EDT, antes Glénat, siempre se ha caracterizado por ser una editorial de manga con una variedad de lanzamientos sin igual, apostando tanto por producto comercial como por obras menos conocidas y dirigidas a un público más selecto. En su catálogo se puede encontrar los shônens más populares -o se podían encontrar-, shojos de todo tipo, algún josei, kodomos para un público infantil, seinens, etc. Pero si hay algo que de verdad diferencia el catálogo de Editores de Tebeos del resto de editoriales españolas es su apuesta, casi ciega, por el manga más undreground o alejado del cómic japonés más popular. Una de estas obras es Takemitsu Zamurái, el samurái que vendió su alma. Un manga seinen escrito por Issei Eifuku y dibujado por Taiyō Matsumoto, autor que ya conocía la editorial tras lanzar su obra más conocida, Tekkonkinkreet.
Los problemas de ser diferente
Takemitsu Zamurái es una obra que comenzó a editarse en 2006 en la revista Big Comic Spirits de Shogakukan y acabó en 2010 con 8 tomos recopilatorios. En España fue la gran apuesta del 2009 de EDT -por aquel entonces todavía Glénat- en el Salón del Manga de Barcelona, contando además con la visita de sus dos autores: Issei Eifuku y Taiyō Matsumoto.
Taiyō Matsumoto ya era conocido en nuestro país por Tekkonkinkreet, editada por la misma editorial tiempo atrás, aprovechando el tirón de la película animada que también fue editada en España por Sony Pictures.
No obstante, editar Takemitsu Zamurái era una apuesta más que arriesgada, ya que si ya de por sí el estilo habitual de Matsumoto se sale de los cánones del manga más convencional, en esta obra, lo lleva al extremo trasladando a las viñetas el estilo de la pintura tradicional japonesa Ukiyo-e.
Como de cada viñeta se tratara de un lienzo, Matsumoto va plasmando personajes sin ningún tipo de proporción anatómica, con ojos fuera de sus rostros, bocas descomunales y toda clase de extrañezas visuales a los ojos de aficionado más común. Este radical estilo chocó de bruces con un mercado no muy acostumbrado a estos experimentos y que en raras ocasiones los acoge con los brazos abiertos, como en la curiosa excepción que representa Shintaro Kago actualmente.
Esto se vio reflejado en las ventas de una obra, que acabó paralizada durante dos años, mientras EDT se encontraba inmersa en profundos cambios tras desvincularse de Glénat Francia.
Finalmente a mediados del año pasado EDT recuperaba la obra y terminaba de editarla, para felicidad de los que la seguimos desde su inicio. Los lectores finalmente han podido disfrutar del desenlace de una historia que, en el fondo, una vez superada la barrera que pudiese suponer el transgresor estilo de Matsumoto, se revela como una historia de samurais realmente emocionante y con personajes colosales.
La historia de un samurái que vendió su alma
La tranquilidad de unas Nagayas -filas de casas comunitarias de construcción pobre- de un humilde barrio trabajador de Edo se ve alterada por la llegada de un nuevo y extraño inquilino que despierta la curiosidad de sus vecinos. El hombre, de aspecto despreocupado, se hace llamar Senô Sochiro y parece tener un misterioso pasado que se irá desvelando a medida que la obra va avanzando.
Lo que sí queda muy claro desde las primeras páginas es que no es un hombre normal y corriente. Hay momentos en que parece desprender un aura demoníaca, representada en forma de zorro, como si estuviera poseído por un espíritu asesino. En otros momentos, podemos ver como Senô habla con el espíritu de una mujer con un extraño parche en el ojo, cuyo nombre es Kunifusa.
Poco a poco, estos misterios se van revelando como parte de un maldito pasado del que Senô, un avezado espadachín, huye buscando una vida tranquila y sosegada en un barrio humilde de Edo.
En su búsqueda y gracias a su especial forma de ver la vida, Senô entabla amistad con algunos de los niños de la zona, en especial Kankichio, acabando siendo contratado como maestro. También hace buenas migas con el casero de las Nagayas, Yozaemon, y un noble local, algo estrambótico, Daizaburo.
Aunque huyas el pasado siempre te acaba alcanzando
La premisa de partida de la historia de Takemitsu Zamurái como podemos ver no es muy original: Personaje misterioso que se traslada a un nuevo lugar huyendo de un pasado que quiere dejar atrás, intentando pasar desapercibido. Historias de este tipo las hemos visto tanto en el cine, como en la literatura o los videojuegos.
