Pero, como ya hemos comentado en otras ocasiones, el hecho de que Batman sea un personaje que en un principio formara parte de un universo adscrito únicamente al género de superhéroes americano, no significa que el personaje haya evolucionado desde su creación en 1939 por el dibujante Bob Kane y el escritor Bill Finger. Ya la película que hiciera el director Tim Burton, adaptando la estética del personaje y su entorno a sus peculiares gustos estéticos, cambio radicalmente la manera de ver el mito, aportándole una oscuridad de carácter que, aunque sí podíamos verla en los inicios de la historia del personaje, nunca hasta el momento había sido tan evidente, pese a los intentos del artista Neal Adams y el guionista Dennis O’Neil por borrar del recuerdo colectivo aquél Batman descosido y barrigudo de la serie de televisión de los años sesenta. Batman, desde siempre, había sido el antihéroe, el héroe maldito, el caballero oscuro de DC Comics pero, sin duda, nunca como lo fue a partir de las dos películas de Burton.
Sucesivos largometrajes se crearon desde la aparición de Batman en la gran pantalla, algunos de mayor calidad o fortuna que otros (recordemos esas “maravillas” de la acción que fueron las películas dirigidas por Joel Schumacher). Especialmente, podríamos resaltar las nuevas revisiones fílmicas del héroe en la presente década, ambas de gran calidad aunque, lamentablemente, con un doblaje al castellano espantoso… Pero no estamos aquí para hablar de cine, ni de superhéroes americanos, en el fondo, sino de manga. Y de ello vamos a hablar porque, sorprendentemente, la última de las grandes aventuras de Batman de la que hemos podido disfrutar es un cómic de factura japonesa, cosa que, ciertamente, deja en entredicho todas las cuestiones de género que nos pudieran pasar por la cabeza.
Como ya hemos mencionado en otras ocasiones, esto del género últimamente es una categorización de difícil aplicación en el arte actual. Y, cómo no, el cómic y el manga adolecen, precisamente, de esta notoria dificultad a la hora de etiquetar a sus productos. Lo que nació como un producto exclusivamente norteamericano ha traspasado fronteras, aparte de influenciar a todo de tipo de público y, por supuesto, a todo tipo de artistas. De esta manera, actualmente no es de extrañar (o no tanto) que un artista japonés haya decidido revisionar las aventuras del Caballero Oscuro, cosa que hubiera sido impensable hace dos o tres décadas… Si bien la cultura japonesa lleva asomando la cabeza en el cómic americano desde hace tiempo (recordemos, por ejemplo, a Lobezno en Honor, para muchos una de las historias cumbres en la antología del personaje).
Pero esto de que un superhéroe americano haya aparecido dibujado por un dibujante japonés es algo mucho más reciente. En este sentido, el mundo del cómic japonés no ha sido tan receptivo a influencias externas, o éstas han venido mucho más tarde que en sus análogos europeo y americano, cosa que ha hecho que el género haya evolucionado de forma muy diferente a aquéllos. Pero, aún así, la fusión acabó por darse: en el año 2000, el autor Kia Asamiya sacó a la luz Batman: Child of Dreams, una obra ambientada en Tokyo y creada totalmente según los preceptos del manga japonés. Pero, como muy bien señala Enrique Ríos, el autor del prólogo del volumen que ocupa el tema de esta reseña, en este caso la obra de Asamiya era un producto creado para el público japonés, en un intento de acercar las aventuras del héroe a un público al cual, en principio, éste le era ajeno.
En la obra que hoy nos ocupa, el caso es ligeramente diferente, aunque esta diferencia es significativa: el cómic, creado por Yoshinori Natsume, fue pensado desde sus inicios para formar parte del mercado norteamericano, en un enfoque global que pretendía aunar a dos públicos muy concretos dentro del mismo: por un lado, un público emergente y de cada vez mayor importancia, el aficionado al cómic japonés; y, por el otro, un público con una tradición de décadas y con unos gustos muy definidos precisamente por dicha tradición, el aficionado a los cómics de superhéroes. La apuesta, sin duda, ha constituido todo un riesgo, tanto por la diferencia del método narrativo y gráfico, como por las diferencias en aspectos aparentemente (sólo aparentemente) tan banales como la orientación invertida de la lectura, vista desde el punto de vista occidental, claro está.
No obstante, es un apuesta que recogemos con ilusión e, incluso, algo de orgullo, dado que Batman no deja de ser uno de los iconos occidentales actuales de mayor relevancia en el mundo del cómic. Y, sí, es un producto americano, pero un producto con el que cualquier occidental puede reconocerse y verse reflejado. El hecho de que un mercado tan importante -y, por qué no decirlo, autárquico- como el del cómic japonés se esté dejando influir por las obras artísticas occidentales, sinceramente, es un hecho muy a tener cuenta en la evolución de un género cada vez más complejo y de más difícil definición como es el manga. En el fondo, nos gustaría pensar que las culturas oriental y occidental, tan diferentes entre sí, podrían llegar a estar cada día un poco más unidas y menos separadas por aspectos que no sólo tienen que ver con la cultura, o con la estética y la forma narrativa, si no que se adscriben a categorías más profundas dentro de las raíces psicológicas -e, incluso, espirituales- del ser humano.
