Puede sonar raro, muy raro, pero la especialidad de este pescador no eran truchas, salmones ni nada que se le parezca. Sus presas eran las indefensas braguitas de sus vecinas. ¿El arma del crimen? Una caña de pescar que utilizaba desde su apartamento (en un tercer piso). Su metodología era simple: tirar la caña por los tendederos próximos y llevarse las que pudiese. Además, él mismo había modificado el método tradicional, uniendo cuatro anzuelos para poder así hacerse con más ropa interior.
Sin embargo, la cosa no queda aquí: Akira Hino, este hombre de 51 años con residencia en Tokio, ha confesado en su testimonio que lleva con esta práctica desde los 18 años. En su casa se han encontrado más 500 bragas, además de otras prendas que también había «pescado».
Fuente: Japan Today
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