En este 2020 se cumplen 30 años de la emisión de Dragon Ball en España. Por este motivo, desde Ramen para dos queremos contar cómo fue la experiencia de algunos de los redactores al descubrir la que por entonces era una serie de dibujos más, pero que llegó a convertirse en el máximo embajador del anime en nuestro país.
FaeH
Corría el lejano año 1991, y siendo yo un niño de 5 años desayunaba y merendaba con los dibujos animados que ofrecían tanto en la primera cadena como en la segunda y en la recién estrenada Canal Sur, la autonómica que se podía disfrutar en Andalucía. Me acuerdo perfectamente de mi primer contacto con la franquicia protagonizada por Son Gokuh. Un niño con cola estaba peleando contra unos lobos, de los cuales, uno sería parte del almuerzo (junto con un ciempiés) del popular saiyan. Estaba presenciando, sin saberlo el segundo episodio de Dragon Ball (entonces llamado Bola de dragón) en el que el poderoso chaval iniciaba su aventura con Bulma en búsqueda de las siete esferas del dragón.
Luego vendrían las distintas sagas que equilibraban humor, acción y aventura a partes
iguales. La popularidad en los colegios aumentaba cuando en el recreo era la comidilla las
originales técnicas, los poderosos personajes y los encarnizados combates que acontecerían en su desarrollo. El primer cómic de grapa que compré, se trataba del número 3 de la serie blanca. 175 pesetas de las de entonces me costó, sorprendiéndome que se tratara en blanco y negro y que mostrara desnudos directamente. En este número en concreto, Bulma se levantaba el vestido para enseñarle las braguitas al maestro Mutenroy a cambio de su bola de dragón… Con la salvedad de que Gokuh le quitó las braguitas a la pobre muchacha mientras dormía, dejándola “al fresco”.
Con el tiempo, iba comprando las grapas cuando podía, ya que la publicación tenía una cadencia semanal y yo recibía 100 pesetas de paga, por lo que tenía que hacer encaje de bolillos para poder coleccionar algunos números seguidos. Mentiría si dijera que Dragon Ball no ha influido en mi persona hasta día de hoy. Fue la serie que no solo popularizó hasta cotas inimaginables el anime y el manga en España, si no que inundó mi habitación de merchandising y es uno de los motivos por los que amplié horizontes y curioseé otras series, llegando a convertirme en el otaku que soy hoy día.
Cooperlynch
Mi primer contacto con Dragon Ball fue como poco curioso. La primera vez que vi la serie en televisión fue, ni más ni menos, en un pub dedicado a rallies que había debajo de casa. ¿Qué pintaba un crío allí? Bueno pues cosas que pasaban. Esto fue en 1991 y tenía 7 años. Para más inri era una escena en la que salía Goku de chiquillo, en pelotas y con las dos colas al aire y seguramente también andaba Bulma por ahí… El caso es que yo me quedé bastante loco. Estaba con un amiguete un poco más mayor y le pregunté, “¿cómo se llama esta serie?”, y os prometo que contestó “Cocoliso y su rabito”. No es broma, estas cosas no se olvidan y juraría que, por un momento, me creí la ocurrencia del colega. Poco después llegó el fenómeno y toda la chavalada nos enganchamos a las aventuras de Goku por televisión y a coleccionar la Serie Blanca y Roja.
Hay varias anécdotas que recuerdo de aquellos primeros años 90 sin internet, lo cual fue determinante en esos días, y no exento de cierta magia. La primera es que casualmente siempre he vivido cerca de una famosa tienda de cómics madrileña ganadora de un reconocido premio. Solía ir allí con el citado amiguete y esto propiciaba que me enterara de noticias exclusivas que dejaban pasmados a mis compañeros de clase (muchas veces ni me creían, pero yo me sentía un profeta).
