A veces nos sorprende la cultura que tienen los japoneses de coleccionar figuras de sus personajes favoritos o muñecas Dollfie por cantidades astronómicas de dinero, pero lo cierto es que el furor por las figuras y muñecas se remonta hasta el origen del país del Sol Naciente. Este artículo trata de dar un repaso a los nyngyo, o sea, figuras con forma humana, bellas o terroríficas, pero con una función concreta.
Épocas Jomon-Heian
El origen de las muñecas japonesas se remonta a la Prehistoria, concretamente a la era Jomon, cuando se crearon las primeras figuras que recreaban a las deidades: los dogu. Estas figuritas de barro con armadura casi futurística son alegorías a la fertilidad con cinturas de avispa y caderas anchas, comparables a la Venus de Willendorf occidental aunque con menos pecho. Los dogu pueden clasificarse en varias categorías. La más conocida es quizás el shakoki-dogu con ojos enormes y aspecto de búho.
En cambio, las terracotas haniwa simbolizaban la muerte. Se trataba de esculturas antropo- o zooformes de barro, originarias de Kofun. Medían aproximadamente 1m de altura y se colocaban en las tumbas de los guerreros. Muchas se hicieron a imagen del difunto y se vestían con ropas suyas. Se creía que el alma del muerto viviría en ellas y alejaría a los espíritus malignos. Son realmente espectaculares y la propia revista Times las califica como “arte inmaculado”.
Según los escritos de Shikibu Murasaki en Genji Monogatari, uno de los libros más antiguos de la Literatura que data de principios del s. XI, los historiadores deducen que en aquella época también los ningyo tenían un uso extendido entre todas las capas sociales: las muchachas jugaban con muñecas, las madres compraban talismanes protectores para sus hijos pero también se usaban en ceremonias religiosas.
En el s. XIV se fabricaban a partir de pasta de papel unos muñecos ovoides para que nunca se tumbaran como los tentetiesos: los okiagari-koboshi. Más que un juguete de niños era un talismán protector, símbolo de la flexibilidad y resistencia. Hoy en día son típicos de la región de Aizu, donde se manufacturan principalmente en rojo y azul.
Otra figura parecida es el daruma, figura inspirada en el monje Bodhidharma (también conocido como Dharma), en color rojo, barbudo, sin brazos ni piernas y con cara gruñona. Según la leyenda, fue el propio patriarca del Zen quien perdió las piernas tras nueve años de meditación, ya que no las usaba. Los ojos del daruma se utilizan como recordatorio y motivación a cumplir metas o grandes tareas. El dueño del muñeco pinta una pupila redonda al establecer su meta y cuando ésta se ha cumplido se procede a pintar el otro ojo.
Era Edo: madera y porcelana
Los primeros fabricantes profesionales de muñecos eran con toda certeza escultores de templos, quienes crearon figuras policromadas con aspecto infantil y caras blancas. La técnica de crear pintura blanca a partir de las conchas de ostras y almejas se conoce como gofun y se fue extendiendo desde la era Muromachi (1337 – 1573).
En la época Edo (1603-1867), caracterizada por el aislamiento y el nacimiento de la clase burguesa, muchos clientes estaban dispuestos a pagar fortunas por las muñecas hina, cuya versión más extendida es una figura humana arrodillada o sentada vestida con numerosas capas de ropa. Sus caras y manos se cubren de pintura blanca y su pelo se crea a partir de seda o incluso usando cabello humano. La colección entera consta de 15 muñecas hina, siendo las más espectaculares aquellas dos que representan al emperador y a su esposa.
Los muñecos musha representan a guerreros vestidos con armadura de samurái y portadores de armas en posición erguida, sentada o a caballo, por lo que son más difíciles de fabricar que las hina. No se especifica de cuántas piezas debe constar la colección pero se representan héroes célebres como Shoki, el cazador de demonios, o Kintaro, el niño de oro.
Mientras que los hina y musha representan a adultos, los gosho parecen niños pequeños gorditos sentados, casi desnudos y con la piel pálida, que son un regalo perfecto hasta hoy en día. También existen en versión femenina y vestida.
Los antecesores de los kimekomi eran los kamo, elaborados a partir de la madera de sauce y adornados con restos de arcilla. En cambio, la base de los kimekomi está hecha de trozos de madera o de espuma de plástico. Sobre esa base se pegan trozos de tela y finalmente se adornan con las manos y el pelo.
Los karakuri nyngyo (muñecos mecánicos) gozaron de gran popularidad entre los siglos XVII y XIX y se usaron en grandes ferias, como la Gyon Matsuri de Kioto. Su movimiento fue frecuentemente acompañado de música. Representaban sobre todo a héroes y figuras mitológicas, como Momotaro saliendo del melocotón o samuráis tirando flechas. Muchos se emplean hasta hoy en día en el teatro kabuki, bunraku y no. Los karakuri se dividen en tres tipos principales: i) los butai, usados en los teatros; ii) los zashiki, que son como robots domésticos servidores de té, cuando se deposita una taza de té en sus manos, empiezan a mover sus piernas y agachan la cabeza, como si estuviesen ofreciendo la bebida; y finalmente iii) los dashi, utilizados en festividades religiosas para representar escenas mitológicas.
