Bajo el aire es, seguramente, una de las más gratas sorpresas que hemos podido llevarnos en lo que llevamos de año. Este magnífico recopilatorio de pequeñas historias de Osamu Tezuka se nos plantea como un gran calidoscopio de breves muestras del genio de este insigne autor. Los que hayan leído las obras más reconocidas de Tezuka (como la maravillosa epopeya relatada en Buda, el cruento relato expresado en Adolf o las personalísimas odiseas espirituales de la saga Fénix) y, por qué no, los que hayan podido disfrutar de alguna de las obras más tempranas de éste (como Astroboy, Metrópolis o La Isla del Tesoro, por citar algunas de ellas), verán en esta colección de relatos los rasgos más característicos del autor japonés.
Pero, sin duda, nos encontramos con que el autor también se redefine a sí mismo en la brevedad de estas pequeñas joyas, condensando todo su humanismo y universalidad en cada una de ellas, como si de retazos de su propia alma se tratasen. Y, seguramente, algo así ocurra con estas historias, de las que extraeremos nuevas emociones, sensaciones, e incluso enseñanzas con cada nueva lectura, como sólo diferentes aproximaciones al alma del artista nos podrían ofrecer. Cada relato tiene parte de Tezuka, sin duda, aunque seguramente (debido al carácter humanista del autor) también contenga algo de nosotros mismos.
Todos los cuentos presentes en Bajo el aire son fruto de la etapa más madura del autor, aunque ello no quiera decir que no puedan ser leídos y comprendidos por un gran sector del público, tanto adolescente como adulto. De hecho, la madurez de cada relato se desvela al lector según su propio grado de madurez, pudiendo llegar a profundizar en cada uno de ellos hasta llegar, incluso, a alcanzar un cierto estado catárquico en determinados momentos. La sabiduría de Tezuka a la hora de desarrollar grandes historias dentro de un gran abanico estilístico y de géneros queda también patente en Bajo el aire, a pesar de la sucinta brevedad de los relatos. De hecho, con ellos demuestra a todas luces que es un auténtico genio, tanto de la pequeña forma como del gran formato.
Es cierto, quizás, que no todos los relatos del volumen gozan de la misma profundidad conceptual, aunque no por ello son éstos de inferior calidad que el resto. De hecho, la liviandad y ligereza de algunos de los relatos ayuda a que el lector no acabe agotado tras la lectura del volumen, ya que muchos de los relatos son densos, pese a la aparente (e incluso diríamos que habitual) ligereza del medio en el que se desarrollan. En los momentos de mayor profundidad, el dibujo acompaña sin problemas a la acción que se sucede, así como también expresa con total lucidez los sentimientos y sensaciones que el autor pretende transmitir al lector, en relatos muy abocados al pesimismo existencialista, aunque a la vez llenos de un cierto tono conciliador. Y es que, en ocasiones, nos da la sensación de que Tezuka pretende incluso llegar más allá de lo humano, internándose en el terreno de lo espiritual, de lo artísticamente inefable…
Lamentablemente, somos incapaces de seguirlo hasta ese punto: el factor terrenal que impregna nuestra comprensión nos impide llegar hasta ese más allá en el que el autor se hace uno, se funde irremediablemente con su obra. Pero si, pese a todo, nos abrimos sinceramente a ella, es posible que lleguemos a vislumbrar algo del sentido último de ésta. Quizás una visión más humana, más íntegra, más completa del mundo que nos rodea. Quizás una espiritualidad entendida desde lo más íntimo, desde lo más profundo. Y, seguramente entonces, podamos quizás apreciar la auténtica belleza de la obra de Tezuka, perfilada como las diferentes caras de un pequeño diamante en este apasionante, a la vez que enternecedor, volumen de relatos.
El dibujo de Tezuka responde también a las necesidades más tardías del autor, sin duda. Éste parece abandonar la redondez de las formas simples en pos de un trazo más elaborado, más expresivo, incluso. Pero no por ello deja de lado la inocencia de su dibujo, seguramente demasiado alejado de los gustos del aficionado al manga actual, aunque no por ello carente de un valor artístico (y un cierto perfume nostálgico) intrínseco, fuera de apreciaciones temporales o, incluso, marcadas por la moda o el gusto de la época.
Sin duda, es difícil desprendernos de estos juicios valorativos al enfrentarnos a una obra de cualquier tipo, pero, aún así, si olvidamos el espacio que nos separa (no sólo cronológicamente hablando) del dibujo de Tezuka, podemos llegar a disfrutar enormemente de la fuerza y el carácter que imprime el autor a sus personajes, así como de la expresividad de sus planos -casi cinematográficos- en cada una de las viñetas de la obra. Y es que, en Tezuka -muchas veces se ha dicho- ninguna viñeta es gratuita, y todo lo que aparece en cada historieta responde a una necesidad expresiva por parte del autor.
Osamu Tezuka nació en Osaka el tres de noviembre de 1928, y ya desde muy niño demostró auténtica pasión por el dibujo. Fuertemente influenciado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, todas sus obras parecen querer transmitir un mensaje de tintes optimistas y humanitarios. Una de sus mayores influencias a nivel artístico fue la obra de Walt Disney, influencia que, sin duda, se percibe de manera evidente en sus primeras obras. Pero, sin duda, lo que le valió el título de dios del manga fue, sin duda, la renovación que realizó en el género desde sus cimientos.
Modelo a seguir por muchos autores posteriores, revitalizó los cánones del cómic japonés y fundó las bases de la animación japonesa. Y, además, nos dejó un enorme (tanto por su cantidad como por su calidad) legado de obras, dentro de una diversidad de estilos increíble. Entre sus obras más conocidas se encuentran Astroboy, Black Jack, Adolf o Buda, aunque el catálogo de obras de Tezuka parece realmente inagotable, llegando, por lo visto, a los setecientos mangas, aparte de las sesenta películas que llegó a realizar en un espacio de treinta y cinco años. Murió el nueve de febrero de 1989, aclamado por los entendidos y aficionados al manga como uno de los autores más representativos de todos los tiempos.
La editorial Dolmen, sin duda, ha hecho un trabajo excepcional con esta edición. El volumen supera las trescientas páginas, y cuenta con un encuadernado excelente, con sobrecubiertas en papel satinado de diseño sencillo, aunque de cierta belleza. El papel y la impresión no desmerecen en absoluto la calidad del conjunto, siendo, en resumen, un volumen que se lee con comodidad y del cual podremos disfrutar, sin problemas, durante mucho tiempo sin miedo a que se eche a perder por el uso.
Lo mejor: Que, por fin, las editoriales españolas se atrevan a sacar a la luz las obras de Tezuka más desconocidas para el público.
Lo peor: Que no dispongas de un ejemplar de Bajo el aire en tu biblioteca.
Ficha técnica
Título Original: Kuki no Soko
Guión: Osamu Tezuka
Dibujo: Osamu Tezuka
Editorial Japonesa: Asashi Sonorama
Editorial Española: Dolmen Editorial
Formato Tomo: B6 (135×195)
Nº de Tomos en Japonés: 1
Nº de Tomos en Castellano: 1
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