Gracias a fanzines como Tsuzu o Neko me quedé pasmado al conocer a Trunks, su origen y el motivo de su viaje al pasado, vi la primera imagen de Gohan transformado en super guerrero en el Rincón del alma y el tiempo, quedé boquiabierto al ver la portada de Tsuzu que mostraba a Gohan recién transformado en estado 2 contra Cell. Recuerdo mi mandíbula tocando el suelo al ver la primera imagen de Goku en estado 3, ver en VHS los especiales de Un Futuro Diferente y El último Combate, que a día de hoy siguen siendo mis películas, ovas, favoritas de la serie.
También recuerdo los primeros videojuegos que jugué de Dragon Ball Z, en concreto fueron los Super Butoden 1, 2 y 3 que llegaron a Super Nintendo. Era increíble vivir las batallas de la gente en la consola, y ser partícipe directo de estas. En concreto el caso de Super Butoden 3 fue curioso, ya que este no llegó a Europa, pero en la ya mencionada tienda de cómics se podía alquilar la versión japonesa junto a un conversor NTSC-PAL. Otra vez me sentía el privilegiado nº 1 del cole, el divulgador de primicias de la serie número 1. Muy probablemente mi compañero Batto y yo alquilamos el mismo cartucho en esa época.
Y por último otro momento que nunca olvidaré fue conseguir, otra vez en la misma tienda, una figura articulada de Goku Super Guerrero, de la Super Battle Collection. El día que me presenté con ella en el colegio creo que fui la sensación (bueno, la figura lo fue) ya que en aquella época no se distribuían figuras de la serie en España sino que llegaban directamente importadas de Japón.
Así que ya veis cómo han cambiado las cosas. Hoy en día somos unos privilegiados al tener de todo al alcance de nuestra mano: merchandising de todo tipo, un mercado editorial de manga prácticamente saturado de variedad, servicios de streaming con muchas series de anime, ediciones físicas de estos con las que solo podíamos soñar aquellos días, visual novels y JRPGS y multitud de webs que nos informan de lo último del mundillo prácticamente en tiempo real. Con todo siempre que pienso en esos años afortunadamente solo me llegan buenos recuerdos, y me siento muy afortunado de haber vivido el origen de lo que hoy día es un fenómeno global.
InfoJapoJuegos
Me he puesto a pensar en cómo y cuándo conocí Dragon Ball, pero he llegado a la conclusión de que o no me acuerdo o tengo recuerdos muy vagos de cuando lo veía de pequeño en el canal catalán K3 (cuando aún se podía ver en la Comunidad Valenciana). Lo único que recuerdo al respecto es el destello de Goku surcando los cielos con su nube Kinton, aunque creo que eso correspondía a un capítulo de Dr. Slump. Lo que recuerdo con más fuerza es cuando apareció el canal Boing de Telecinco. Todas las tardes daban dos capítulos de Bola de Dragon Z, con su correspondiente censura y recortes habituales, pero que yo no notaba, debido a que no estaba al tanto de esas cosas. Recuerdo que repitieron hasta la saciedad la saga de Freezer. Cuando la terminaban, volvía a empezar desde determinado punto, y así sucesivamente. No recuerdo que emitiesen otra saga, o al menos que yo la viese.
Por otro lado, mi fanatismo para con Dragon Ball no empezó hasta más tarde, cuando decidí ver la serie original, Bola de Drac, en perfecto catalán. La disfruté muchísimo, debido a que soy muy fan de ese doblaje, pese a ser valenciano de pura cepa. Aunque no solo era eso. Una serie, película o videojuego, no se puede sostener por sí sólo con un solo elemento. En este caso habían muchos otros puntos, como la banda sonora, el carisma de sus personajes, la aventura detrás de Son Goku y compañía, los combates y su animación, etc. Un punto que me gustó mucho de esta aventura fueron la banda sonora magistral que acompañaba y los torneos, en parte gracias a los Budokai Tenkaichi de PS2, que les metía unos vicios con mis hermanos que no eran de este planeta.