La ocultación del yo
Dejando de lado las reflexiones sociológicas derivadas de un producto complicado como él solo -la verdad es que la obra se las trae-, Batman: La Máscara de la muerte cuenta con un argumento de lo más interesante. Yoshinori Natsume ha cogido para la ocasión la dicotomía resultante de la realidad de todo superhéroe, esto es, el enfrentamiento existente entre la personalidad heroica y su alter ego, esto es, su identidad secreta. Pero este enfrentamiento, que más o menos ya hemos podido ver en uno u otro personaje con súper poderes de casi todos los que pueblan el cómic norteamericano, aquí se ve con un ligero matiz: la personalidad oscura de Batman parece coger identidad propia dentro de la psicología de Bruce Wayne, y parece materializarse en la cotidianidad de la ciudad de Gotham a través de una serie de sangrientos asesinatos en los que a las víctimas se les arranca la cara de un corte limpio.
A la que nuestro querido héroe empieza a indagar en el caso, comienzan a surgirle recuerdos de la época en la que se dedicaba a recorrer mundo en busca del mayor conocimiento posible sobre técnicas de combate y artes marciales, búsqueda que, cómo no, en un momento determinado le llevó a tierras niponas. De esta manera, presente y pasado se entremezclan de manera indisoluble en una historia que se complica a medida que transcurre el volumen, sobre todo en el momento que hace aparición la empresa Agurama, una empresa que pretende aunar los valores de la tradición japonesa con las nuevas tecnologías y estrategias de mercado.
Entonces, entrará en juego la máscara como entidad propia dentro de la historia de las sociedades tradicionales, como elemento de acercamiento al trance y a estados más elevados de la consciencia, aparte de como elemento mágico que imbuye de poderes paranormales a aquél que la utiliza. La complejidad del argumento alcanza su cenit en el momento que nuestro héroe debe enfrentarse con los miedos de su pasado, en un climático Apocalipsis sintoísta en el que, a través de la destrucción del ego, se llega a la superación de uno mismo. Sin duda, un gran argumento de considerable densidad para un volumen de tan reducidas dimensiones como el que nos presenta Yoshinori Natsume.
Breves apuntes sobre la obra y el autor
A Yoshinori Natsume ya lo conocimos a través de su obra Togari, la cual, sinceramente, adolecía de un final un tanto precipitado para lo que la obra en sí podía haber llegado a ofrecer. En esta ocasión, el autor deja un poco de lado la acción per se para centrarse en los aspectos más ligados a la psicología del personaje principal y a la tensión creada por las diferentes escenas que enlazan esta excelente obra de crimen y misterio. Si bien los sucesos paranormales también tienen cabida en la obra, han sido sublimados dentro del universo de Batman, no siendo tan importantes en sí mismos como para quitarles credibilidad dentro del entorno de fantasía y ciencia ficción relativas que envuelve al héroe.
Para la ocasión, Natsume ha utilizado un dibujo mucho más cuidado, con una mayor estilización de las líneas y un trazo mucho más definido de lo que viéramos en otras obras del autor. Aún así, los trazos gruesos y los borrones efectistas tienen cabida también en el cómic, de nuevo con la intención de crear ambientes y, sobre todo, para ofrecer al lector una serie de sensaciones sinestésicas que puedan otorgarle mayor información sobre el estado de la situación y de los personajes en los momentos en los que la narración necesite de mayor énfasis por parte del dibujo. Sin duda, la maestría del autor queda fuera de duda con una obra como el presente volumen, tanto por la calidad de su dibujo como por el ingenio puesto en dar una visión alternativa del hombre murciélago, a la vez tan integrada dentro de la historia del propio personaje.
Planeta DeAgostini nos ofrece una edición sencilla, con sobrecubiertas en papel satinado, en un formato bastante típico para las ediciones de manga aquí en España. Aún así, cabe decir que la edición y la impresión de la obra son excelentes, así como el trabajo de traducción de la misma. Y todo por un precio muy adecuado, cosa que, sinceramente, es un punto muy a tener en cuenta dado el estado de la economía en general…
Lo mejor: Ver a un héroe como Batman rediseñado por un autor de la categoría de Yoshinori Natsume, dentro de un entorno que, sin serle desconocido del todo, no deja de ser nuevo tanto para él como para su público habitual.
Lo peor: Que los lectores no acepten la inminente fusión de géneros, y vean esta genial obra con un escepticismo totalmente improductivo…
Ficha técnica
Título Original: Batman: Death Mask
Guión: Yoshinori Natsume
Dibujo: Yoshinori Natsume
Editorial Americana: DC Comics
Editorial Española: Planeta DeAgostini
Formato: Libro rústica, 208 págs
Precio: 6.95€
Nº de Tomos en América: 4
Nº de Tomos en Castellano: 1
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