La diferencia principal con la primera estatua es que aquí también se homenajea al profesor Ueno. Mostrando la amistad que ambos profesaban en el camino diario de recibir a su dueño en la estación. A continuación la historia completa de esta bonita y extraña amistad.
Hachikō nació en Odate, de la prefectura de Akita. La hija del profesor Ueno se lo regaló por la pérdida de su anterior perra. Este no quería acéptarlo pero su hija insistió hasta que se hizo un hueco en su hogar. El perro fue enviado en una caja desde Akita hasta la estación de Shibuya (un largo viaje de dos días en el vagón de equipaje). Cuando llegó, los sirvientes del profesor creyeron que estaba muerto pero cuando llegaron a casa, el profesor le acercó un cuenco con leche y el perro reanimó.
Ueno se dio cuenta de que tenía las patas delanteras desviadas y le puso el nombre de Hachi (ocho en japonés) por la similitud con el kanji con el que se representa (八). Cada día, Hachikō, le acompañaba a la estación para despedirse de su dueño cuando se iba al trabajo y al final del día volvía a la estación a recibirlo. Esto paso a ser una rutina de ambos que no pasaba desapercibida por nadie.
Día tras día, su fiel can acompañaba y recibía a su dueño, hasta que el 21 de mayo de 1925 el profesor Ueno sufrió un paro cardíaco mientras daba una de sus clases y murió. Esa misma tarde fue a recibir a su dueño, pero este no volvió. Durante los últimos 9 años de vida, Hachikō esperó en la estación al profesor Ueno hasta que el perro no pudo más. Toda la gente que había sido testigo de la fidelidad de Hachi con el profesor, le estuvo cuidando durante este periodo.
En abril de 1934, se colocó, en la estación de trenes de Shibuya, una estatua de bronce en su honor. El propio Hachikō estuvo presente el día de la inauguración.
Por Kastek
Fuente: Rocketnews
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