El vicio con los videojuegos continúo, hasta que llegó Dragon Ball Xenoverse con sus viajes en el tiempo y cambios en la historia de Dragon Ball Z, algo que le daba un nuevo aire a la franquicia y que personalmente, me encantó. Más tarde decidí continuar el anime de Dragon Ball Z, gracias a los nuevos capítulos que llegaron a Cataluña de Bola de Drac Z Kai: Els capítuls finals. En estos me encandilé de Gohan, donde pasó a ser mi personaje favorito de la franquicia, y que sigue siéndolo a día de hoy, pese a cómo es tratado. Ahora ya estaba preparado para la siguiente saga de la franquicia, Dragon Ball Super (no terminé GT, lo siento, pero lo haré), por la que estaba muy emocionado.
Llegó Dragon Ball Super y todos los domingos era un ritual ver los nuevos capítulos de Dragon Ball y One Piece en Crunchyroll. Aunque no me acababa de convencer la nueva serie, me entretenía y me decía a mi mismo: “Es Dragon Ball, hay que verlo.”, pero la verdad es que se echan de menos, fuesen peores o mejores sus episodios. Luego le tocó a Dragon Ball Super: Broly, un peliculón, la cual fui a ver al cine y que estoy deseando hacerme con Blu-Ray Disc para volverla a ver.
Ahora sigo esperando la siguiente temporada de anime, que está haciéndose mucho de rogar, y estoy planeando pasarme al manga si esto sigue así, ya que dicen que es mejor que el anime. Por otra parte, estoy deseando hacerme con Dragon Ball Z: Kakarot y Dragon Ball FighterZ, así como que me llegue la serie Dragon Ball GT, que pedí hace poco, para verla de una vez y en catalán.
Para finalizar, he de decir que Dragon Ball seguramente haya marcado la vida de muchos, la mía incluida, y probablemente lo siga haciendo con muchos otros. Sé que es difícil que haya gente que no conozca Dragon Ball a estas alturas, pero si has leído hasta aquí, te la recomiendo, es de lo mejor que podrás ver.
Didi
Durante los noventa y más siendo chica, era un poco jodido lo de ser friki. No porque te pusiesen impedimentos para comprar manga o ver anime, pero las miradas… ¡Ay las miradas! Nadie creía realmente en que te fuera a durar mucho eso de los “dibujitos chinos”, y le tenías que echar empeño y grandes dosis de cabezonería para que te tomaran en serio.
Dragon ball representó entonces un valiosísimo punto de partida. No puedo decir que yo fuera de esas personas en ver la primerísima emisión en televisión, no, seguramente ni siquiera la segunda, pero puedo decir que me enganché como la que más. Pendiente de la desastrosa emisión que por aquel entonces nos brindaba una cadena privada, lloré sangre cuando una y otra vez la serie volvía a empezar sin haber terminado siquiera el arco de los androides. Y volví a llorar cuando una y otra vez se reiniciaba el arco de Bu sin que viésemos avances. En serio, programadores de televisión, ¿por qué tanto odio? Creo que los niños de los noventa tenemos un síndrome de estrés postraumático por vuestra culpa, la sensación de que si te gusta mucho algo, al final se va a joder. Sí, os miro a vosotros. Estáis en mi lista.
Aún así persistimos. Jamás olvidaré el día en el que mi cutre dibujo de Goku fue publicado en la sección de comentarios de la serie azul (hablando de traumas, ¿cuantas ediciones sufrimos en grapa?). Ah sí, eso me reafirmó en mi ferviente fanatismo por Dragon Ball, lo suficiente como para comprar Dragon Ball GT en VHS en una edición de quiosco… El caso es que las canciones no estaban mal, o al menos eso me gusta recordar.
Como sea, Dragon Ball siempre fue una punta de lanza, uno de los animes que nos sumergió en el mundo del manga y que nos ha hecho tal y como somos; brindándonos la oportunidad de asomarnos a todo un universo creativo inabarcable, y nunca podremos estar lo suficientemente agradecidos.
Max Plaza
Algunos de los redactores que peinamos canas vivimos, en nuestro momento, algunas de las primeras emisiones de Dragon Ball en nuestro país. En mi caso, me gustaba Dr. Slump, pero Son Gokuh nos robó el corazón a mí y a muchos de mi generación que, a día de hoy, todavía recuerdan sin lugar a dudas como la serie de su vida.
