En 1956, Yoshihiro Tatsumi fue el artífice de uno de los conceptos más interesantes del manga, el gekiga, y se convirtió en un hábil narrador de la realidad más cruda de una época clave pero traumática en la historia reciente de Japón. Mientras el país del sol naciente se reponía de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, la población encontró en las historietas un buen argumento para escapar de su cotidianidad.
Jóvenes artistas de aquellos días aspiraban a convertirse en mangakas y muchos tuvieron que reciclarse a otros medios y a otras publicaciones de menor aceptación. Esto les proporcionó más libertad creativa pero menos ganancias. Ediciones de menos tirada, bibliotecas de pago y “teatros de papel” fue el caldo de cultivo de una hornada de nuevos talentos.
En aquellas publicaciones alejadas de las temáticas convencionales se dio a conocer el gekiga, un género que quería distinguirse de las corrientes y características del manga imperante de la época, destinado a un perfil más juvenil. La intención era contar historias realistas, dramas duros que hablaran de personajes marginales y situaciones trágicas.
No pasó mucho tiempo cuando el gekiga caló en un buen número de lectores, en un momento de gran convulsión en la sociedad, en el ocaso de los años 50, clave en la historia del manga con la revolución editorial que supuso la eclosión de las revistas semanales. El éxito la generación de Tatsumi propició que años más tarde vieran la luz revistas con contenido más adulto y maduro. Una vuelta de tuerca más que significaría una relevante evolución del medio.
El público conectó con estos relatos que mostraban una realidad más cercana. Las aportaciones de este género pasaron de cierta marginalidad a establecerse dentro de las publicaciones mainstream.
En España, irónicamente, mientras el gekiga sigue siendo una asignatura pendiente, fueron las historias de Tatsumi los primeros mangas que se editaron. Concretamente, la mítica y desparecida revista El Víbora recogió en sus páginas en la década 80 algunos de los trabajos de este genio.
Historias, al fin y al cabo, sobre nuestros propios infiernos
Tatsumi nos sumerge en un juego de espejos donde el drama de los personajes y de la realidad que les envuelve es como un arma de doble filo que nos muestra nuestras propias tragedias.
Tatsumi es un extraordinario narrador que se mantiene siempre alejado y no toma partido, mostrando la realidad tal cual, sin artificios ni falsedades. Resulta inquietante como la composición de las viñetas no sólo profundizan en las emociones de los protagonistas, sino que en muchísimos casos no nos sitúa en el punto de vista de éstos. Influenciado por la narración cinematográfica, Tatsumi coloca “la cámara” en un sempiterno “no one’s shoot”, creando, paradójicamente, un fuerte efecto empático en el lector. Es como si cada viñeta fuera la representación vista por un tercero de situaciones “reales” que en lugar de ser filmadas con la distancia son dibujadas dramáticamente. Y claro, cada imagen que nos muestra es tan importante como la que nos esconde. Porque en el “infierno” existen recovecos que se nos escapan pero que, en definitiva, están allí y nos permiten entender mejor nuestras vidas, a nosotros mismos.
Infierno recoge 10 joyas que invitan a la reflexión y que nos muestra un Japón diferente al que estamos acostumbrados. Personajes humildes, extraños o simplemente en circunstancias dramáticas se dan cita en una obra imprescindible para los amantes del manga. Personajes como el señor Manayama que está a punto de jubilarse y sólo busca “una relación intensa” para poder aguantar el calvario que se le viene encima al lado de la arpía de su mujer; el tullido trabajador en paro convertido en voyeur; el joven donante de semen obsesionado con una paciente, o, entre otros, el fotógrafo que retrató el horror de la bomba atómica.
Los relatos de Infierno no pueden tener un dibujo bonito. Sería completamente incongruente. Definitivamente, el lector sabe desde la primera página que no encontrará ningún atisbo de belleza en sus imágenes. Tampoco mantiene muchos de los rasgos que caracteriza a los mangas más convencionales. Y es que su estilo es más costumbrista, sin buscar el realismo, pero sin dejar de provocar el impacto deseado.
La Edición
Ediciones La Cúpula ha recopilado, en un discreto tomo único, en sentido de lectura occidental y en un papel decente, 10 formidables tragedias (que ya fueron publicadas en Qué triste es la vida y en la revista El Víbora en la década de los 80), acompañadas por un breve escrito de Sergi Puertas.
Lo Mejor: Adentrarse en el corazón de las tinieblas del ser humano mediante brillantes historias contadas con maestría.
Lo Peor: Que no se haya respetado el sentido de lectura oriental.
Ficha Técnica:
Título Original: –
Guión: Yoshihiro Tatsumi
Dibujo: Yoshihiro Tatsumi
Editorial Japonesa: –
Editorial Española: Ediciones La Cúpula
Colección: Novela Gráfica Gekiga
Precio: 7,50 Euros
Formato Tomo: C5 (162×229)
Nº de Tomos en Japonés: 1
Nº de Tomos en Castellano: 1
Enlaces:
Infierno en La Cúpula
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