El estreno en 2018 de la adaptación al anime de Banana Fish revolucionó a muchos tanto dentro como fuera de Japón. La historia caló rápidamente entre los espectadores y el manga en el que se basaba se convirtió en uno de los títulos más pedidos de los últimos años en España hasta que Panini Cómics dio la sorpresa en julio de 2019. Pero, aunque el nombre de Banana Fish en la actualidad sea muy conocido, lo más seguro es que mucha gente no conozca el nombre que se esconde detrás, la “maquiavélica” cabeza pensante que nos hizo sufrir con la historia de Ash y Eiji.
Akimi Yoshida es una veterana mangaka que empezó a destacar en los años 80 y 90, sobre todo con títulos como Yasha y la ya mencionada Banana Fish. Por entonces, ya sobresalía por hacer mangas de demografía shōjo y josei, pero difíciles de clasificar dado su variedad de temas o la madurez de su narrativa. De hecho, podríamos decir que Akimi Yoshida es el claro ejemplo de que el shôjo es mucho más que el romance con el que algunos todavía lo asocian.
Hablamos de una autora especial y diferente, cuyo estilo responde a los gustos de un nicho de mercado muy concreto, lo que hace más que improbable que puedan llegar a España alguna de sus otras obras. Por eso, en Ramen para Dos, a través de nuestro especial 12 meses 12 autoras, queremos acercaros a Akimi Yoshida, una mangaka con una capacidad de producción sorprendente, ampliamente reconocida en su país y que tiene mucho por enseñar a aquellos que estén dispuestos a introducirse de lleno en su obra.
Influyendo en la industria
Si hablamos de Akimi Yoshida en España es inevitable empezar haciéndolo por Banana Fish, el único manga de la autora editado en nuestro país. Por supuesto, la autora destaca incluso más en Japón por otras obras (de las que hablaremos más adelante), pero hay que resaltar la revitalización que su adaptación tardía al anime le dio a este manga.
Convertido ya en un manga clásico, Banana Fish se publicó entre los años 80 y 90 y, aunque debutó en un momento en el que era impensable que pudiera convertirse en un éxito en Occidente, está ampliamente considerado como uno de los mejores mangas en Japón. La historia sigue a un joven delincuente callejero llamado Ash Lynx, que, tras una serie de misteriosos sucesos, comienza a investigar la verdad que hay detrás de “Banana Fish”, nombre que su hermano mayor, incapacitado tanto física como mentalmente tras regresar a casa de la guerra de Vietnam, pronuncia una y otra vez.
En su camino para descubrir la verdad sobre “Banana Fish”, Ash se alía (y enfrenta) con otras bandas callejeras rivales y conoce a unos periodistas, entre ellos un antiguo compañero de su hermano en la guerra y un japonés que cuenta con un joven ayudante llamado Eiji. Lo que sigue es una historia, no solo de guerras entre bandas y delincuencia callejera en una Nueva York corrompida, sino que también presenta una trama criminal repleta de revelaciones interesantes.
Uno de los elementos más notables de la serie es su naturaleza homoerótica. A pesar de no ser un Boys Love propiamente dicho, Banana Fish tiene varios elementos transversales que han influido y siguen influyendo en dicho género hasta el día de hoy. Pero, más allá de su influencia en el Boys Love, Banana Fish tocó temas que siguen estando de plena actualidad.
Si bien su representación de las bandas de la época y, en especial, de la gente de color puede llegar a ser cuestionable, se nota que Akimi Yoshida investigó mucho sobre la historia de Estados Unidos y sobre cómo los principales movimientos sociopolíticos podían influir en la vida de sus personajes. Además, nos recuerda que el gobierno de Estados Unidos planificó y promulgó políticas destinadas a destruir a las comunidades marginadas tanto en su país como en el extranjero.
Pero el gusto de Akimi Yoshida por lo yanki ya venía de antes. Su primera serialización, California Monogatari (publicada entre 1978 y 1981) trata del viaje emocional de Heath Swanson en el Soho de Nueva York. La historia revela una parte del lado más oscuro de la Gran Manzana, como la pobreza, el racismo y la desolación espiritual que puede producirse en jóvenes como Heath.
Una mangaka más que curtida
Pero Akimi Yoshida es mucho más que Banana Fish. Desde que debutara en 1977 ha creado más de una docena de títulos con los que ha recibido numerosos premios y nominaciones y se ha convertido en una de las autoras de demografía shôjo más exitosas de todos los tiempos. Y ha logrado todo ello sin emplear ese encanto y atmósfera dulce que muchas veces se asocia al shôjo, sino que nos muestra su lado más duro.