En el campo del manga y el anime tenemos ejemplos mucho más cercanos y similares a esta obra, sobre todo por el personaje protagonista: un habilidoso espadachín que huye de un pasado misterioso. A la memoria se nos vienen rápidamente el manga de Rurouni Kenshin o el largometraje Sword of Stranger, y al igual que en estos dos títulos, al final el héroe tendrá que sobreponerse y enfrentarse a su pasado para vencerlo.
En Takemitsu Zamurái la trama en los primeros tomos avanza lentamente, situándonos todos los personajes que tendrán algún papel importante en la historia salvo los que están estrictamente relacionados con el pasado de Senô. Estos se dejan para más adelante cuando se vaya desvelando de que o quienes huye el protagonista.
En estos primeros tomos, el manga no pasa de ser un sencillo slice of life de una humilde comunidad de trabajadores del viejo Edo, en la que podemos ir conociendo cómo era la vida de un niño en esta época, la de un maestro, o un carpintero. También podemos ver como muchos de los nobles de la época se aprovechaban de su estatus social para hacer realmente lo que querían con los más humildes, incluso matarlos por las razones más estúpidas, como cruzarse en el camino de su caballo. Durante estos primeros capítulos se van dando algunas pinceladas de lo que vendrá más tarde, pero de una manera muy sutil y aleatoria.
En esta primera parte de la historia aparece Daizaburo, uno de los mejores personajes a mi modo de ver. Un noble al que su familia trata como un paria al no ser el primogénito heredero de su clan, interesado más en el camino del guerrero que en los negocios y de gustos sexuales mal vistos para la época. Daizaburo se revela como un valeroso caballero de brillante armadura protector de los más débiles, que desde el primer momento capta el lado oscuro de Senô y que esconde algo tras ese aura de despreocupación. No obstante, hacen muy buenas migas y acaba siendo uno de los personajes más importantes de la historia.
Más adelante, cuando el pasado de Senô comienza a desvelarse, aparecen otros personajes tan importantes e interesantes como Daizaburo. Un caso especial es el de Kikuchi, la gran némesis de Senô, un asesino implacable que será el único capaz de sacar de sus casillas al misterioso espadachín. En este momento se van revelando de manera más abrupta los secretos que encierra el pasado de Senô, y dando a la acción el protagonismo que se merece en esta historia.
Combates, sangre, traiciones, asesinatos, venganzas y oscuros tejemanejes políticos afloran en esta parte del manga, haciendo que este se vuelva más oscuro, trepidante e interesante para el lector. Algunos personajes pierden protagonismo como el joven niño Kankichio o el casero Yozaemon, pero otros como Daizaburo ganan un protagonismo capital. Todo esto no significa que esta segunda parte del manga sea mejor, sino más bien diferente en cuanto al ritmo, como una película que se van desarrollando de manera pausada hasta que se precipitan los acontecimientos que nos llevan al desenlace.
Como vemos la historia, aunque algo típica en su inicio e incluso en su desarrollo, tiene su mayor fuerza en los personajes. Personajes muy bien definidos, de rasgos muy diferenciados y con motivaciones muy distintas entre sí. La historia se va desarrollando alrededor de todos estos personajes sin la necesidad de que Senô aparezca en ni una sola vez en algunos capítulos, cediendo el protagonismo de la narración. No llega al punto de una “narrativa río” tan de moda actualmente por series televisivas como Perdidos o Juego de Tronos, pero si ayuda a que el lector sienta que todo alrededor de Senô fluye de manera realista haciendo que cada personaje reaccione y actuando en función de las circunstancias y sus motivaciones. Esto hace que el conjunto ofrezca una gran cohesión narrativa.
Un manga al estilo Ukiyo-e
Posiblemente el estilo gráfico de Taiyō Matsumoto sea la característica más destacable de este manga. Como hemos podido ver, argumentalmente no tiene nada que envidiar a muchos otros mangas publicados en España del género del “samureo” -como diría nuestro compañero Leo-. Incluso me atrevería a decir que supera algunos con más nombre y popularidad entre el público casual.
