Uno de los mayores éxitos de la historia del manga y el anime salió de Japón para instalarse en Europa. Kimagure Orange Road significó mucho tanto para el público oriental como el occidental, especialmente para el género shônen. Los 99,5 escalones que subió Kyosuke Kasuga por primera vez llevaban a algo que aún a día de hoy funciona entre el público otaku.
La complicada geometría de las relaciones humanas
El triángulo amoroso como recurso argumental para un manga es un clásico que ha alimentado tramas desde hace décadas. Izumi Matsumoto fue probablemente el autor clave para el desarrollo de este tipo de guiones y sus personajes fueron modelos para quienes quisieron convertir esta concepción del manga en todo un género.
Kimagure Orange Road es un clásico shônen cuya estela fue seguida por muchos otros autores atraídos por la popularidad de la obra de Matsumoto. Fue la propia Weekly Shônen Jump, revista donde se publicó el manga inicialmente, la que lanzó a la fama a este autor de renombre y la que acabaría obteniendo unos frutos muy dulces con su obra. Fueron varios los mangas que hicieron las veces de tubos de ensayo en los que sintetizar los elementos que finalmente dieron como resultado una fórmula que ha resistido el paso del tiempo como muy pocas.
En España sólo Glénat consiguió editar la serie al completo. Tras los conocidos vaivenes de la editorial que finalmente se convertiría en EDT, la obra estuvo disponible en dos packs durante la famosa oferta que resultaba ser más bien una liquidación de stock y el preludio a una despedida que aún a día de hoy genera noticias. En todo caso, la editorial catalana ha brindado a los aficionados la oportunidad de disfrutar de esta obra que resulta clave para comprender muchos de los aspectos del mundo del manga y el anime.
Un camino muy caprichoso
Kyosuke Kasuga es un adolescente cuya vida es aún más complicada que la del resto de personas de su edad. No sólo tiene que lidiar con las dudas que asaltan a quienes están a caballo entre la infancia y la madurez, sino que además debe ocultar que tiene una serie de poderes que serán causa y a la vez solución de la mayor parte de sus problemas. Sus dos hermanas Kurumi y Manami, que nacieron a la vez, comparten esta misma característica heredada de su madre, quien falleció al dar a luz a las dos niñas. Su padre debe manejar esta situación que ha costado a la familia varias mudanzas e innumerables disgustos.
Kyosuke no tiene ningún interés especial en nada, algo muy común en los chicos de su edad, hasta que conoce a Madoka Ayukawa, una pandillera con un aspecto duro, pero una personalidad interesante y a la vez poseedora de un lado un tanto tierno. La sola presencia de esta chica ya hace que la ciudad a la que se acaba de mudar tenga un interés que no tenían las demás en las que había residido. A esto hay que sumarle que su mejor amiga, Hikaru Hiyama, se siente atraída por Kyosuke e inicia una relación con él. Con el triángulo amoroso formado y la progresiva adhesión de otros personajes, la historia narra la vida de los tres protagonistas cuyo camino hacia la condición de adulto se convertirá en un caprichoso camino naranja.
Toda la historia tiene un halo de melancolía, con un autor que en algunos momentos parece estar tratando de revivir esa época mítica y tan idolatrada en el mundo del manga que es la adolescencia. Los momentos clave para cualquier persona que estudia secundaria están presentes, con las encerronas que le plantean a uno las hormonas y la búsqueda de una personalidad propia. Los paisajes idílicos y las camisetas con mensajes en inglés recordando icónicos aspectos de la vida occidental harán que más de una vez las viñetas parezcan postales expuestas en un álbum muy antiguo que estemos abriendo por primera vez en mucho tiempo.
El triángulo no es equilátero
Si bien es cierto que la historia está protagonizada por tres personajes, quizá uno de los principales problemas de este manga sea que no se trata de un triángulo amoroso real. Por mucho que el autor intente en ocasiones hacer creer al lector que el protagonista tiene dudas reales sobre sus sentimientos con respecto a las dos chicas, es obvio desde el primer momento que Kyosuke sale con Hikaru sólo porque no quiere herir sus sentimientos y, quizá, por la inercia de no haber sabido detener las cosas en su momento. Matsumoto sólo introduce en ocasiones viñetas en las que Kyosuke expresa muy claramente sus dudas, pero éstas parecen introducidas de manera artificial y hacen aflorar la idea de que, quizá, Hikaru sobra. Esta chica con un carácter extremadamente infantil resulta un mero impedimento para que los sentimientos de Kyosuke y Madoka avancen, alargando de manera artificial la trama. Como mucho se puede decir que la amiga de Madoka muestra en ocasiones momentos de lucidez y consigue la empatía del lector, pero poco más. ¿Hubiese sido lo mismo sin ella? ¿Hubiese llegado el triángulo amoroso a ser lo que es a día de hoy sino contase con esta tercera persona en discordia en esta historia? Probablemente, si era un recurso interesante para los lectores, este tipo de trama hubiera aparecido de todas formas.