Hablamos de una mangaka más que curtida en la industria, capaz de ganar tres Premios Shogakukan por tres obras diferentes, algo al alcance de solo unos pocos elegidos. El primero lo recibió en 1983 por Kisshô Tennyo, una obra de cuatro volúmenes que sigue a Sayoko, una estudiante dotada de una belleza poco común y de un encanto misterioso y magnético con el que capta la atención de todos los estudiantes. Sus giros argumentales y secretos llevaron a este título a ser definido como un «imprescindible» por críticos de la época y en 2006 volvió a popularizarse en Japón al ser adaptada a serie de imagen real.
La segunda vez que recibió el premio fue por una de sus obras más representativas y aclamadas, Yasha, en 1996. La historia sigue a Sei, un joven que vive solo con su madre en una isla periférica de Okinawa y que ve su vida destruida cuando su madre es asesinada por un grupo de hombres misteriosos y él es capturado. Cuenta con 12 volúmenes y también fue adaptado a una serie de imagen real en el año 2000.
La tercera obra de Akimi Yoshida en recibir el Premio Shogakukan en 2006 fue Umimachi Diary, posiblemente su mejor trabajo. Además, se hizo con el premio a la excelencia del Japan Media Arts Festival en 2007, así como el premio de la sexta edición del Manga Taishō; y tuvo varias nominaciones a los Premios Tezuka.
Umimachi Diary cuenta la historia de cómo tres hermanas sufren la pérdida de su padre, a quien no han visto desde hace mucho tiempo. En su funeral conocen a su media hermana, Suzu, quien se ha quedado sola, y así es cómo las cuatro comienzan a vivir juntas.
Umimachi Diary es un slice of life sereno y emotivo, pero sin melodrama, a pesar de que las hermanas Kôda deciden convivir con la hija de la persona que para ellas les arrebató a su padre, pero porque no tiene más familia que a ellas. Mientras, Suzu, la pequeña y sobre quien gira la mayor parte de la historia, es muy consciente de la situación, pues sabe que su presencia revive momentos dolorosos y rencores para sus hermanas mayores.
Se trata de un manga muy querido en Japón y que a muchos es posible que les suene porque el aclamado director japonés Hirokazu Koreeda se inspiró y se basó en Umimachi Diary para hacer una de sus mejores películas: Nuestra hermana pequeña. La cinta fue seleccionada para competir por la Palma de Oro en Cannes y, aunque no ganó ningún galardón del festival, sí tuvo bastante repercusión en Occidente, con excelentes críticas en los medios especializados. Además, se llevó el Premio del Público en el Festival de San Sebastián, y recibió otros tantos en su casa por parte de la Academia de Japón.
Fiel a su estilo
Desde la publicación de sus primeros trabajos, el estilo de Akimi Yoshida ha sufrido una evolución, si bien sigue manteniendo gran parte de su esencia. La autora siempre se ha caracterizado por un estilo muy ochentero, con viñetas simples y ordenadas, sin florituras y sin fondos detallados, dejando el protagonismo a las expresiones faciales y corporales de los personajes.
Tras un gran nivel de producción de obras, Akimi Yoshida sigue haciendo lo que más le gusta desde que se graduara en la Universidad de Arte Musashino y debutara en 1977 con el one-shot titulado Chotto Fushigi na Geshukunin, que se publicó en la revista Bessatsu Shōjo Comic. Actualmente publica en la revista mensual Flowers el manga Utagawa Hyakkei, un josei que se podría calificar de spin-off de Umimachi Diary, pues se centra en Kazuki, el hermanastro de Suzu.
En definitiva, Akimi Yoshida es una autora única, con un estilo inconfundible, y bien labrada en un shôjo y josei en los que se siente muy cómoda, pero de los que no duda mostrarnos incontables facetas. Sus obras tienen el potencial suficiente para hacer disfrutar a cualquier ser humano, gracias a su sentido del humor, sus tramas bien trabajadas, un excelente desarrollo de los personajes y su capacidad para derribar convencionalismos.
Ojalá poder disfrutarla más a menudo en España, pero lo difícil que resulta clasificar sus obras y la saturación de un mercado en el que excelentes obras son eclipsadas constantemente por los pelotazos del momento, hacen que sea inviable su publicación en nuestro mercado. Suponemos que, en este caso, siempre nos quedará comprarlas a Francia…
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