Pero en su faceta artística donde este manga tiene su partido más difícil, pues el estilo cercano al Ukiyo-e de sus viñetas ha dificultado ese “entrar por los ojos” del lector al manga, tan acostumbrado a un estilo más comercial de ojos grandes, diseños molones, y colores chillones. De hecho hasta en la propia redacción de este blog, un servidor ha tenido que “vender” este manga, ante numerosos comentarios de lo “raro que les parece el dibujo” de Takemitsu Zamurái.
Para el que no conozca la obra, hay que explicar antes de nada que el autor quiso hacer un homenaje al dibujar este manga, imitando el arte japonés de la época en el que está inspirado, el arte conocido como Ukiyo-e.
Ukiyo-e, «pinturas del mundo flotante» o “estampa japonesa”, es un género de grabados producidos en Japón entre los siglos XVII y XX. Normalmente estos grabados representaban paisajes, escenas del teatro o zonas de alterne. Esta forma de arte alcanzó su mayor grado de popularidad en la cultura metropolitana de Edo durante la segunda mitad del siglo XVII, pero no hasta el siglo siguiente cuando se llegó a instaurar un proceso de policromía y producción masiva. De esta manera se convirtió en tipo de arte accesible y barato para la clase media-baja de la época.
Uno de los artistas más importantes de esta forma de arte fue Katsushika Hokusai, pintor y grabador japonés del periodo Edo, y del que EDT publicó un manga basado en su vida realizado por Shotaro Ishinomori.
Volviendo al estilo gráfico de Takemitsu Zamurái, Matsumoto realiza un grandioso homenaje al Ukiyo-e con este manga. Una genialidad a la altura de muy pocos artistas, pudiendo variar de estilo con una pasmosa facilidad, asemejando cada viñeta a una pintura Ukiyo-e.
De esta manera nos encontramos con un estilo muy plano, de miembros totalmente desproporcionados, ojos fuera de los rostros… pero sin perder en ningún momento las formas y sin que parezca en ningún momento hecho de manera aleatoria. Todos los personajes tiene su diseño adaptado al Ukiyo-e y aparecen siempre de la misma manera, aunque pueda parecer en las primeras viñetas que el autor se pone a dibujar danzar libremente su pluma sobre el papel.
Los escenarios, e incluso hasta los cortes de las viñetas, corren la misma suerte. Todo parece desproporcionado, sin líneas rectas, en definitiva, un caos de líneas y tamaños, que a la vez resulta muy estructurado y ordenado, logrando un aspecto final incontestablemente precioso para la vista.
Es lógico y normal sentirse un poco apabullado en las primeras páginas de lectura. Pero una vez hemos sobrepasado la sorpresa inicial, este estilo no afectará en nada que disfrutemos de ello, de hecho, que acabe gustándonos y lo adoremos por su genial originalidad.
Issei Eifuku, un guionista que comenzó como mangaka
Issei Eifuku nació en 1965 y se autorretrata así mismo como una especia de matriosca. Resulta curioso descubrir como Issei Eifuku, guionista de la obra, comenzó su carrera como ayudante del propio Matsumoto, y que como otros tantos autores de manga empezó aprendiendo bajo la tutela de otro mangaka ya consagrado, dibujando fondos, poniendo tramas o entintado páginas. Es decir, quitándole el trabajo repetitivo, para que el autor principal pueda ir más rápido dibujando páginas.
Como es lógico, pasado un tiempo Issei quiso dar el salto en solitario como autor, y lo hizo con Colored Blue en 1991, obra por la que le otorgaron el Premio Novato Especial del XXIV Premio Tetsuya Chiba.
Aunque en 1994 realizó otra obra corta titulada Lightning Brigade, no fue hasta un año después cuando firmó su primer gran trabajo más o menos importante, Child Planet, en el que curiosamente no se encargó del guión, dedicándose única y exclusivamente del dibujo. El guión de esta obra firmado por un famoso crítico de manga llamado Kentarō Takekuma, donde se narraba la historia de una terrible catástrofe en la que un virus acaba con los adultos salvándose únicamente los ancianos y los más jóvenes. Esta obra, como bien indica Marc Bernabé en su blog, parece que fue lanzada para aprovechar un poco el tirón que tuvo un año antes Dragon Head, y el estado de histeria que se vivía en Japón tras el Gran Terremoto de Hanshin, así como el ataque terrorista con gas sarín. Por lo demás es una obra bastante pasable y del montón en el que el dibujo Issei no destaca para nada.
