El pasado febrero la Editorial Ivrea añadió un nuevo tomo único a su colección de shojos, esta vez de una autora menos conocida llamada Mie Washio, quien no esconde su fascinación por el mundo de la restauración y la pastelería. No obstante, el título de Liándose en la cafetería puede llevar a equivocaciones pues no se observan numerosos líos amorosos ni escenas subiditas de tono.
Confusiones y malentendidos románticos en la cafetería
El tomo se divide en dos partes bien diferenciadas:
La primera consta de cuatro capítulos interrelacionados que cuentan los enredos sentimentales de Hatsuyuki, una chica de instituto capaz de compaginar los estudios con un trabajo a tiempo parcial como camarera en una cafetería. Lugar en el que (¡sorpresa!) todos sus colegas varones son muy guapos. Destaca especialmente Misawa, un chico muy profesional y distante, pero la muchacha no pierde la esperanza de conquistarle.
La segunda parte consiste en una historia muy corta de un solo capítulo, titulado “Acepto lo que sea” que no se desarrolla en el sector de la hostelería, sino en un club de arte de un colegio, al que aspira entrar Katagai para estar más cerca del guapo presidente de la asociación. Sin embargo, los sentimientos de Katagai cambiarán tras las decepciones a lo largo del capítulo.
Mucho ruido pero pocas nueces
En primer lugar, hay que dejar claro que en la cafetería poco se lían los personajes, todo gira alrededor de la temperamental Hatsuyuki y de Misawa, quien se aleja del estereotipo de chico guapo seductor un tanto pervertido al que nos tienen acostumbrados muchas autoras del género y antepone el trabajo y la responsabilidad a los sentimientos, dando la sensación de ser un poco soso. En realidad, Hatsuyuki es la protagonista omnipresente de la saga de la cafetería. Se trata de una chica con carácter que intenta ocultar su verdadera personalidad ,tras una sonrisa de camarera amable, para ser más aceptada. Aunque en momentos clave suelta comentarios sinceros y la lía parda.
Lo cierto es que la relación entre los dos jóvenes es un constante tira y afloja, en el que Misawa parece muy amable en un momento y se vuelve borde y criticón en las viñetas siguientes – parece que en el país del sol naciente llamar a alguien una yankee es considerarle una cotorra, que no tiene pelos en la lengua, una definición que en una sociedad tan obsesionada con los formalismos, no es precisamente una virtud.
También nos ofrece una cierta crítica al desprecio que muestra la alta sociedad japonesa hacia los sí-sí (lo contrario a los ni-ni), aunque no se puede esperar un análisis sociológico y el conflicto se resuelve inmediatamente. Pero ante todo, parece que la mangaka ha querido transmitir el mensaje de que la responsabilidad y el compañerismo es lo más importante en el lugar del trabajo.
Por lo que respecta al último capítulo, el chico protagonista es bastante más animado y ofrece un bonito símil entre la pintura y el amor.
Un estilo muy correcto
El punto fuerte de este manga – como sucede con numerosos shojos – es el dibujo de Washio, en especial el diseño de las heroínas protagonistas con ojos grandes y muy expresivos. El pelo muy rizado de Hatsuyuki cobra vida en las vieñtas, acentuando su carácter rebelde, mientras que Katagai parece más clásica. Los chicos parecen tener la misma edad que sus compañeras féminas y no se aprecia una diferencia abismal entre las estaturas de ambos géneros. No obstante, a Washio le cuesta más dibujar a personas mayores puesto que los pocos que aparecen cuentan con trazos un tanto amorfos.
Un ingrediente indispensable en un manga centrado en una cafetería es, sin lugar a dudas, la comida. Aunque en la portada aparecen dulces y café, en el interior quizá los lectores más golosos –entre los cuales se encuentra la autora de esta reseña – habrían esperado más presencia de estos. Nos bastarían los dedos de las dos manos para contabilizar las páginas en las que se muestran con detalle los pastelitos ricos, lo que es una pena, pues esta historia es una oportunidad para estimular el apetito del lector.
Por último, hay que decir que se trata de un shojo de estilo clásico, sin escenas picantes ni contenido sexual explícito con cuerpos tal como vinieron al mundo, esos por los cuales Ivrea ha apostado desde hace tiempo. Por tanto, es apto para todos los públicos, aunque quizá el segmento clave es el de chicas entre los 12-16 años.
Una autora obsesionada con la comida
Mie Washio nació el 11 de marzo en la prefectura de Saitama y, desde su debut con “Lo que no necesito y lo quiero”, con el que ganó el concurso para nuevos talentos de la editorial Shogakukan en 2002, ha realizado una serie de shojos cortos de tomo único. Actualmente, publica en la revista Betsucomi.
A parte de “Liándose en la cafetería”, ha escrito otros shojos de tintes cafeteros que llevan por título Kanojo ga Café ni Kayou Wake, Kare ga Café ni Iru no nara o Café ni wa amai wana, con argumentos similares a los del manga que aquí se reseña. También demuestra su interés por el mundo de la cocina con Atsu Atsu Trottoria, centrado en un restaurante y con Anchoco (Anti Chocolate), relacionado con el chocolate.
Sobre la edición
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