Los teru teru bouzu, que pueden parecer una mezcla entre espantapájaros y ángeles, son los talismanes preferidos de los agricultores. Se elaboran a base de papel o de tela blanca y se exponen en las terrazas para que espanten a los espíritus malignos o invoquen condiciones climáticas beneficiosas para la actividad en el campo. Hoy en día son todavía populares entre los escolares, quienes los fabrican antes de las excursiones o picnics y les recitan un poema para que haga sol.
Las famosas muñecas kokeshi tienen una antigüedad de más de 200 años y se elaboran a partir de un cilindro de madera y una gran esfera del mismo material que sirve de cabeza. Las adornan con motivos florales negros, rojos o amarillos. La carencia de brazos y piernas podría indicar que simbolizan niños muertos antes de nacer. Son originarias de la región de Tohoku, donde los artesanos comenzaron a hacer pequeñas muñecas para venderlas como recuerdo a los turistas que visitaban las aguas termales.
Los iki-nyngyo son muñecos de tamaño real que se empleaban en las ferias misemono, muy populares en la era Edo, caracterizadas por representaciones crudas y explícitas, como muñecos tumbados en su propia sangre o muñecas de mujer con la tripa abierta para mostrar las fases del desarrollo del feto.
En cambio, las muñecas ichimatsu provocaban pura ternura en vez de shock, ya que representan figuras infantiles de proporciones reales, cara blanca y carnosa con ojos hechos de vidrio.
Las hijas de la era moderna
Las predecesoras de las archiconocidas muñecas de porcelana tenían la cara hecha de seda y eran muy populares en los años 20 y 30, ya que permitían al dueño elaborar kimonos de cualquier era japonesa, aunque las vestimentas más populares eran las del período Edo. Tras la Segunda Guerra Mundial seguían manteniéndose muy populares sobre todo entre los turistas y soldados que volvían de Japón.
Las muñecas japonesas de porcelana se fabrican a base de arcilla cocida y su sede principal se encuentra en Fukuoka. Estas obras de arte cobraron vida en varios mangas, como en Rozen Maiden, donde se retrata también el proceso de elaboración de muñecas en aquella época.
Fukuoka también es el centro manufacturero de las hakata nyngyo. Están hechas de barro y su origen se remonta al s. XVII. Artesanos, como Souhiti Masaki, produjeron muñecas de barro, a veces se presentaban como regalos a los templos budistas y a Kuroda Nagamasa, el gobernante de Hakata en ese momento. Sus versiones más cuidadas causaron furor en la década de 1890, durante la Exposición Nacional de la Industria de Japón y en la Exposición Universal de 1900 y se convirtió en un tema de conversación.
El maestro artesano Rokusaburō Shirouzu comenzó a estudiar la teoría del color, las proporciones humanas, y otras técnicas artísticas bajo la supervisión de Itusyo Yada, un pintor especializado en óleo, lo que condujo a la producción en masa.
La muñeca hakata saltó a la fama cuando los soldados estadounidenses los llevaron de vuelta a los EE.UU. como recuerdos durante la ocupación americana de Japón tras la Segunda Guerra Mundial. El país nipón comenzó a exportar estas muñecas poco después. Al mismo tiempo, la muñeca de hakata se hizo muy conocida a nivel nacional, y las fábricas comenzaron a producir muñecas hakata de menor calidad.
Anesama nyngyo y shiori nyngyo (literalmente, “muñecas hermanas mayores” y “muñecas marcapáginas”, respectivamente) están hechas de papel washi (elaborado a base de la flora nipona o bien bambú, cáñamo u arroz, finísimo pero más resistente que el obtenido a partir de la madera). Las anesama ningyos tienden a ser más tridimensionales y cuentan con peinados y vestidos más elaborados mientras que las segundas son más planas. Ambas carecen de rasgos faciales. Son especialmente arraigadas en la prefectura de Shimane.
Existe también una versión híbrida de ambas, la shikishi nyngyo, que ha alcanzado popularidad en los últimos años. Son una especie de muñeca hecha de papel, que se colocan en un escenario llamado shikishi, hecha de una cartulina rectangular de aproximadamente un metro cuadrado.
Entre las muñecas menos tradicionales figuran las muñecas de esferas articuladas (ball-joint dolls o BJD), que han cobrado fama en Occidente gracias a la aparición de la Super Dollfie, cuyas primeras ejemplares fueron manufacturadas por la empresa Volks en 1999. Se lanzaron al mercado por la sugerencia de la esposa del director, quien le recomendó a su marido llegar también al público femenino y no solo al masculino, como las maquetas que llevaban vendiendo más de 20 años.
Pueden resultar muy realistas o bien poseer una estética más cercana al manganime. Todas están fabricadas con resina de poliuretano, lo que las hace muy resistentes. Son figuras altamente personalizables, los dueños pueden pulirlas cambiando su peluca, los ojos o incluso su cara. La empresa Volks ofrece una gran variedad de modelos y tamaños a elegir, aunque la mayoría de ellos son ediciones limitadas o Full Choice System, muñecas «a la carta» que no son fáciles de conseguir fuera de Japón, ya que no se venden online por la política elitista de la empresa.
Por último, cabe mencionar los muñecos kintaro, que se regalan a los más pequeños durante las fiestas Tango no Sekku (el día de los niños), con el objetivo de que les guíen para ser tan valientes y fuertes como el niño legendario Kintaro, héroe de una fuerza hercúlea.
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