Tras esta, firmó otras obras cortas como Out-Sider! (1997) y Tekkiba (1999), sin mucho éxito, pero gracias a Dios, parece que Issei vio que lo suyo no era el dibujo y si el guión, cuando años más tarde volvió colaborar de nuevo con su maestro, Taiyō Matsumoto en Takemitsu Zamurái -aunque durante el proceso realizara otra obra corta titulada Mukon no Ou (2005)-.
El éxito entre la crítica de Takemitsu Zamurái, tanto dentro como fuera de Japón supuso que Issei se revelara como un magnífico guionista, rol que tras esta obra ha vuelto a repetir haciendo pareja con el surcorenao Go Jin-Ho en el seinen de terror sobrenatural titulado Evil Eater desde 2011. Este manga, que se serializa en la Sunday GX de la editorial Shogakukan con dos tomos hasta la fecha publicados, cuenta que en un futuro próximo la magia es una realidad admitida por la sociedad y con la que si un tribunal lo decide, se puede resucitar a una persona, sacrificando otra vida, normalmente la de un criminal. Este resucitado, denominado Returner ha de ser controlado y vigilado ya que un problema psicológico llamado Bug puede florecer, consumiéndose en emociones como los celos, la venganza o la ira y transformarle en una bestia peligrosa. Para controlar y detener a estos Returner hay un cuerpo especial de magos, llamados Ejecutores, a cuyo cuerpo pertenecen los protagonistas de este manga.
El arte hecho manga
Matsumoto Taiyu, el encargado de la faceta gráfica de Takemitsu Zamurái, es un artista camaleónico y único. Es capaz de cambiar de estilo como el que cambia de camiseta, como ha demostrado en Takemitsu Zamurái, para realizar un homenaje al arte japonés del Ukiyo-e. Pero es más conocido por su habitual estilo más cercano al cómic occidental underground que al manga japonés de ojos grandes.
Matsumoto nació en 1967, pero aunque de niño quería ser futbolista, vio pronto que lo suyo era dibujar cuando a principios de los 80 ganó un premio para autores amateurs.
En 1986 realiza su primera obra destacable, Straight, publicada en la revista Morning de Kodansha, con 2 tomos recopilatorios. Straight era un manga sobre el baseball, demostrando la influencia deportiva de su juventud, estando nominado para varios premios ese mismo año. Pero no fue hasta el año siguiente cuando viajó a París y descubrió el cómic europeo, concretamente a Moebius, lo que hizo que su manera de ver el cómic cambiara radicalmente.
Después de aquello, Matsumoto abandona Kodansha y se va a Shogakukan dando rienda suelta a su vena más seinen. En 1993 lanza la obra de un tomo autoconclusivo Blue Spring. Un intenso drama donde Kujo, un estudiante de instituto consigue ascender como líder de una banda de mafiosos, defendiendo su posición de liderazgo a la vez que se va convirtiendo en un monstruo sin sentimientos. Esta historia llegó a al cine en una película japonesa, que llegó a conseguir muy buenas críticas fuera de Japón en los festivales donde se estrenó.
Pero aún fue más importante la otra obra que comenzó ese mismo año, Tekkonkinkreet de tres tomos, serializada en la revista Big Comic Spirits. Esta es la obra, conocida también como Black and White, que finalmente le convertiría en un mangaka reconocido fuera de Japón. Tekkonkinkreet cuenta la historia de dos huérfanos que viven en la calle, en el distrito del tesoro y han de luchar para sobrevivir con bandas callejeras rivales, la corrupción policial, y sobre todo con un mafioso que pretende limpiar las calles de dicho distrito, para poner en marcha su plan de renovación y ganar dinero con la especulación inmobiliaria.
Esta obra editada en España en un sólo tomo por EDT, cuando aún era Glénat, logró mucha fama en EEUU, siendo adaptada en 2006 a un largometraje de anime por el Studio 4ºC. Fue la primera película de anime dirigida por un occidental: Michael Arias. Además, en 2008 logró el Eisner a la mejor obra extranjera.
Tras Tekkonkinkreet realizó otras obras como Doraemon (1996), una bizarrada en el que reflexionaba sobre los efectos que tenía en la mente de Nobita los viajes en el tiempo con Doraemon. Otra de sus obras más conocidas también data de aquella época, Ping Pong (1996, 5 tomos recopilatorios), donde Matsumoto volvió al género deportivo, pero esta vez narrando una historia sobre el tenis de mesa, en clave realista y dramática, mostrando la parte más dura del deporte de alto nivel.