Las circunstancias que se dieron, al menos en Cataluña, con esta serie son dignas de estudio y quizás, se creó un fenómeno que no se volverá a dar, al menos tal y como se vivió porque es fruto de la época. Para los espectadores, por ejemplo, no había muchas opciones más allá de la televisión pública (internet era ciencia ficción). Por un lado, cogió a pie cambiado a los que emitían en televisión, que vieron como de un día para otro aquella serie se había convertido en ‘viral’. Una serie japonesa de la que no había ‘merchandising’ ni nada parecido, los niños necesitábamos tener algo más que los capítulos grabados en VHS de la televisión y aparecieron las famosas ‘fotocopias’, de las que ya os hablé en este enlace para el 25 aniversario de la serie y que se merece un artículo aparte.
Este éxito sin precedentes, hizo mover a la gran editorial Planeta Cómic para conseguir la licencia manga de Dragon Ball. Hay que destacar que fuimos el primer país en publicar esta serie fuera de Japón. Con un éxito sin precedentes, comenzaba a publicarse en el año 1992 una serie de un manga japonés en castellano y catalán. Otras series japonesa no tuvieron la misma suerte para la editorial, pero eso es otra historia.
Sin duda, que yo esté aquí escribiendo unas líneas es culpa de Son Gokuh y sus amigos. Aquella tarde de febrero de 1990 cambió nuestra vida en algunos aspectos e hizo que mirásemos a un país tan lejano, desconocido y fascinante que era Japón. Creo que el factor nostalgia es evidente con muchas series, y seguro que tú que nos estás leyendo, si no es con Dragon Ball, tienes una serie que marcó tu infancia y la de tu generación.
Marina
Yo pertenezco a esa generación que creció pegada al televisor durante el desayuno, incapaz de apartar los ojos de esos dibujos estridentes que a veces escandalizaban a los padres. En 1997, yo tenía 5 años y el popular «Club Megatrix», que se emitía en Antena 3, me abrió las puertas a un mundo del que difícilmente podría escapar.
Es curioso cómo, a pesar de ser tan pequeños, hay cosas que recordamos con vividez, ya sea porque nos llamaron la atención o porque, por una razón o por otra, dejaron una huella que es difícil de borrar. Si escarbo en mi memoria, Dragon Ball es, posiblemente, la primera serie de dibujos animados de la que tengo constancia durante mi infancia. Quién no quería ser como Goku, quién no cantaba (y sigue cantando) su opening cada vez que veía un episodio, quién no ha soñado nunca con embarcarse en una aventura para hacerse con las Bolas de Dragón.
Pero, recordar esa época me devuelve también a esas discusiones en el salón con mis padres, a esas rabietas y protestas por mi parte cada vez que querían cambiar de canal porque, para ellos, esos dibujos no eran aptos para niños pequeños. Y, reconozcámoslo, seguro que a más de uno sus padres les dijeron lo mismo. Hablar de Dragon Ball por aquel entonces es hablar también de polémica y de censura. No obstante, mis padres terminaron comprendiendo que aquella era una batalla que tenían perdida y que esos dibujos que a ellos les parecían tan violentos eran más que una moda pasajera. Habían llegado para quedarse.
A partir de entonces, los dibujos animados con aquel estilo inconfundible de la animación japonesa se convirtieron en el principal contenido que se sintonizaba en el salón de mi casa. Años después, Dragon Ball no se convertiría ni en mi anime ni en mi manga favoritos, ni siquiera es el anime que más me marcó durante mi infancia, pero sí sentó las bases para todo lo que vino después. Ya siendo adulta, he hecho varias veces revisionado de Dragon Ball y, quizás, en mi opinión, no haya sido el anime que mejor ha envejecido con el paso de los años. Pero una cosa sí que tengo clara, y es que eso no logra empañar lo agradecida que me siento por aquellas mañanas de legañas y Cola-Cao pegada al televisor y, sobre todo, por haberme hecho disfrutar del anime, sin saber todavía por aquel entonces lo que eso terminaría significando para mí.
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