabarlo es bastante cuestionable en una producción que debería disfrazar su intencionalidad con las virtudes propias del medio jugable.
Diseñando la baraja
El apartado técnico de Shadowverse: Champion’s Battle es sumamente agradable. Cuenta con una resolución en el modo portátil de Nintendo Switch que, aunque sin resultar puntera, logra resultar atractiva a la vista. Este mimo puede hallarse en la ausencia de dientes de sierra y sus coloridos escenarios. En cambio, los tiempos de carga, aunque breves, son habituales y marcarán la transición entre combates y el acceso a áreas.
Otra muesca en el revólver sería ciertas decisiones artísticas. Encuentro poco inspirado el diseño de las cartas, con estilos que orbitan entre la imitación occidental y la aproximación al anime prototípico. Más que ofrecer variedad pone en tela de juicio la trayectoria fluctuante de un proyecto que no logra singularizarse.
Respecto a la interfaz y el diseño de menús, estos brillan por su sobriedad. Se limitan a cumplir su función sin destacar visualmente, aunque con cierta limpieza estructural.
La banda sonora resulta anecdótica. Se esfuerza por transmitir la épica de los combates y cotidianidad de la rutina de instituto, pero ya os adelanto que no logrará ninguna impronta en nuestros recuerdos.
Conclusiones
A pesar de sus claroscuros, mentiría si dijera que no he disfrutado Shadowverse: Champion’s Battle. Su argumento puede suponer un problema de ritmo durante el transcurso de la aventura, pero la accesibilidad y diversión que ofrece supera con creces este inconveniente.
¿Os habéis quedado con ganas de más tras probar el videojuego para iOS y Android o terminasteis su anime y os apetece revivirlo en primera persona? En tal caso, os animo encarecidamente a probarlo. Y si no sois seguidores de la franquicia, pero os fascinan los juegos de cartas, o estáis buscando una introducción asequible al mundillo, no os podéis perder lo nuevo del estudio Cygames.
Lo mejor
- Su accesibilidad. Tanto si sois nuevos a la franquicia o recién llegados a los juegos de cartas, os adaptaréis rápido gracias a su completo tutorial.
- El combate es divertido, satisfactorio y sumamente adictivo, requiriendo una gran cantidad de horas para conseguir dominarlo.
- Su apartado online está casi tan cuidado como su modo un jugador.
Lo peor
- La trama no logra sobresalir sobre el resto de propuesta del género.
- El diseño de las cartas es bastante desequilibrado.
- La interfaz brilla por su falta de inspiración.
Shadowverse: Champion’s Battle
Plataforma/s: Nintendo Switch
Desarrollo: Cygames
Jugadores: offline/online
Audio/Textos: Audio en Inglés / Textos en Inglés
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