Un camino demasiado largo
La historia tiene mucho encanto, pero quizá diez tomos hayan sido demasiado. Enredos sin mucha gracia tienden a aparecer de vez en cuando sin tener repercusión en el resto de la historia, y la inclusión de personajes que intentan aumentar las opciones de Kyosuke sin mucho éxito sólo ayudan a reforzar la idea de que Matsumoto está exprimiendo su historia al máximo convirtiendo lo que podría ser una obra mucho más redonda en algo muy dado de sí.
Precisamente los momentos en los que los personajes secundarios aparecen para quitarle peso al supuesto dilema de Kyosuke pueden resultar los momentos más interesantes, puesto que se crean situaciones con algo más de complejidad y, aunque en ocasiones sean un tanto predecibles, consiguen entretener dándole a la obra ese encanto que tanto valor tiene para los fans. Esos momentos en los que se convierte en una historia más coral podrían haber dado más y mejor vida al shônen que introdujo a tanta gente en el mundo del manga. En ese sentido, fue un acierto eliminar todo ese sobrante de situaciones y personajes en la adaptación al anime, que con cinco temporadas resume perfectamente el argumento principal, además de dos películas que le dan otra vuelta de tuerca a los personajes principales.
Un paisaje nostálgico
Los diseños son los típicos diseños de los ochenta. El dibujo de Matsumoto evoluciona a pasos agigantados hasta alcanzar un nivel de detalle inimaginable en el primer tomo, a la vez que el entorno cobra cada vez más vida. Cada capítulo contiene una imagen introductoria, imitando el estilo de una foto, protagonizada casi siempre por Madoka. Esto refuerza la sensación de estar leyendo una historia sobre recuerdos y la idea de que Kyosuke no duda en ningún momento sobre sus sentimientos.
El estilo de peinado típico de los ochenta acentúa un poco la desproporción de las cabezas con respecto al resto del cuerpo, pero este aspecto también mejora ligeramente al ir avanzando la historia.
La mente detrás de los prodigios
Izumi Matsumoto es uno de esos autores que se vuelca en sus historias. Su pasión por la música, en concreto por el grupo Genesis cuyo álbum Abacab dio nombre a la cafetería ABCB donde trabaja Madoka y, en ocasiones, el propio Kyosuke. Resulta curioso que, en el segundo opening del anime, el protagonista aparezca tocando la batería, puesto que ocupó al principio Phil Collins, ídolo del mangaka.
Volviendo al manga en concreto, esa nostalgia que irradia toda la obra está presente en trabajos anteriores de Matsumoto, los cuales hacen las veces de preludio para lo que finalmente sería Kimagure Orange Road. Personajes físicamente muy parecidos con los nombres de los protagonistas de esta obra y situaciones similares hacen ver que KOR ya entraba en los planes del autor mucho antes de que esta serie viera la luz en la Shônen Jump en 1984.
Lamentablemente, el apabullante éxito de esta obra hizo sombra al resto de su trabajo, marcando así de por vida al propio autor y encasillándole de manera indeseada. Esta obra ha significado toda su vida para bien y para mal, y quizá lo más remarcable de su carrera se haya quedado en aquella segunda mitad de la década de los ochenta.
Glénat sí que nos conquistó
La edición que lanzó Glénat (después EDT) en España dividía la historia en diez tomos de unas 340 páginas cada uno. La sobrecubierta y el sentido oriental de lectura convierten a esta edición en un buen producto para los más puristas. La traducción en ocasiones muestra diálogos un tanto forzados, sobre todo en los primeros tomos, pero en general tiene un aspecto bastante natural y no cae mucho en el recurso de poner notas del traductor, que deben ser evitadas en la medida de lo posible.
En cuanto al precio de cada tomo, actualmente es complicado hacerse una idea puesto que los pocos ejemplares que quedan tienen precios muy dispares dependiendo del punto de venta. La liquidación por parte de EDT hace que haya tiendas que ofrezcan tomos sueltos por poco más de 3,00 € y otros establecimientos que puedan pedir hasta 15,00 € por el mismo volumen. Dicha colección venía en dos packs con un precio de 15,00 € cada uno, pero dichos packs, sobre todo el segundo, duraron muy poco debido a la cantidad de seguidores de este manga que querían completar su colección.
Un triángulo bastante redondo
La obra tiene mucho encanto. A pesar de los inconvenientes mencionados, este manga se puede disfrutar sin problema. Consigue mantener el interés por lo que le va sucediendo a los personajes y entretiene como pocas series. Quizá el encabezar los capítulos con una frase pretendidamente poética se haga algo cuesta arriba a más de uno, pero no por ello desluce la magia que encierran sus páginas. El rechazo que producen algunos de sus capítulos, unido al guión bien hilado de otros, harán que uno sienta esa relación amor-odio que uno experimenta precisamente cuando está en la adolescencia. A pesar de que en ocasiones las cosas parezcan no encajar, el sabor de boca que deja la obra al completo es agradable. Quizá no sea la obra definitiva que algunos pretenden vender, pero desde luego sí merece la pena asomarse a esta historia y dejarse llevar.
Lo mejor:
- Resulta una historia atractiva
- Es el inicio de todo un género
Lo peor:
- Introducción de personajes y situaciones que alargan innecesariamente la historia
- En ningún momento la historia es un triángulo, por mucho que se quiera vender así
Kimagure Orange Road |
Del Montón |
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