Andando por los pasillos de esta zona, los ojos se te van hacia la cantidad de campanillas que tenían colgadas en cada stand, llamadas en japonés Furin. También vendían manekinekos de todos los colores, pergaminos con kanjis, juegos de té e infusiones y muchos más objetos tradicionales. Pudimos ver que varias tiendas vendían y preparaban el té con una ceremonia simple, delante tuya.
A todos estos stand se les unía unos pocos de ropa japonesa en los que podías encontrar todas las prendas a un buen precio, curiosamente vendían también mochilas de colegio, Randoseru, tanto nuevas como de segunda mano.
El gran escenario era lo más curioso de todo, su envergadura podría ser de 20 0 25 metros por 10 metros y contaba con una pantalla gigante, en la que se veía el escenario enfocado desde arriba a través de una cámara acoplada al techo. Cuando no había actividad pasaban vídeos de Japón.
En el escenario había actividades que pudimos seguir los cuatro días y otras que solo se hacían una vez, durante los cuatro días pudimos ver cómo hacer un bento, varias recetas japonesas, varios maestros de escritura nos deleitaron con sus haikus y también pudimos ver cómo se hacía un casco japonés.
Por último, lo que encontramos al final de la zona fueron 5 tatamis que durante los cuatro días impartieron clases a todo aquel que entraba. se dividían en: tiro con arco, kendo, lanza, katana y bo y diferentes estilos a mano abierta.
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