En 2001 volvió a conseguir un éxito internacional con Número 5, una obra que llegó a editarse en EEUU y que contaba la historia de una fuerza especial pacificadora en una tierra post apocalíptica, cubierta el 80% por desierto. Luego antes de Takemitsu Zamurái llegó a editar un seinen de un un sólo tomo de terror psicológico llamado Hanna (2002), pero hasta la fecha esta obra de samuráis es la más larga de su carrera con 8 tomos.
Actualmente está realizando un nuevo manga, en el que retorna al tema de los niños huérfanos como el Tekkonkinkreet, titulado Sunny. En este manga ejerce de nuevo las labores de dibujante y guionista, narrando la historia de unos niños de un orfanato que se evaden de sus males (maltratos, abandonos…) jugando en un viejo Nissan Sunny 1200.
La edición
La edición de Takemitsu Zamurái de EDT es impecable. Con un tamaño A5, formato rústico con tapas blandas y unas sobrecubiertas rugosas de gran calidad blandas similar a las de las obras kanzenban de la editorial, este manga de ocho tomos contiene algunas páginas a color, pósters desplegables y una impresión inmejorable.
Esta edición es bastante fiel al original, aunque con algunos peros. En la edición española se añadió el subtítulo a la obra de “El samurái que vendió su alma”, supongo que para darle un título en nuestra lengua más comprensible por el público menos habituado a nombres japoneses. Pero es algo que en la edición japonesa no existe, ya que Takemitsu Zamurai (con ese acento también añadido en la edición española) vendría a significar “El samurái de la espada de bamboo”, título que si se ha traducido en otros países como EEUU o Francia. No obstante, personalmente me gusta que se haya quedado el título como está.
Salvo este detalles del título, la traducción del manga a manos de Daruma y a cargo de Marc Bernabé es impecable, clara y concisa, con muchas anotaciones a pie de página explicando términos y detalles de la cultura japonesa de la época.
Por último, respecto a la edición de EDT, el precio de cada tomo es de 12 euros. Posiblemente algo elevado para las poco más de 220 páginas de cada volumen, incluso para una edición con un acabado y calidad fuera de toda duda. No obstante, estamos hablando de un manga de sólo 8 volúmenes, cuyo desembolso está un poco por encima de la media, pero que en el fondo merece la pena y está justificado.
En conclusión
Estamos ante una obra de arte. Así como lo siento lo digo. Es para mi uno de mis mangas preferidos y una de esa joyas que no puede faltar en la biblioteca de ningún aficionado al cómic japonés.
Es cierto que su grafismo más cerca de los grabados Ukiyo-e puede resultar una barrera importante para el lector que se acerque a la obra por primera vez, pero una vez sobrepasado ese impacto inicial, su lectura es súper recomendable, interesante y trepidante, sobre todo en su recta final.
Imprescindible para los amantes del seinen de samuráis, seguidores de obras como Vagabond, Shigurui, La Espada del Inmortal o Sidooh. Pero sobre todo para los fans de las obras de Hiroshi Hirata, otro de los autores fetiche de EDT.
Lo mejor:
- La historia, típica pero bien narrada y con un ritmo espléndido.
- Sus personajes, Daizaburo, Kikuchi, Senô…
- La traducción de Marc Bernabé con numerosas notas a pie de página.
- El estilo de Matsumoto, una obra de arte en sí misma homenajeando el Ukiyo-e.
- Qué EDT acabara edit´sndola completa a pesar de las dificultades.
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Lo Peor:
- El estilo Ukiyo-e de Matsumoto puede ahuyentar posibles lectores.
- El parón que sufrió durante dos años.
- El precio puede ser un poco elevado para 220 páginas.
Ficha:
Título: Takemitsu Zamurái, EL samurái que vendió su alma
Título original: : Takemitsu Zamurai
Guión: Issei Eifuku
Dibujo: Taiyō Matsumoto
Editorial japonesa: Shogakukan
Editorial en España: EDT (antes Glénat)
Formato: Tomo de lujo A5 (150×210), rústica (tapa blanda) con sobrecubierta
Precio: 12,00 €
Número de tomos en japonés: 8 tomos
Número de tomos en castellano: 8 tomos
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